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martes, 3 de mayo de 2011

Alan García, Juan Pablo y Osama: no se rían que es en serio...

Siguen —“¿o seguimos?”, la mosca dixit— los arrastrados aportando su diezmo a la estupidez.

Ni modo.

Sólo falta que salga Lady Gaga a cantarle una canción compuesta por ella misma —o por Camila, total si les da un Grammy le entran, ¡a-ñil!— al asesinato de Osama Bin Laden.

Y ahora le tocó el turno al presidente peruano Alan García, quien se congratuló de tal manera con la noticia de que el líder de Al-Qaeda, el tal Osama, había caído muerto ante las toneladas de balas que dispararon durante 40 minutos los efectivos gringos en Pakistán, donde tienen vía libre, según parece, como en la mayoría de los países jodidos del mundo.

Y no contento con ello, el García de marras le siguió derecho en la pendejez y le atribuyó esa matanza a una intervención milagrosa del santo Juan Pablo II —“póstuma”, añadió innecesariamente el peruano, porque ya desde hace unos años el fallecido pontífice está en calidad de abono para las plantas.

Y mientras que el gobierno venezolano y otros —incluyendo el gobierno monárquico de la república de Historias del Lado Sucio— condenaron las celebraciones espontáneas de los estadounidenses tras anunciarse la muerte del que era considerado artífice de los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001, algunos mandatarios latinoamericanos felicitaron a Washington por la exitosa operación militar para acabar con el fugitivo.

Calderón lo hizo —a nombre de los mexicanos… que todavía creen en él—, vía twitter: ya ven que es lo mismo pero más barato; “o sea, son noticias genéricas”, diría el zar de la información en la Universidad de Zoonora, el Dr. Óscar “Polacas”© Holguín.

Dijo Alan García: El primer milagro de Juan Pablo II "fue llevarse del mundo a la encarnación del mal, a la encarnación demoníaca del crimen y del odio, dándonos la noticia de que quien volaba torres y edificios ya no está".

“Creo que éste es el primer milagro del beato Juan Pablo II que debemos tener muy en cuenta”, agregó.

Los que creemos de lejecitos en dios y toda su cohorte de santos y santurrones, pensamos más bien que el primer milagro de Juan Pablo fue que los periodistas que recogieron la noticia del gobernante peruano tras una actividad pública en Cusco, a 570 kilómetros al sudeste de Lima, no se murieran de risa o de diarrea tras esa contundente e hilarante declaración presidencial.

Y es que así son los presidentes surgidos de la necesidad y la ambición.

Lo que sí es irrefutable es que ni los peruanos ni los mexicanos nos merecemos ese tipo de declaraciones tan de arrastrados de espíritu.

En cambio, el vicepresidente venezolano, Elías Jaua, dijo a la televisora estatal que “antes, por lo menos los gobiernos imperiales guardaban la forma. Ahora la muerte de cualquier individuo es abiertamente celebrada por los jefes de los gobiernos que bombardean y que son bombardeados”.

Así está el mundo, chinga’o

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