A los muertos se les cubre con sábanas. Si son héroes, con banderas que expresan su valor. Si son capos…
La foto del cadáver de Arturo Beltrán Leyva que recorrió el mundo en las agencias informativas parece inaugurar una mitología de la sucia muerte; la manera como fue mostrado, en un auténtico perfomance funerario, es todo un relato sobre la conducta sucia y sus consecuencias.
La foto impresiona. Si la capacidad de asombro nacional había disminuido ante la profusión de cadáveres ensangrentados, éste no permite pasar de largo. El cuerpo semidesnudo está tirado sobre una sábana: fue movido del lugar donde cayó. Tiene la mano torcida en ángulo recto, señal de que la orden no fue “colóquenlo”, sino “échenlo ahí”.
Alguien dedicó un buen rato a cubrir el cadáver. Asusta pensarlo. ¿Por qué tanto cuidado en preparar esta imagen? Quien lo haya hecho ignoró por completo la cabeza y los pies y se enfocó claramente alrededor de los genitales, desde las piernas hasta el pecho: que tenía muchos huevos, eso no se lo escatima. Alguna grandeza le reconoce.
Lo taparon con lo que traía consigo. Había símbolos religiosos, pero sobre todo quedó un elocuente tapiz de billetes clasificados con orden. Claro que ninguno de veinte ni de cincuenta.
En hilera desde las rodillas hasta el pecho se muestra una y otra vez al general Zaragoza, defensor de la integridad de la Nación: es la zona de los billetes de quinientos pesos, ensangrentados, pegados sin arrugas ni dobleces a la piel. El estómago muestra billetes de mil pesos y uno que otro perdido de cien dólares. Porque la zona de los dólares está a un lado, sobre la sábana y el brazo derecho del cuerpo. Ahí no hay duda: es el territorio de Franklin. En hileras bien formadas como highways aparecen los benjamines todos hacia arriba, también teñidos de rojo oscuro.
Dinero sucio, cuerpo ensangrentado y muerte se exhiben juntos para humillar, para convertir esta muerte en un castigo ejemplar. Como una cabeza que apareciera colgada, es una imagen que habla de lo que se va ganando y lo que otros van a perder. No es raro que los cárteles hagan uso de este tipo de presentaciones amenazantes, pero esta vez no fue ninguno de ellos. Son las fuerzas del Estado que adoptaron el lenguaje primario del narco. Da lo mismo quién lo haya preparado, el hecho es que fue permitido. A los capos se les cubre con su dinero sucio. “Ahí tienes tus billetes”, parece decir la foto. Es el lenguaje de la guerra.
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Luis Petersen Farah, Milenio.com
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