Ni bien terminó el cuarto
episodio de Fear The Walking Dead cuando
la Arely me lo dijo con la mirada: “Esto ya parece telenovela”. Al menos eso
creo que me dijo. Y si no me lo dijo, de todas maneras estoy completamente de
acuerdo. De hecho, hasta el episodio más reciente, la serie tiene ese tono
soporífero que adquieren las telenovelas mexicanas, donde hasta las maldiciones
se escuchan fuera de lugar. ¡Recórcholis!
No es que uno extrañe a los
zombies, pero una docena de vez en cuando no hace daño. Y un poquito de nervio y
dos dentelladas al aire hacen que el televidente no olvide que Fear The Walking Dead presuntamente se
trata de un apocalipsis zombie al más puro estilo angelino, esssse…
Pero sabemos de buena fuente
que los productores dijeron que no harían una serie digamos que de terror. Y esto
parece un contrasentido: porque ya prometieron (en tono de amenaza) que habrá
capítulos enteros en los que no salga ni la más leve sombra de un caminante. ¿De
qué se trata entonces todo esto? ¿En qué nos hemos metido los fans de los
encuentros entre zombies y humanos despistados? Romance. Sí, leyó usted bien: amor
y romance. Romance siglo XXI en Los Ángeles: con la falla de San Andrés por un
lado y el tumulto exasperante de zombies (cual desfile de la ExpoGan) por el
otro.
Dicen los capos de la serie
que aunque se incluyen en gran cantidad momentos de acción, combates y puñados y
puñados de zombies (que hasta el momento se han quedado más o menos en
promesas), las escenas calmadas y la relación entre los personajes tiene gran
significado en la historia.
“Las escenas entre Kim
Dickens (Madison, madre soltera y guía consejera) y Frank Dillane (Nick, hijo
de) son simplemente hermosas y conmueven. La serie realmente habla sobre su
relación, y siempre volveremos a ello”, dijo Dave Erickson, uno de los creadores
de Fear The Walking Dead. Además,
está el cachondeo carnal entre Madison y Travis, interpretado por el
neozelandés Cliff Curtis, a quien seguramente usted recuerda como Pablo Escobar
en la película Blow (2001). ¡Merde alors!
No nos engañemos: en este
momento (hasta el cuarto capítulo), lo
único que salvaría la serie sería que para el quinto episodio nos presentaran
el romance entre un zombie caliente, moreno e infiel, y una zombie con enormes
pechos sustentables —de vaga raíz étnica… la zombie y los pechos también— que
se la llevaran intercambiando sus miserias gelatinosas durante toda la hora,
mientras los soldaditos gringos se divierten jugando golf y metiéndole píldoras
de spirulina por el trasero al émulo de un triste johnydeep que a veces se cree genio y a veces nomás se cree...
Bueno, otra cosa que puede
enderezar la serie es que a partir del próximo capítulo —y con carácter de
léase y cúmplase de inmediato y sin titubear—, Rubén Blades dé un mini golpe de
estado, desbanque al par de personajes descafeinados que no han podido ser los
estelares (convengamos en que ni Kim Dickens —Madison, madre soltera y guía
consejera— ni Cliff Curtis —Travis, padre soltero [obviedad de las obviedades:
tampoco la serie iba a ser una apología de la cornamenta] y novio de Madison—
se han echado la serie al lomo), y conduzca al grupo hacia nuevas alturas en el
raiting, no importa que no cante.
Y es que el panameño ya dejó
entrever con sus escasos diálogos que tarde o temprano será el capo de la
resistencia angelina contra un ejército gringo que parece zombie y unos zombies
que parecen ejército gringo. “Siempre vuelven”, sentenció en el cuarto episodio
el autor de Pedro Navaja, como poniéndose las zapatillas por si hay problemas
salir vola’o.
Ah, y si la idea era poner latinos
en Fear The Walking Dead (como para
que no se note la despedida de un mil veces despreciable Don Francisco y su
envilecedor programa) y gringos con aspecto hispano (de esos a los que Donald
Trump deportaría sin que le tiemble su republicana y copetona mano), tal vez
pudieran haber escogido otros actores: no importa que no fueran conocidos, no
importa que no fueran buenos actores… nomás con que tuvieran un poquito de
brillo porque lo único que se les pide a estas alturas es una limosnita de
carisma por el amor de dios. Lo demás se lo perdonamos, que tampoco los zombies
son unas lumbreras.
--
--