Trova y algo más...

viernes, 5 de marzo de 2010

¿Prohibimos la leche...

Como cantara Chava Flores en Dos horas de balazos: “En las áridas regiones de la América del Norte, se agarraron a balazos polecías y ladrones: Tom Mix, Buck Jones, Bill Boyd, Tim McCoy”. Y eso mismo pasó ayer en la sierra de Ures y Mazocahui: se agarraron a balazos efectivos y sicarios, aterrorizando a la población de aquellas comunidades ya ni tan pacíficas, en un episodio más que se viene a sumar al largo rosario de hechos que nos tienen entre azul y buenas noches —literalmente hablando—, gracias al efecto cucaracha que se dio de una a otra administración, según dicen los especialistas, entre los que por supuesto que no me incluyo: eso es para intelectuales.

La nota en los diarios era tan escueta que ni siquiera llamaba la atención, y eso es alarmante porque s ha vuelto el signo de estos tiempos: “Una noche diferente a lo cotidiano en Mazocahui vivieron el martes las familias que ahí residen al ser buscados en sus casas por sicarios que querían ayuda para evadir la acción de la justicia tras balear una docena de carros.

“Tocaron las puertas en casa de mi hijo, también estuvieron en casa de un sobrino, pero nadie les abrió ahí porque cuando mis parientes se asomaron por la ventana vieron a dos personas armadas”, contó un adulto de la comunidad.

Si la noche por la presencia de sicarios que causaron desmanes fue larga y de tensión para los residentes de Ures y Mazocahui, el día ayer, miércoles 3 de marzo, no fue menos pesado al registrarse varias balaceras entre policías y delincuentes.

Ante el temor de resultar herido en uno de los eventos violentos, los hombres de la comunidad no salieron a trabajar en la reparación de carreteras ayer por la mañana y los niños no asistieron a clases mientras policías estatales y soldados realizaban un operativo en la zona”, concluye la nota y con eso se le da carpetazo a un asunto que debería estar siempre presente entre los temas de mayor urgencia en todos los niveles de gobierno.

Ciertamente, como dicen los expertos, los asaltos, robos, secuestros, extorsión, violaciones y homicidios son el pan —otra vez literal— de cada día en nuestro país. La inseguridad bajo la cual vive la población ha alcanzado tal magnitud que las noticias alrededor de los actos delictivos ya no son noticia; la gente ya vemos todo esto como una parte del paisaje nacional que no merece mayor atención. Y es tal la incidencia delictiva en México que, a menos que nos toque personalmente o a alguien cercano a nosotros, lo que leemos en los periódicos o escuchamos en los noticieros ya no genera la indignación que uno esperaría observar al estar viviendo en una sociedad asolada por la delincuencia.

Décadas de nulo crecimiento del ingreso por habitante, resultado de tener una economía prácticamente atrofiada, explican en parte el alto incremento de la delincuencia en México, pero ésta no es la principal explicación. Esta se encuentra en la negligencia gubernamental de cumplir con su principal razón de ser, que es brindarle a la población seguridad sobre sus personas y sus posesiones.

El gobierno, en sus tres órdenes, efectivamente abdicó de esta función o, peor aun, en ocasiones son los propios miembros de los cuerpos de seguridad quienes protegen a los delincuentes; inclusive, son ellos mismos los delincuentes. La impunidad con la cual se cometen los delitos en este país es realmente inaudita. Y, obviamente, esto no es gratuito; en realidad, la inseguridad en la cual vivimos tiene un costo muy elevado que se traduce en una menor tasa de crecimiento económico y en un menor bienestar de la población.

Los estudiosos del tema señalan que en prácticamente todos los estudios que hacen una comparación de los diferentes países en cuanto al marco institucional vigente como determinante de la competitividad y lo atractivo que puede ser un país como destino de la inversión extranjera, uno de los principales elementos que ponen a México en desventaja frente a otros países es precisamente el alto nivel de inseguridad que prevalece en nuestro país.

Cuando el gobierno, por negligencia o complicidad, no ofrece a sus habitantes seguridad sobre sus personas y sus posesiones, se genera en la economía un desperdicio de recursos que se deriva de que hay quien utiliza recursos escasos que tienen un uso alternativo para delinquir, en lugar de utilizarlos para generar ingreso, además de la asignación de recursos por parte de las potenciales víctimas para tratar de evitar ser objeto del delito.

Ejemplos de este desperdicio de recursos por parte de quienes buscan evitar ser objeto de actos delictivos abundan en nuestro país. Empresas que destinan una parte de sus ingresos para proveerse de seguridad privada, el gasto en el blindaje de automóviles y la contratación de guardias privados, comercios enrejados, chapas de seguridad, alarmas y más son recursos escasos que, al desperdiciarse tratando se sustituir lo que el gobierno no está proveyendo, no son invertidos. La consecuencia es una menor tasa de crecimiento económico.

La atención del gobierno está puesta en el combate al narcotráfico en una guerra que está perdida cuando el principal problema en materia de inseguridad son los delitos del orden común. El costo en que México está incurriendo por esta omisión, medido en términos del bienestar de la población, es sin duda enorme.

Y su guerra contra el narcotráfico podría tener una solución tan simple que ni siquiera es tomada en cuenta de manera seria: legalizando las drogas con normas y procedimientos claros… aunque en México ni siquiera la comercialización de las tortillas siguen esas normas y procedimientos claros, pero son los riesgos que permitirán en cierta forma que la violencia que genera la delincuencia organizada en torno a las drogas, se reduzca; aunque, claro, eso no quiere decir que mañana o pasado surja otro tipo de tráfico ilegal de algo que ni sabemos ahora, como el agua, por ejemplo.

Dice Ramón Mier que la violencia que existe al rededor de la mariguana no es generada por la mariguana en sí, sino por la prohibición de su producción y comercialización. Si la producción y venta de Viagra estuvieran prohibidas, también generaría violencia, igual o peor que la que generó la prohibición de la venta de alcohol en los Estados Unidos. Tanto el consumo de Viagra como de alcohol puede tener efectos terribles en la salud, pueden incluso provocar la muerte, sin embargo no están prohibidos. ¿Por qué no lo están? Quizás porque quienes hacen las leyes suelen ser hombres mayores que consumen ambas cosas ¿no creen?

Él dice que está a favor de la legalización de las drogas. Pero eso no significa que esté a favor de su venta a menores de edad, a un comercio sin ningún tipo de regulación. Nada de eso. Dependiendo de la droga que se trate, debería haber controles más o menos estrictos que los que existen, por ejemplo, para producir y comercializar alcohol. Que quienes vendan, mariguana, por citar a un comerciante de drogas, evitaran venderla a menores pues de hacerlo podrían perder su permiso. Y es que resultaría paradójico que la prohibición, lejos de disminuir el consumo de drogas entre los menores de edad, pueda favorecerlo.

Porque si a un niño de 13 años al que no le venderían una cerveza o una cajetilla de cigarros en una tienda de conveniencia, como Okxo, sí podría comprar un cigarro de mariguana o una dosis de éxtasis afuera de él. Claro que eso no sucede ahora ni sucederá nunca en nuestro país porque la Guadalupana nos cuida desde que se le apareció a Juan Diego.

Y a quienes insisten en que el consumo de mariguana es la puerta para el consumo de otras drogas más peligrosas, les digo lo siguiente: quien hoy fuma mariguana, quizás antes tomó cerveza, y quien tomó cerveza, quizás bebió leche antes de beber cerveza. Así, ¿prohibimos la leche?

Y mientras, ¿qué hacemos? ¿Agarramos la guitarra y nos echamos Dos horas de balazos para estar a tono con los días: En las áridas regiones de la América del Norte, se agarraron a balazos polecías y ladrones: Tom Mix, Buck Jones, Bill Boyd, Tim McCoy...? ¿O le escribimos un soneto a esos ángeles necesarios que nos iluminan con su existencia? Yo, si me lo permiten, me inclino por el soneto, sorry…

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