Trova y algo más...

viernes, 6 de febrero de 2015

El horror no sabe de cuentas...



México descubrió esta madrugada que el horror no sabe de cuentas.
En un escenario de ultratumba, ocultos en un crematorio abandonado de Acapulco, fueron hallados 61 cadáveres, entre ellos menores.
Con la terrible sangre fría con que se trata estos hechos en México, las autoridades buscaron reducir la alarma ciudadana señalando que los cuerpos ni habían sido mutilados ni calcinados; es decir, que en apariencia no tenían las trazas habituales del narcoterror.
Pese a estas precisiones, las causas de su muerte no fueron aclaradas, algo que en Acapulco, la ciudad más violenta de México, mueve a todo tipo de sospechas.
La antigua joya del Pacífico, que en el recuerdo de muchos extranjeros aún suscita visiones hollywoodienses de brillantina y platino, es una población estragada por el crimen, con la tercera tasa de homicidios más alta del mundo, después de Caracas y San Pedro Sula (Honduras), y donde las bandas de narcos libran una guerra brutal por el control del territorio.
En sus calles, la seguridad es escasa, y las matanzas, habituales.
Más de 2,000 policías municipales, cerca del 80%, mantienen una huelga salvaje desde hace meses, tras negarse sospechosamente a pasar las pruebas de idoneidad y los controles antidroga.
Su ausencia se ha suplido con un combinado de Policía Federal, Ejército y Marina, pero el caos es tal que hasta una semana más de un centenar de colegios no habían abierto sus puertas por miedo a los asaltos.
En este ambiente hostil, el hallazgo de los cadáveres se inscribe como un capítulo más en la historia de degradación de la ciudad portuaria.
El crematorio, llamado Cremaciones El Pacífico, una construcción de una sola planta y de unos 70 metros cuadrados, había dejado de funcionar en 2009.
Se encuentra en la carretera Cayacao-Puerto Marqués, una de las avenidas más transitadas de Acapulco, en medio de barrios populosos donde vive la mayoría de los empleados de la zona turística del balneario.
El lugar ahora está resguardado por policías federales, estatales e infantes de marina.
Según las autoridades, los cuerpos llevaban tiempo abandonados. Algunos estaban momificados, otros en descomposición. Muchos habían sido envueltos en sábanas blancas.
Alguien había tomado la precaución de cubrir los restos de cal viva. El mal olor, sin embargo, pudo más y alertó a los vecinos.
Uno de los motivos de mayor sospecha era que los cadáveres correspondían a épocas muy diversas, hasta llegar a cuerpos relativamente recientes.
Este hecho abonaba la hipótesis de que el lugar fuera utilizado para dejar ejecutados por las bandas.
También se manejaba la posibilidad de que el crematorio hubiese sido empleado como depósito clandestino de alguna funeraria.
En una entrevista con el diario El Universal, el fiscal de Guerrero, Miguel Ángel Godínez, dijo "estamos ante una clara violación a las leyes de sanidad (…), a lo mejor un posible fraude, porque es un crematorio abandonado; sin embargo no podríamos dar una certeza por el momento".
 “A estas alturas, no podemos asegurar ni descartar que haya intervención del crimen organizado”, dijo un portavoz oficial.


Estado violento
Guerrero es uno de los estados con más problemas de violencia, según el gobierno federal. En los últimos meses se han encontrado decenas de fosas clandestinas con un número no conocido de cuerpos.
La entidad es zona de disputa de varios grupos de narcotráfico, como Guerreros Unidos, Los Rojos, La Familia Michoacana, Los Caballeros Templarios y el cartel de los hermanos Beltrán Leyva.
El hallazgo de cadáveres es habitual en la entidad. Sólo en 2014 se recuperaron más de 189 osamentas en el estado sureño, 149 de ellas en Iguala, a sólo 200 kilómetros de Acapulco.
En gran parte de los casos, las identificaciones son imposibles debido a la práctica del narco de quemar los cuerpos hasta convertirlos en ceniza.
La lentitud de los forenses es otra causa de la incapacidad para dar nombre a estos muertos. Un ejemplo de ello, lo dio el caso Iguala.
En septiembre del año pasado, 43 estudiantes fueron secuestrados y desaparecidos por elementos de las policías municipales de Iguala y Cocula junto a sicarios del cartel de los Guerreros Unidos.
Las autoridades mexicanas aseguran que los jóvenes fueron asesinados y sus cuerpos incinerados la misma noche de su secuestro, el 26 de septiembre de 2014.
Sin embargo los padres de los normalistas rechazan esta versión y piden la identificación científica de todos y cada uno de sus seres queridos.
Las autoridades atribuyeron posible muerte de los 43 estudiantes se atribuyó, precisamente, a una confusión debida al enfrentamiento entre los carteles de Los Guerreros Unidos y Los Rojos.
En las primeras semanas de búsqueda se halló una fosa con 38 cuerpos que, en un principio, se atribuyeron a los normalistas. Luego se descartó, pero a día de hoy siguen sin haber sido identificados plenamente.
Estas carencias engrosan la cifra de los desaparecidos, ese espectral reino al que pertenecen 23,000 personas en México y que constituyen una de las más terribles derivaciones de la guerra contra el narco.

--
Con información de Elpais.com, Bbc.co.uk y Sinembargo.com.

--
--