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lunes, 21 de septiembre de 2015

Fear the walking dead: una sopa de su propia soap...



Ni bien terminó el cuarto episodio de Fear The Walking Dead cuando la Arely me lo dijo con la mirada: “Esto ya parece telenovela”. Al menos eso creo que me dijo. Y si no me lo dijo, de todas maneras estoy completamente de acuerdo. De hecho, hasta el episodio más reciente, la serie tiene ese tono soporífero que adquieren las telenovelas mexicanas, donde hasta las maldiciones se escuchan fuera de lugar. ¡Recórcholis!

No es que uno extrañe a los zombies, pero una docena de vez en cuando no hace daño. Y un poquito de nervio y dos dentelladas al aire hacen que el televidente no olvide que Fear The Walking Dead presuntamente se trata de un apocalipsis zombie al más puro estilo angelino, esssse

Pero sabemos de buena fuente que los productores dijeron que no harían una serie digamos que de terror. Y esto parece un contrasentido: porque ya prometieron (en tono de amenaza) que habrá capítulos enteros en los que no salga ni la más leve sombra de un caminante. ¿De qué se trata entonces todo esto? ¿En qué nos hemos metido los fans de los encuentros entre zombies y humanos despistados? Romance. Sí, leyó usted bien: amor y romance. Romance siglo XXI en Los Ángeles: con la falla de San Andrés por un lado y el tumulto exasperante de zombies (cual desfile de la ExpoGan) por el otro.

Dicen los capos de la serie que aunque se incluyen en gran cantidad momentos de acción, combates y puñados y puñados de zombies (que hasta el momento se han quedado más o menos en promesas), las escenas calmadas y la relación entre los personajes tiene gran significado en la historia.

“Las escenas entre Kim Dickens (Madison, madre soltera y guía consejera) y Frank Dillane (Nick, hijo de) son simplemente hermosas y conmueven. La serie realmente habla sobre su relación, y siempre volveremos a ello”, dijo Dave Erickson, uno de los creadores de Fear The Walking Dead. Además, está el cachondeo carnal entre Madison y Travis, interpretado por el neozelandés Cliff Curtis, a quien seguramente usted recuerda como Pablo Escobar en la película Blow (2001). ¡Merde alors!

No nos engañemos: en este momento  (hasta el cuarto capítulo), lo único que salvaría la serie sería que para el quinto episodio nos presentaran el romance entre un zombie caliente, moreno e infiel, y una zombie con enormes pechos sustentables —de vaga raíz étnica… la zombie y los pechos también— que se la llevaran intercambiando sus miserias gelatinosas durante toda la hora, mientras los soldaditos gringos se divierten jugando golf y metiéndole píldoras de spirulina por el trasero al émulo de un triste johnydeep que a veces se cree genio y a veces nomás se cree...

Bueno, otra cosa que puede enderezar la serie es que a partir del próximo capítulo —y con carácter de léase y cúmplase de inmediato y sin titubear—, Rubén Blades dé un mini golpe de estado, desbanque al par de personajes descafeinados que no han podido ser los estelares (convengamos en que ni Kim Dickens —Madison, madre soltera y guía consejera— ni Cliff Curtis —Travis, padre soltero [obviedad de las obviedades: tampoco la serie iba a ser una apología de la cornamenta] y novio de Madison— se han echado la serie al lomo), y conduzca al grupo hacia nuevas alturas en el raiting, no importa que no cante.

Y es que el panameño ya dejó entrever con sus escasos diálogos que tarde o temprano será el capo de la resistencia angelina contra un ejército gringo que parece zombie y unos zombies que parecen ejército gringo. “Siempre vuelven”, sentenció en el cuarto episodio el autor de Pedro Navaja, como poniéndose las zapatillas por si hay problemas salir vola’o.


Ah, y si la idea era poner latinos en Fear The Walking Dead (como para que no se note la despedida de un mil veces despreciable Don Francisco y su envilecedor programa) y gringos con aspecto hispano (de esos a los que Donald Trump deportaría sin que le tiemble su republicana y copetona mano), tal vez pudieran haber escogido otros actores: no importa que no fueran conocidos, no importa que no fueran buenos actores… nomás con que tuvieran un poquito de brillo porque lo único que se les pide a estas alturas es una limosnita de carisma por el amor de dios. Lo demás se lo perdonamos, que tampoco los zombies son unas lumbreras.

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