Nayeli Martínez
duerme en una casa de campaña desde el martes. Su edificio, el 4 A, no se cayó,
pero presentó daños tras el movimiento. Ella vivió un lustro atrás en el 1 C,
donde ahora hay cuerpos y personas atrapadas, y se sorprendió con lo que pasó.
La joven alcanzó
a dejar el 4 A para ser testigo, en tiempo real, de la catástrofe. “El edificio
duró 5 segundos. Se derrumbó, no hubo oportunidad de que saliera nadie’’, dijo.
La madrugada de
este 22 de septiembre pasó entre el frío y la lluvia, pues no puede ingresar a
su domicilio, pero tampoco puede irse. “Tenemos que estar al pendiente de
nuestras cosas. Hay mucho ratero, hay mucha gente abusiva’’, aseguró.
Martínez mandó
un mensaje, también, a los políticos:
“No sean mierdas. Yo sé que en todos los lugares ha
habido desgracias. Pero, ¿dónde están todos esos pinches güeyes que quieren tu
voto? ¡Vengan a acarrear cascajo, a partirse la madre!’’.
Nayeli caminó
cerca de los escombros segundos después de la tragedia. Ahí, a un costado de
una avenida importante en la Ciudad de México, la gente empezó a llegar a mover
piedras. Entre ellos estaba Ernesto.
Acababa de pasar el aniversario
Ernesto, de 71
años, habló para este texto con una guayaba en la mano. Se la dieron los
voluntarios y aún no pretendía comérsela. Él vive en una casa que comparte
territorio con el multifamiliar. Escuchó el golpe, vio polvo y quiso ayudar.
“Me agarró en la
cocina. Mi hermana andaba ya abajo, y le pregunté: ‘¿Qué pasó?’. Le informaron
de la caída. Su vivienda aguantó.
“En un principio
sí estuve ayudando ahí, un poquito. Ya había gente arriba’’, contó. Luego, en
la noche, ya no lo dejaron pasar. No tenía casco ni herramienta. Ahora ronda
entre el caos, esperando que terminen las labores (para bien).
El hombre
conocía a sus vecinos del 1 C. “Compartió’’ con ellos los aniversarios de la
unidad, los cuales se “festejan’’ cada septiembre. Y se apunta entre comillas
porque la celebración era sin celebración. Espera de noche en una banca, la que
está frente al refugio del cansancio de Julia, maestra de universidad que lo
perdió todo.
Era una licuadora
“¿Te cuento esos
momentos? Fue el Apocalipsis. No hubo manera de prevenirse. Se soltó con todas
sus fuerzas. Cuando yo alcancé a correr 10 metros para llegar a la puerta, fue
imposible salir. Era estar adentro de una licuadora. El ruido. Todas las cosas
de adentro empezaron a volar, todo, todo […]. Te aturdía’’, contó Julia, quien
estaba en la torre vecina de la que se cayó en el conjunto urbano, a un costado
de Calzada de Tlalpan.
“Cuando el
edificio se desplomó, fue como si hubieras metido hielo a una licuadora. Fue,
de verdad, impresionante’’, narró Julia. Al abandonar el edificio, una cortina
de polvo dejó ciega a la mujer. No pudo ver nada ni a nadie en los primeros
instantes. “Parecía que me habían echado un costal de arena’’, dijo.
Con ella viven
su hija y su esposo, pero ellos estaban en la escuela y trabajo. Tuvo que salir
por su propio pie y pasar a centímetros de personas atrapadas, sus vecinos. “En
ese momento no piensas. Los vecinos estaban callados. Nadie daba crédito a lo
que había pasado’’, lamentó.
Desde ese
instante esperó en un banco ubicado al otro lado de la avenida. Aguardó a su
esposo, quien venía caminando desde Barranca del Muerto, en la delegación
Álvaro Obregón, y a su hija.
La entrevistada
no aguantó las lágrimas cuando recuerda que mucha gente se quedó sin casa y
ahora pasa las noches en los albergues, o bajo la lluvia.
– ¿Qué les dicen
las autoridades?
– Hay versiones
encontradas. Hay los que dicen que se tienen que demoler los edificios, hay los
que dicen que sí tiene solución. No tenemos un peritaje serio hasta ahorita.
Julia sintió el
temblor ahí mismo. Gabriela, su vecina, también lo percibió, pero a la
distancia, en su oficina.
Gaby se queda
Gabriela salió a
trabajar el martes. Pasó por la unidad habitacional y la vio intacta por última
vez. La mujer conocía a “casi todos’’ los del 1 C. Al volver a casa, ya sin
sol, halló tristeza y esperanza, dijo ella.
Gaby’ ahora
deambula por la zona. Café en mano y suéter para el frío. No quiere irse,
siente que debe aguardar, pues no estuvo presente durante el sismo de 7.1
grados que golpeó a México.
“Quieren hacer
demolición, pero los edificios (señaló a los de la orilla) están en perfectas
condiciones. El Gobierno miente, miente terriblemente, hay muchos muertos’’,
apuntó.
A los días los
tacha de “agotadores’’. Y es que hay que “aguantar porque hay lluvia, aguantar
porque hay calor, porque hay gente todavía debajo de los escombros. Hay que
aguantar porque los vamos a sacar. Y no vamos a permitir que el Gobierno
derrumbe nada. Tal vez ellos tienen mucho dinero y no se dan cuenta, pero somos
trabajadores de corazón, somos mexicanos. Sólo diré que hay más mexicanos
buenos que malos’’, terminó.
Rubí y su mensaje
Rubí Valencia sí
vivía en el 1C, ahora derrumbado, pero no estaba adentro. Se salvó. Ahora
duerme en casa de su hermana, pero vigila la zona, pues, aseguró, la rapiña
comenzó.
“Han robado
cosas, documentos, objetos de nuestro edificio colapsado. Y no sé en qué
momento lo hacen. No nos dejan pasar, pero es importante que se sepa’’,
denunció.
“Es lamentable,
no se debe de permitir. A nosotros como vecinos, como damnificados, no nos
dejan acercarnos, obviamente por el peligro, pero ¿por qué sí a los que se
llevan las cosas? Finalmente yo no sé si las autoridades nos vayan a apoyar
económicamente, con un espacio para habitar, no sé. El Delegado [Valentín
Maldonado] no se ha acercado, parece que mandó gente, pero él no’’, concluyó.
Las estrellas de Taxqueña
Y llegó la
tercera noche al multifamiliar, y la tercera madrugada. Y los edificios
siguieron igual. Castillos de naipes, frágiles. Y llegaron las estrellas, pero
las nubes y su lluvia impidieron verlas. Y Coyoacán durmió vulnerable, pero no
devastada. La gente siguió ofreciendo tortas, guisados, cafés y hasta masajes
para evitar la tensión.
Y llegaron las
estrellas de la tercera noche. Y los vecinos de Taxqueña durmieron bajo estas.
Expuestos. Pendientes de cifras inexactas.
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