Trova y algo más...

viernes, 12 de febrero de 2010

El Sindrome de Manolo Madero...

 
Llegó el Polacas© digamos que muy musical el otro día, colocó su maletín sobre el archivero que Doña Milo usa para guardar con cariño todas sus nostalgias, se sirvió un vasito de café y me dijo: “Siéntate a mi lado mi reciente amigo, tómate una copa mientras escuchamos aquella canción. Tú no me conoces ni yo te conozco pero este momento quiero ser tu amigo por una ocasión…” y luego me dijo —como si él acabara de descubrir el hilo negro y yo se lo hubiera preguntado—: “Un síndrome es el conjunto de síntomas que caracterizan una enfermedad o el conjunto de fenómenos característicos de una situación determinada”. 

Después —como ya venía encarrerado el ex abanderado del PUS, siguió la perorata—: “Para la medicina, el síndrome es un cuadro clínico que presenta un cierto significado, ¿mentiendes? Gracias a sus características, que actúan como datos semiológicos, posee una cierta identidad, con causas y etiologías particulares. Como ejemplo, podemos —¿podemos, Kimosabi?— mencionar al síndrome de Down, un defecto congénito originado por la presencia de una copia extra del cromosoma 21 o de una parte del mismo en el organismo. Verás, cochito, que los sujetos afectados por este trastorno, que se conoce también como Trisomía 21, sufren retardo mental, son propensos a los problemas cardíacos y presentan facciones características”.

Yo nomás me quedé callado, como haciendo un cigarro de hoja, y ya que no decía nada, pues el Polacas© continuó con su clase: “El síndrome de Asperger, por su parte, es un trastorno generalizado del desarrollo. Las personas afectadas por este síndrome presentan fallas en su inteligencia interpersonal o empatía, pa’ qué entiendas, por lo que no son capaces de reconocer los estados emocionales ajenos; en cambio, el síndrome de abstinencia es un conjunto de síntomas provocado por la reducción o suspensión de la dosis habitual de una sustancia de la que se tiene dependencia. Es usual, por ejemplo, en los drogadictos que dejan de consumir su ración cotidiana o cuando el Papadzul deja de ir al Pluma Blanca dos días seguidos: la muelte, chico…”

“Por último —me dijo ya como colofón—: podemos destacar al síndrome de Estocolmo, que se produce cuando una persona secuestrada termina por comprender las razones de sus captores y establece un vínculo afectivo con ellos. Recibe su nombre por un hecho sucedido en la capital sueca en 1973; en un robo al banco Kreditbanken, los delincuentes mantienen como rehenes a los empleados durante seis días. Cuando los captores se entregan, las cámaras advierten que una de las víctimas besaba a su captor. Más adelante, en el juicio, los secuestrados defendieron a los delincuentes”.

Y después, mi reciente amigo Polacas© según la melodía que él mismo entonara al inicio de esta columna, pero que en realidad no era más que una parodia de “Tómate una copa”, escrita por Ramón Inclán y que Javier Solís hiciera éxito en la radiola del bar “Aquí me quedo”— se quedó en silencio, mirando fijamente el vasito, apuró el último sorbo ya todo babeado y soltó su clásica risita de hiena mientras se erguía, se dirigía al archivero y tomaba su maletín de defensor de oficio retacado de gacetas para después perderse en la luminosidad de las diez de la mañana que se desgranaba como llovizna fina sobre la estatua del Pensador…

Eso fue hace como tres días, y hoy recordé esa escena de comedia de enredos porque entre ayer y hoy he andado así como contagiado por el recién descubierto "Síndrome de Manolo Madero"; es decir, ese estado del alma que genera infinitas ganas de mandar todo a la tzingada de manera por demás irresponsable, pasándose todo lo humanamente pasable por el arco del triunfo, con un cinismo propio de legislador gratuito, de esos que no le hacen falta a nadie: ni a la democracia ni a la sociedad ni al beisbol, para terminar pronto y de una vez…

Seguro que ustedes recuerdan el obsceno episodio protagonizado por el diputado plurinominal que le da nombre a este infeliz síndrome, supuesto legislador en el Congreso del Estado de Sonora, y antes dirigente en la entidad del partido propiedad de Elba Ester Gordillo, Nueva Alianza, y antes líder de alguna sección local del SNTE de esas que no sirven para nada más que darle refugio a unos cuantos individuos que han acuñado la memorable frase “El trabajo embrutece al hombre”, y antes —por lo mismo— dirigente de cualquier cosa que no sea estar en el aula dando clases a los chamacos de primaria… por fortuna, porque con ese bagaje moral, pues mejor un toque de bola por la primera, nomás para mover a los corredores…

Sí, el mismo diputado de regalo que se largó a Venezuela a disfrutar la Serie del Caribe, fue fotografiado en las gradas del estadio de Isla Margarita disfrutando de gentil compañía, y que a su regreso dijo que no tenía porqué disculparse con la sociedad sonorense, pues no estaba arrepentido de lo que hizo, ya que en primer lugar en el Congreso no había tareas legislativas, nunca se escondió de nadie ni engañó a los diputados ni a la sociedad al justificar su ausencia, y los gastos que hizo por el viaje fueron de su bolsillo, no del erario, aunque ahora está consciente —ni modo, no todo tenía que salir a la perfección, mi Manolín— que tendrá que ser sancionado por el Congreso de acuerdo a la Ley Orgánica, que es el descuento del día de la sesión extraordinaria del pasado 4 de febrero, y eso mismo echa por tierra el argumento de que no había tareas pendientes en el recinto legislativo en el que todos los demás diputados —muchos de los cuales no sólo les gusta el beisbol, sino que lo juegan muy bien y con cierta constancia— se quedaron a despachar los asuntos que el pueblo —que por cierto no tiene día ni hora para solicitar que sus necesidades vitales les sean satisfechas, porque el hambre y la pobreza tocan la puerta en cualquier momento— les plantea no para que los escuchen, le den carpetazo y se larguen al beisbol, sino para que le den rumbo a la esperanza en un Nuevo Sonora —según dicen— con tipos que todavía viven no en el Viejo Sonora, sino en el arcaico, hacendario y sindical Podrido Sonora.

Como el tipo ese, no sólo yo, sino casi todos los sonorenses quisiéramos largarnos del país por un par de semanas sin tener que pedirle permiso a nadie ni perdón a todos, pasárnoslas a toda progenitora lejos de aquí, valiéndonos máuser lo que pase en el estado, que para eso están los demás, y de paso decirle a quien nos reclame que se vaya directito al averno y de paso que cheque su mail.

Claro que eso quisiéramos todos porque está difícil aguantar sin encarbonarse todo lo que sucede a diario en Sonora: muertos que amanecen cocidos a tiros, descabezados, con narco mensajes o simplemente arrasados por la impunidad y la incapacidad de las autoridades; y encima, tolerar con una sonrisita —sea por el frío, sea por los nervios— las torpezas de un tipo que se firma como Ejecutivo Federal, ineptitudes que se han ido acumulado como monedas en el casino de la mediocridad mientras el rehilete que engaña la vista al girar, ahora bautizado como festejos de un falso Bicentenario y un más falso Centenario, es publicitado como la gran oportunidad de fomentar la unidad nacional, poniendo bajo el tapete la desigualdad social que el mismo gobierno propicia con sus negocios turbios bajo la manga, esos que han hecho más ricas a las diez familias que se han quedado con más del 90% de la riqueza generada en México durante los últimos 25 años.

Claro que nos gustaría largarnos a cualquier lugar del mundo a cargar las pilas necesarias para soportar un día más en el anonimato infeliz de nuestra historia, a reflexionar sobre lo que somos y lo que nos han hecho como patria y como nación —que no es lo mismo, pero es igual, porque como dice Serrat: de lejos dicen que se ve más claro—, y por supuesto que al final de todo no quisiéramos que nos cuestionaran qué hemos hecho y qué haremos dentro de un par de años con nuestro mínimo capital político, ese voto que sumado al tuyo y al del otro ya serán algunos, como fueron aquí y como han sido en todas esas partes del mundo que se precien de vivir democracias respetuosas y respetables, sin la soberbia de esos diputados de mierda que en todos lados están, menos en su curul…
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