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martes, 21 de junio de 2011

¡Hossana, Hossana... ha llegado el pinchi calorón...

Aunque las altas temperaturas se han sentido acá en Hermosillo desde hace más de 20 días, hoy inició oficialmente el verano en el Hemisferio Norte, según el convenio astronómico.

La estación que comenzó a las 10:16 horas es la más larga del año desde hace algunos siglos: durará 93 días y 15 horas. El otoño dará inicio el día 23 de septiembre, cumpleaños de Don Salvador.

Pablo Armando Loera, encargado del Área de Astronomía del Departamento de Investigación en Física de la Universidad de Sonora, dijo que solsticio de verano marca el cambio de estación.

“Astronómicamente hablando, de lo que se trata es de que la Tierra llega a un punto determinado en su órbita, de ahí que se dé este cambio de estación, todos los años aproximadamente en las mismas fechas.

“Lo que pasa en esta fecha, es que esta inclinación (del eje de la Tierra) hace que el Sol en ocasiones se vea más cercano al horizonte.

Debido a que la Tierra tiene diversos mecanismos para almacenar calor, añadió, se puede llegar a temperaturas más altas en días posteriores.

Uno de los aspectos del verano es la mayor incidencia de luz solar y esto invita al incremento de las actividades exteriores.

“Una petición al público es tomar las debidas precauciones para no exponerse tanto a la radiación solar”, expresó, porque si no se cuidan pueden quedar como el “Polacas”©.

Por su parte, Martín Ricardo Barrón Félix, jefe del Departamento de Meteorología de la Conagua, dijo que el inicio del verano es un aspecto astronómico no meteorológico.

“Eso es una cuestión es meramente astronómica, mucha gente piensa que porque comience el verano va a hacer más calor, pero realmente las temperaturas altas ya tenemos buen rato que las venimos registrando.

“El comportamiento de la atmósfera no se ve tan influenciado por el hecho de que cambiemos de un minuto a otro de estación; eso ya viene, aunque sea de forma lenta, pero viene creciendo el registro de las temperaturas”, añadió.

Fuera de lo que dice el Guarrón Félix, el simple nombre del verano me recuerda un hecho feliz: la lectura hace 35 años del libro El vino del estío (o El verano del adiós) o The Dandelion Wine, que es su título original.

Quizá debemos rascarle un poco a la superficie de la palabra estío para entender esto.

La palabra estío viene del adjetivo latino aestivum (tempus) 'veraniego', derivado de aestas, aestatis 'verano'.

La base etimológica es aestus, us 'calor' ardiente, agitación del mar, vehemencia de pasiones', de donde proviene el castellano estuario 'agitación de las aguas en la desembocadura de un gran río' y probablemente estela 'rastro de agua en el mar', a través del portugués esteira.

La raíz es indoeuropea (aidh-) presente en el griego αίθώ 'enciendo' y el latín ædes, is 'templo' y luego 'edificio', partiendo de un sentido inicial de 'fuego sagrado'.

O sea que estío significa verano. Así nomás.

El caso es que El vino del estío narra las aventuras de Douglas Spaulding en su pueblo natal, Green Town, Illinois, en aquel verano de 1928.

Un resumen bastante compacto dice:

En tres prodigiosos meses de 1928, Douglas Spaulding observa, escucha y saborea las sorpresas rituales de un verano especial: el descubrimiento de la vida y la muerte, el último tranvía, la limpieza de las alfombras, la aparición de las hamacas en los porches, la cosecha del vino del estío...

...pero también máquinas extraordinarias y mágicos misterios: la Máquina de la Felicidad, que casi destruye la felicidad de su inventor: la Máquina Verde, que pasea a dos viejas señoras por las calles del pueblo; la Máquina del Tiempo en el cuerpo de un viejo coronel; la terrible y fabulosa Madame Tarot... lo fantástico y lo cotidiano se dan la mano en esta deliciosa crónica de un verano visto a través de los ojos de un muchacho de doce años.

Así que el verano, además de tener para nosotros —los hermosillenses cautivos en este enorme rancho con fuentotas y puentes carísimos— un rostro perverso por aquello de los calores mortales, también está la otra cara de la moneda que nos ofrece la literatura de ficción en la pluma de Ray Bradbury.

Para quien no ha leído El vino del estío, este verano es una buena oportunidad para hacerlo.

Y si tienen una bebida refrescante a su alcance, pues mucho mejor.

Así que… ¡salud!

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