Trova y algo más...

domingo, 7 de junio de 2009

Igualitos que el Tío Lolo...

No hay que ser un genio para darse cuenta que, de frente a las elecciones de julio, a la política sonorense en general le hace falta un buen catcher, uno que desde su posición tenga la visión total del campo y pueda dirigir a los demás para poder sacar el partido. Recordemos que, como en el beisbol, en la política gana quien anota más carreras, sean en sentido metafórico o, en rigor directo, como en aquellos viejos del carro completo: arrebatando y corriendo, que son gerundios.
Dejémonos de cuestiones éticas: la civilidad no es un asunto que esté en juego hoy por hoy en el campo de la política. Se da por hecho que la civilidad es como el Cha-cha-cha... Charmín, que sirve para lo que todos sabemos, y por ello no se pierde tiempo en defender guerras perdidas de antemano. Claro, para que la obra de teatro sea realista y la sociedad política no se salga del auditorio, tanto candidatos, partidos y el CEE han de actuar su papel como debe ser: rasgándose las vestiduras con discursos que más tardan en disolverse en el aire que en pasárselos por el arco del triunfo. Sí, nuestros políticos juegan perfectamente el papel del Tío Lolo, ése que se hace pendejo solo.
Sócrates, el filósofo no aquel viejo futbolista, decía: “Ruego a los dioses que me cuiden de mis amigos. Que de mis enemigos me cuido yo”. Tal vez es tiempo de que todos nosotros reflexionemos sobre esto, justamente ahora que por todos lados andan individuos que se dicen, con voz golosa y mirada cursi, “amigos del pueblo... o amigos de la famiglia...”
Resulta que todos ellos, candidatos a los puestos de elección en juego, ya se dieron cuenta de que son nuestros amigos, que quieren nuestro bienestar y que pondrán todo de su parte para que la gente (es decir, esa masa anónima y miserable que lo único que tenemos de valor es nuestro voto) sea no solamente feliz, sino que finalmente sea gente; es decir, personas de carne y hueso, no nada más carne de cañón de cada proceso electoral.
Es curioso que esos hombres que gozan y tienen o han tenido el poder, de pronto se marean y pierden el piso. No es muy difícil percatarnos de ello: los videos, los discursos y las entrevistas están ahí, al alcance de todos, para que revisemos y nos demos cuenta de qué está hecha la mayoría de esos individuos que tocan a nuestra puerta para pedirnos el voto. Y hay de todo: altos y chaparros, negros y blancos, gordos y flacos, inteligentes y tarados. Y en un momento de su vida les gusta hacerle al Tío Lolo para que la crítica no los destroce... o los alabe, dependiendo del color de la camisa...
Tal vez por esa razón, un viejo y respetado político, militar por cierto, señalaba: “El poder marea a los inteligentes, pero a los pendejos, los enloquece”. Así que debemos tener cuidado con los locos, sobre todo a los locos con iniciativa. Recordemos las palabras del general Álvaro Obregón: “Un pendejo con iniciativa es más peligroso que un toro bravo”. Y México ya no está para seguir lidiando con toros y con bueyes. Necesitamos ver hacia adelante.
Se ha dicho no sin razón que un país que no tiene buenos gobernantes, como México, crece cuando los políticos duermen, y se destruye en cuanto se despiertan. Seguramente por esas y otras muchas razones los mexicanos ya no tenemos confianza en los políticos y en los partidos, porque además vemos que los políticos saltan de un lado al otro con total cinismo y de acuerdo a sus intereses personales, y los partidos simplemente son un gran negocio y un centro para dar ocupación a muchos "políticos de tiempo completo", que viven gracias a los dineros que les dan y que salen de los impuestos que todos pagamos: veamos los cartelones y las megalonas para constatarlo.
Efectivamente, la política es un enorme negocio y no hay duda que en este negocio los políticos no tienen ni principios ni ideología. Se dice que en los tiempos de la Reforma, los hombres que acompañaron a Benito Juárez, mitología al fin, eran capaces de vender su casa para la causa, en cambio ahora los políticos venden la causa para comprar más casas.
Claro que todo hombre tiene el derecho de cambiar de ideas (si se cambian de sexo, no podrán cambiar de ideología: uhhhh) de acuerdo a sus intereses, no tiene por qué ser partidario de un grupo por siempre; puede cambiar porque el hombre tiene esa capacidad y el sistema se lo permite. Pero debe tener algo de congruencia y no mostrar los cuartos traseros a la menor provocación o cuando cree que al cambiar puede garantizar mejores negocios y más dinero para su enriquecimiento personal.
Igualmente, quienes nos gobiernan habrían de tener la congruencia de ser de una sola pieza y no manejar el doble discurso. Si se comprometieron con la ciudadanía para ocupar un cargo durante el tiempo señalado en su elección, pues a echar para adelante el compromiso y cumplir cabalmente con su responsabilidad. No se vale andar con sospechosismos de listas subterráneas para cargos de elección popular y salir luego con el cuento de: “A mí no me digan nada, yo ni sabía”. Exactamente: como el Tío Lolo.
Y si así es la maceta de la demagogia en estos días, me pregunto... ¿cómo serán las flores?