El 11 de septiembre es una fecha que ha cambiado dos veces el curso de la historia de manera perversa, y en las dos fechas están inmiscuidas las garras del gobierno norteamericano.
En 1973 con la ayuda de la CIA, el gobierno de USA capitaneado en ese entonces por la dupla republicana Nixon-Kissinger, los reaccionarios y ricachones de USA y Chile junto a las fuerzas armadas formadas por los jefes militaristas pro-EEUU, los mejores años de los tiempos fríos, lideradas por el dictador Augusto Pinochet; con el uso de todo el aparato bélico e impulsando el terror, de las mejores escuelas del imperio; derrocaron al gobierno popular de Salvador Allende elegido por sufragio universal, e impulsaron la implantación del modelo neo-liberal que luego se impondría en casi todo el planeta.
En el 2001 se desplomaron las torres gemelas en Nueva York, en pleno corazón del sistema económico mundial y en donde hoy se dicen liderar el mundo libre y “democrático, impulsando desde ese mismo día una nueva cruzada contra el llamado terrorismo, excusa muy bien utilizada para perseguir e ilegalizar movimientos populares y libertarios, como lo son la insurgencia colombiana y los libertarios de Euskadi.
Hace 38 años las fuerzas armadas junto a los sectores financieros y las clases dominantes en Chile interrumpieron una de las democracias representativas más estables de Latinoamérica.
En 1970, en Santiago, había llegado a palacio el primer presidente popular, en el hemisferio controlado por los EEUU y bajo los mecanismos de la democracia electoral tan pregonada por Washington. Al cabo de 3 años los partidos de la Unidad Popular y el MIR habían desarrollado una enorme influencia en la organización del movimiento popular.
El surgimiento de cordones industriales y de diversos organismos obreros y comunitarios estaba amenazando la unidad de las FFAA y los intereses de las multinacionales estadounidenses.
Los dueños del poder Norteamericano no podían permitir que surgiera una alternativa popular, democrática y revolucionaria en otra parte del continente, después de Cuba Socialista. Para eso estaba el gendarme de la democracia occidental para evitar que naciones subdesarrolladas pudiesen dar dicho paso.
La CIA financió, organizó e impulsó el golpe militar en Chile y como Brasil se propagó por todo el continente la doctrina de seguridad nacional, asi el gladiador de la democracia, los EEUU, respaldaron las dictaduras militares que sembraron la muerte y la miseria en nuestra américa latina. El bombardeo al palacio de La Moneda consolidó a las juntas de Bolivia, Uruguay, Brasil y Paraguay, y allanó el camino para el establecimiento de la dictadura militar en Argentina y el arribo de los reaccionarios en Perú.
El modelo económico-social que empezó a ser aplicado en Chile cambiaría la fase no sólo del país sino de toda la región. Pinochet echaría abajo el sistema del estado de bienestar, de incentivo al mercado interno y el de industrialización vía sustitución de importaciones impulsado después de la segunda guerra mundial. La escuela de los economistas de Chicago afirmaba que para levantar a un país había que hacer que el estado privatizara las empresas y se redujese el gasto social en educación, salud y beneficios sociales. Mientras más se redujeran los aranceles y el proteccionismo y más se abrieran las economías en desarrollo al capital extranjero, más inversiones se captarían. Chile se convertía así, en un nuevo experimento político-económico y ahora a través de la fuerza de las armas, al servicio de la burguesía financiera.
El nuevo modelo permitió el crecimiento de un sector muy enriquecido dedicado a exportar materias primas e importar bienes de consumo. Por otro lado acentuó la polarización social y la marginalidad. Desde los ochenta y luego de la caída del mundo bipolar todo el Tercer Mundo fue girando hacia la receta chilena. Bajo el lema de atraer inversionistas y exportar, se fueron reduciendo los salarios reales de amplios sectores.
Hace un año presuntos suicidas volaron las dos torres que simbolizaban el centro del capitalismo mundial así como a las instalaciones del Pentágono, sede del mayor aparato bélico creado por la humanidad. Este ataque condujo a Busch a una profundización en la estrategia de quien se erige como el policía global.
El principal eje de los EEUU pasó a ser la lucha contra el terrorismo y contra los 'ejes del mal'. Antes del 11 de septiembre del 2001 venía creciendo un fuerte movimiento social contra la globalización.
Utilizando demagógicamente las muertes de Nueva York Bush inicio toda una ofensiva contra la paz y contra los países que ofrecían y ofrecen una amenaza para sus objetivos dominadores. Un presidente impopular que fue ungido en su cargo pese a que perdió las elecciones, se convirtió de la noche en la mañana en uno de los mandatarios con mayor índice de aprobación en la historia de los EEUU.
Bajo el pretexto de erradicar el terrorismo se justificaba dar la espalda a las reformas sociales o de protección al medio ambiente, y se justificaba imponer mano dura contra todo régimen o movimiento social que no encuadre con los EEUU.
La única superpotencia que queda se puede dar el lujo ahora de ignorar los acuerdos pro-ecológicos de Kioto, no acepta el establecimiento de una corte penal internacional, de no experimentación con armas bacteriológicas y químicas o de dar trato humanitario a prisioneros de guerra. La guerra contra Afganistán no consiguió dar con el objetivo declarado: capturar a Bin Laden; sin embargo, logró imponer a nivel global la nueva estrategia donde es necesario imponer la fuerza para garantizar el nuevo orden mundial dominado por las grandes corporaciones y los EEUU. A la imposición ya de los frentes económico, político y social; el imperio agregaba ahora la imposición de su frente militar para todo el planeta.
A Bin Laden, sindicado como autor de la matanza de Manhattan, y formado ideológica y técnicamente en los cuarteles de la propia CIA, se le persiguió sin respetar la soberanía de otros países o la vida de inocentes. Mientras las potencias occidentales liberaron a Pinochet cuando se le detuvo, para poder dar con Bin Laden no han dudado en matar a miles de civiles afganos, utilizar bombas como las 'deshojadoras de margaritas' (las mismas que destruyen toda vida en medio kilómetro radial) e invertir mil millones de dólares por mes en bombardeos contra uno de los países más pobres del planeta.
Si miramos hacia el 11 de septiembre de 1973, en donde la CNN no mostró los campos de prisioneros, ni menos mostró los aplausos de Nixon y la alegría de Kissinger frente a los asesinatos que la dictadura militar en Chile realizaba en nombre de la tan mentada protección de la libertad. Hoy día la misma cadena noticiosa – parte del poder ideológico mundial- que alaba las andanzas imperiales de Bush y su camarilla de yanaconas y serviles en pro de la misma “libertad”, jamás dijo nada acerca del terrorismo estatal que se llevaba a cabo en Latinoamérica, protegido y financiado por las diferentes administraciones del propio EE.UU., que hoy sigue su simulacro con aquella conspiración de bandera falsa que le achacó a un individuo y a un país para arrasar con su economía y fortalecer la propia, fincada en la economía de la guerra… de su propia guerra de fanáticos armamentistas y ciegos cerebrales que se la creen…
--
--