Trova y algo más...

domingo, 8 de noviembre de 2009

¿La prensa siempre tiene la razón...

Pasado que hemos el fin de semana tan muertístico, reflexionar debemos sobre nuestro ser y estar en la faz de este planeta harto propicio a descarrilar trenes como vidas, que ya de muerte estamos hasta los huesos con las calaveras que profesionales y amateurs tuvieron el pésimo gusto de enviar a los medios para que todos nosotros, los olvidados por Don Juan Tenorio, nos enteremos del porqué ciertos personajes se dedicaron a asuntos menos casuísticos que la práctica de garrapatear versos (“escriturar”, dice desde su curul celeste particular el capo de los poetas de toda la alta pimería).
Y es que algunos poetisos abrieron las puertas de sus vesículas para echarle calaverístico palo a cuanto funcionario, ex funcionario, artista y enemigo tuviera la mala suerte de cruzarse en su camino de amarguras et penas, hastiado lector, y todavía le dieron vuelo a la hiel para dejar en claro que aunque muchos ciudadanos que andan por ahí circulando no son rencorosos, sí tienen una muy buena memoria, envidiada por elefantes y cronistas municipales.
Yo paso. Si no leo a Carlos Fuentes, menos las calaveras que brotan por dondequiera como si fueran fugas de aguas negras desde el día de Halloween hasta pasada la medianoche del dos de noviembre (y ayer fue día primero, dice el romance). Pero como sea, el pasado fin de semana me llamaron la atención algunas notas que aparecieron por ahí y que bien creo que vale la pena abordar para dejar en claro que la prensa no siempre tiene la razón, pese a lo que digan los (malos) periodistas, porque los buenos saben que sus escritos tienen ese valor agregado que les da la sensatez, la inteligencia y la buena redacción, que al fin de cuentas es lo que sustenta al periodismo de calidad. (Tomo un respiro y extiendo un homenaje a Carlos Moncada nomás porque sí).
Como todo en este mundo tiene su razón de ser, detrás de lo que manejan los diarios hay (siempre, siempre, siempre) intereses (que no siempre son económicos, no sean ustedes mal pensados, perversos lectores de la esquina sur del mercado), y acaso por ello muchas veces los lectores no nos vemos reflejados en las noticias que despliegan como si fueran programas de asistencia social. No, qué va.
Pregúntome, ¿a mí qué me importa que Elsa Benítez sea la lideresa del bodrio Mexico’s Next Model, cuando en las colonias de la periferia de Hermosillo hay cientos de madres solteras que deben partirse en tres (te ganaron, Silvio Rodríguez) para que les alcance el día: levantarse a las cinco de la mañana, parar a los chiquillos, darles su respectivo desayuno, llevar a los niños a la escuela e irse como rayo a la maquiladora a partirse el alma por 540 pesos semanales…?
Una vida así no es negocio, ya sabemos, pero de que existen esas mujeres que no tienen nada que perder (ni siquiera la muerte), existen, aunque nunca saldrán fotografiadas en las páginas de algún diario dando a conocer a sus hijos, que se llaman Yésica, Yónatan, y el más pequeño Juanes Yahir, que ya hablan, que ya piden pan y no les dan, que muchas veces tienen que quedarse encerrados en su casa para que la dama pueda ir a un baile al ExpoForum y agarrar pareja por una noche para saciar las ganas del cuerpo, que las del alma hace mucho que se las bebieron detrás de una barda a medio construir, en un baldío de la esperanza que se llenó de esa hierba tiernita que crece cuando las promesas van y vienen como angelitos de la noche, alados, con carita de imbéciles, que tiran y tiran flechas para que el romance amarre, pero no, porque las mujeres son de Marte y los hombres son carnívoros: no es negocio.
Pregúntome otra vez: ¿a mí que me importaba que la Lilly Téllez se hubiera vuelto a casar (¿de blanco?) en la Ciudad de México con alguien que sabrá dios quién es, etcétera, cuando en este mismo poblado encementado pero lleno de baches se casa gente todos los días, chicas y chicos que serán los papás de los jóvenes que trabajarán en la ampliación que la Planta Ford tiene proyectada en Hermosillo para el año 2025, parejas que tienen que rascarse hasta la mugre de las uñas y que les alcance para el enganche de una casa Infonavit de dos recámaras para que no se repriman a la hora de querer procrear a los futuros chicos ford (o gestores culturales, que el mundo los necesita tanto)…?
En serio, qué tanto puede importarnos esa boda o aquella modelo (y su hijo, shure), cuando justo en este momento requerimos poner los pies en la tierra y explicarnos tanta cosas que nos limitan el desarrollo regional: tanto saqueo, tanta inmundicia en la que hemos (y seguimos, pues) vivido durante años, tanta falta de compromiso social para tenderle la mano al más necesitado (en algunos lugares de la sierra, por allá rumbo a Huásabas, se dice “al más jodido”), tanta soberbia que nos aplastó como a insectos durante los años de los excesos, que siguen apareciendo por aquí y por allá en testimonios y leyendas de la picaresca sexenal.
Yo creo que los medios no tienen la razón cuando quieren vendernos más basura, que muchas veces son compromisos de los intereses más viles que puede haber, los comerciales: Lady Di reloaded, Marthita, Elba Esther versus Beltrones, el Chapo Bours y sus caballos, la Sub 17 y las ansias de poder, Los Naranjeros y su mascotita, el golpeteo cobarde tras los anónimos, y tantos asuntos más que poco a poco habremos de atender. Pero ni rencorosos ni buena memoria: la prensa podrida (jamás será vencida) sigue ahí: el mal olor la delata…
--
--