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lunes, 14 de enero de 2013

¿Fue Calderón el “Presidente valiente”…


Conforme pasan los días, cada vez son menos los defensores del ex Presidente Felipe Calderón. Véalo en la prensa; es un buen ejemplo: algunos periodistas todavía dan la cara por él, pero la mayoría de los que lo defendieron con rabia o ahínco (sobre todo los que se reunían con regularidad con Genaro García Luna) han decidido guardar silencio. Sin embargo, todavía en foros, en redes sociales, en blogs o en sitios de información hay quienes insisten. Supongo, por el tono, que quedan los más duros, porque los panistas más panistas que el PAN –o lo que queda del PAN– ya no levantan la mano como antes. Ya ni a los familiares –que quedaron bien colocados en posiciones de poder– se escuchan, por alguna razón.

No soy un crítico nuevo de Calderón. Desde marzo de 2007 hablé de la guerra y de los efectos adversos que conllevaría. Lo publiqué en la portada de Newsweek. Cuando la tragedia volvió un cementerio mi ciudad, Juárez, escribí cuanto pude para denunciarlo. Me he ganado ataques directos e indirectos. Pero creo que todavía habrá mucho debate al respecto; los ofendidos apenas inician su ofensiva, y el ex Presidente apenas empieza su defensa, aunque cada vez estará más solo.

Entre los mismos panistas dicen que fue sordo y necio; que fue abusivo. Que fue un pequeño dictador. Y si creemos que lo fue, resta decir: todos los actos tienen consecuencias. Calderón irá cosechando en los siguientes años lo que sembró con su sordera e intolerancia.

No creo que la inmoral beca de Harvard haya revivido el rechazo. Queda claro que en donde ponga un pie, allí tendrá oposición. Es mucho el dolor, es mucha la sangre. Y son muchos los enemigos que ganó gratis: lo rechazan hasta los panistas a los que golpeó sólo por su mal carácter y falta de autocontrol. La factura apenas llega.

Los que al día de hoy defienden a Calderón se centran en pocos argumentos que repiten una y otra vez. El argumento más común de quienes lo defienden es que “él no mató a nadie y no son sus muertos”. Se hacen guajes. Gustavo Díaz Ordaz tampoco disparó y fue un asesino de estudiantes (aunque por lo menos aquél ex Presidente dijo en un mensaje al Congreso: que él era único culpable). Fueron las políticas públicas de Calderón, fue su estrategia mal diseñada la que mató a los primeros miles, y fue su obstinación la que arrebató la vida de decenas de miles más. No hay manera de rebatir eso, o tendremos que revisar la historia completa porque entonces Milosevic, Pinochet, Idi Amin o cualquiera que tomara decisiones que llevaran a la muerte de miles estarían exculpados.

Los defensores suelen decir que fue un “Presidente valiente”. No. Fue un oportunista. Lanzó la guerra por razones políticas, porque necesitaba algo espectacular para enfrentar la crisis política generada por el cochinero de la elección de 2006. O que alguien muestre, por favor, los estudios que realizó; que diga a cuáles especialistas consultó o a quiénes les preguntó antes de lanzar la guerra. La inspiración de su guerra estaba en sus intereses políticos. Valiente mis polainas: actuó por razones políticas.

Los defensores dicen que “no tenía más opción”. Sí la tenía. Por ejemplo, antes de provocar un derramamiento de sangre, preparar un ataque de inteligencia en contra de los líderes del crimen organizado, no anunciarles que iba por ellos. O emprender acciones financieras contra los emporios lavadólares, como los bancos (dicho por las investigaciones realizadas en Estados Unidos). No necesitaba ponerse el traje verde olivo. Se lo puso como primera opción y claramente sin estudiar otras que no fueran tan “espectaculares”.

¿Querías qué se cruzará de brazos?, dicen los defensores. Ni locos. A esos cabrones, a los asesinos, secuestradores, extorsionadores, hay que meterlos a la cárcel. Ningún ciudadano, por más idiota que estuviera, habría querido que se cruzara de brazos. Era su trabajo enfrentar a esos perros. El problema fue la es-tra-te-gia. Su es-tra-te-gia, que parecía muy padre cuando la lanzó (una guerra total, heróica, etc.) puso en evidencia que las fuerzas federales no estaban preparadas. Nadie quería que se cruzara de brazos. Pero todos habríamos esperado que lo hiciera con responsabilidad, no dándole patadas al avispero.

“Hizo lo que debía hacer”, dicen los defensores de Calderón. No es así. Le escatimó hasta el último día la base de datos de desaparecidos a las familias angustiadas. Le escatimó las Ley de Víctimas a la sociedad civil. Le escatimó a medio México la revisión de la estrategia. “Hizo lo que debía hacer” en un principio, sí, en términos políticos, porque lo que buscaba era desviar la atención de la elección de 2006. Pero no hizo lo que debía para capturar a los jefes del crimen organizado. A esos les avisó que iba por ellos, vestido de militar. Y se le escaparon. No hizo lo que debía hacer. Defendió a Genaro García Luna seis años a pesar de todas las acusaciones que hay contra él, y que por cierto deberían seguir vivas: desde los montajes ya conocidos, hasta corrupción y presuntos vínculos con narcos y secuestradores. No hizo “lo que debía hacer”, por favor. Hizo lo que quiso.

Esas son las principales afirmaciones de los defensores de Felipe Calderón. Como decía, las repiten una y otra vez. Las repitieron durante seis años. Están en un error y siempre es un buen momento para reconocerlo.

“El gobierno del Presidente de la República” –como decían los miles y miles de spots–, fue guiado con irresponsabilidad. Y miles y miles pagaron con su propia vida.

Lo de Harvard es sólo el principio. Lo digo como periodista. El rechazo, y la insistencia de que sea llevado ante un tribunal internacional lo seguirán durante muchos años. Ya lo verán.

O qué, ¿le negamos ese derecho a quienes perdieron un hijo, una madre, un padre, un hermano, un amigo, su esposa, su vecino o la familia completa? Después de lo que sufrieron, ¿les vamos a criticar que busquen, por todos los medios legales a su alcance, que se les haga justicia?


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