Hoy quisiera hablar de lo que me gusta. Por lo menos en lo que respecta a la vida pública (tampoco es que quiera ventilar fobias y filias de la vida privada). Y a mí lo que en verdad me gusta son los malnacidos. Los del movimiento #YoSoy132, los que votan por y en contra de los parquímetros, aquellos que marchan con Javier Sicilia, las bases del EZLN, los que protestan en Sonora por la imposición de la tenencia, todos los ciudadanos a los que los políticos descalifican porque se atreven inmiscuirse en lo que consideran su coto profesional. En suma, me gustan los que salen a las calles a incordiar a funcionarios y autoridades y a recordarles que la cosa pública no es su cosa nostra.
El término malnacidos lo generó involuntariamente hace unos días el gobernador de Sonora, Guillermo Padrés Elías, al señalar que no era de sonorenses bien nacidos protestar en contra del impuesto a la tenencia de vehículos, durante la celebración de la Serie del Caribe.
Al gobernador le pareció de muy mal gusto que los ciudadanos le recordaron la traición a una de sus promesas de campaña (la supresión de tal impuesto) y lo exhibieran públicamente. Peor aún, consideró que era de bastardos o sonorenses ilegítimos los que osaban incurrir tal atrevimiento.
Pocas veces he visto una muestra más palpable del desprecio de una autoridad en contra de la participación ciudadana. Pero la respuesta de los sonorenses fue tan ingeniosa como elegante: organizarse de manera espontánea en el movimiento de los Malnacidos, a mucho orgullo.
Ojalá hubiera más malnacidos de estos en todo el país. A mí me parecen los verdaderos héroes de nuestros días. Con algunas banderas estoy más de acuerdo que con otras. Con algunas incluso podría diferir abiertamente; pero me encanta que estén dispuestos a salir a la calle y desafiar a la autoridad. No estoy seguro, por ejemplo, si conviene o no a la salud pública de Sonora que se cobre o se exima el impuesto por tenencia vehicular. Lo que no es admisible es que un candidato use una promesa para ser elegido y luego haga justamente lo contrario a lo prometido. En tal sentido es de un buen “malnacido” la necesidad de cuestionar y desnudar al falso e hipócrita bien nacido.
No confío en los cambios que vienen de arriba. La construcción de la democracia y una sociedad más justa, si lo conseguimos, no vendrá por las pequeñas dádivas que la clase política conceda graciosamente, para ganar tiempo y margen de gobernabilidad. Vendrá por la presión desde abajo que obligué a la autoridad a la rendición de cuentas, a la eliminación de la impunidad, a la competencia política real.
Me parece que hoy están surgiendo en México legiones de malnacidos. Decenas de miles de ciudadanos “ilegítimos” desde tuiter y Facebook que están poniendo contra la pared a esos que reparten títulos de legitimidad a los mexicanos pasivos, despolitizados y apáticos. Para Padrés y compañía son bien nacidos sólo aquellos que van a las urnas a votarlos y se olvidan de los asuntos públicos otros seis años. Aquellos que permiten que le sean enajenados sus derechos y los asuntos que deberían ser de interés común, y no patrimonio exclusivo de los políticos.
Alberto Ruy Sánchez me dijo que en una etapa temprana de la vida había decidido escribir sobre las cosas que le gustaban y dejar de hacerlo sobre las que le disgustaban. En consecuencia optó por hacer literatura y no análisis político. Su comentario me hizo caer en cuenta que he dedicado meses a utilizar este espacio para denunciar lo que no me gusta: vicios públicos, corruptelas, infamias de la clase política.
Pero hoy seguí su consejo. Los malnacidos me encantan. Y su proliferación a lo largo del país es muy probable que comience hacer más placentera la tarea de escribir sobre la vida pública y la manera en que va construyéndose este país desde abajo. ¿No creen?
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Jorge Zepeda
www.jorgezepeda.net
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