Trova y algo más...

jueves, 13 de septiembre de 2012

Séptimo rector: Roberto Reynoso Dávila...



Hombre orgulloso de la familia que ha formado, apasionado de la docencia, preocupado por el convulsionado mundo en que vivimos, Roberto Reynoso Dávila está satisfecho con su vida, la que ha transcurrido en una constante búsqueda de la verdad y la virtud.

Roberto Reynoso Dávila nació en Guadalajara, Jalisco, el 11 de enero de 1921. Inició la educación primaria en esa ciudad, en donde su padre laboraba como mecánico en una compañía de transportes eléctricos, y la concluyó en la Escuela Nicolás Bravo de la Ciudad de México. Cuando cursaba el sexto año se acentuó en él el amor por el conocimiento y comenzó a estudiar con gran entusiasmo, actitud que no declinaría a lo largo de toda su vida. En aquel tiempo le atraían especialmente las ciencias biológicas, físicas y matemáticas.

Cursó la educación media en la Escuela Secundaria No. 1 y el bachillerato en la Escuela Nacional Preparatoria de la Universidad Nacional Autónoma de México. Su principal pasatiempo era la lectura: “Leía mucho, era un ratón de biblioteca; desde la secundaria mi vida se desarrollaba en las bibliotecas. En esa etapa leía textos de ciencias sociales, de filosofía, de literatura...; tenía rachas, a veces empezaba tomando libros de psicología y los leía de cabo a rabo. La filosofía me apasionaba”. Confiesa que en el caso de no haber estudiado la carrera de Derecho, y si hubiera tenido amplitud de recursos, se hubiera dedicado a la Filosofía.

De origen y condición humilde y sin la seguridad de cursar una carrera profesional, continuó proyectando su formación hacia disciplinas de carácter filosófico y social. Sensible observador de su entorno, le herían las diferencias de clases y las injusticias sociales, lo que lo encauzaba a idealizar una sociedad más justa. Veía con descorazonamiento las diferencias tan abismales que existían entre jóvenes de alto nivel económico para los que las cosas eran bastante fáciles, y las de muchachos como él que tenían que sobrepasar muchos obstáculos para salir adelante. Ello le impulsó a decidirse a estudiar la carrera de Derecho, a la que ingresó sin la certeza de que llegaría a concluirla; sin embargo, independientemente de lo que ocurriera después, estaba convencido de que el hecho de ingresar a ella le facilitaría una mejor forma de ubicarse laboralmente. Fue así como se inscribió en la facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Durante esa etapa de su formación su principal virtud fue la absoluta dedicación al estudio y el hábito de la lectura. Su primera actividad laboral fue la de ayudante de investigación del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, la cual desarrolló gracias a una recomendación del maestro Eduardo García Máynez. Afortunadamente las tareas que le asignaban eran todas de lectura y estudio, de modo que su dinámica no sólo no se alteró, sino que fue estimulada. Por sus altas calificaciones obtuvo diversos diplomas que le fueron otorgados tanto por el director de la Facultad como por el rector de la Universidad.

Recibió el nombramiento de Jefe de Sección de la Oficialía Mayor del Departamento Agrario. Posteriormente laboró como pasante de Derecho en el Departamento Jurídico Central de Petróleos Mexicanos, del que era titular el maestro José Rivera Pérez Campos. Después, por recomendación de este último, fue designado Secretario Auxiliar Supernumerario de la Presidencia del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal. Debido a la naturaleza de sus actividades laborales anteriores, tenía poca experiencia en la aplicación práctica de la teoría del Derecho, pero uno de sus compañeros, a quien recuerda con cariño y agradecimiento, Alfonso Loredo López, lo orientó en el manejo de los expedientes en el juzgado y todas las cuestiones prácticas que era necesario aprender.

Sus deseos de superación eran cada vez más fuertes, de tal manera que cada vez que había una vacante para algún cargo de cierta relevancia, él acudía a solicitarlo. Desafortunadamente eran pocas las ofertas de trabajo y muchos los aspirantes, por lo que comenzó a vislumbrar la posibilidad de irse a radicar a otro estado de la República. Se decidió por Querétaro, pero cuando fue a despedirse del maestro Rivera Pérez Campos, quien continuaba con el mismo cargo en PEMEX, éste le dijo: “No, no te vayas, la bolsa de valores está en la capital”, y lo convenció para que se quedara, no obstante que él se resistía a permanecer mucho tiempo como secretario del Tribunal.

Al año siguiente, el mismo maestro le habló para informarle que lo había recomendado para que laborara en Sonora, sin que en ese momento él imaginara que sería en esa entidad en donde transcurriría la mayor parte de su vida profesional. Ahora él agradece no haber desesperado y atender el consejo de su maestro, quien, en virtud de su edad y experiencia, tenía más visión y perspectiva que él en ese momento. Muchos años después recibiría otra distinción del maestro José Rivera Pérez Campos, quien además de haber sido secretario general de la UNAM fue Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Senador de la República y Sub Secretario de Gobernación. En 1959, durante una conferencia que impartió en el Museo y Biblioteca de la Universidad de Sonora, al elogiar la integración docente y discipular de la Escuela de Derecho y ensalzar las cualidades de sus maestros, dijo: “Yo sólo vaya mencionar a uno que conozco y que es un gran amigo mío, el Lic. Roberto Reynoso Dávila. Maestros como el licenciado Reynoso Dávila ya los quisiera cualquier universidad de la República.”


Recuerda que cuando él llegó a Sonora, en 1951, había muy pocos abogados. Eran muy buenos, pero no había una cantidad suficiente para cubrir todas las necesidades. El primer cargo que tuvo fue el de Juez de Primera Instancia de lo Penal en Ciudad Obregón, luego fue Juez de lo Civil en la misma población y posteriormente Juez Primero de lo Penal en Hermosillo. Después fue nombrado Magistrado del Supremo Tribunal de Justicia del Estado. Con la experiencia obtenida en esos cargos y el cúmulo de conocimientos adquiridos desde que era un brillante estudiante de Derecho, decidió dedicarse a ejercer libremente su profesión, lo cual realizó por un lapso de diez años. Esa etapa como postulante ante los tribunales le permitió formar un modesto patrimonio, sin embargo, no todo fueron buenas experiencias: “Sentí muchas inconformidades al advertir frecuentes resoluciones judiciales aberrantes, lo cual me inclinó a ver mi actividad profesional como una actividad deportiva, en la que no siempre se gana; pero también tuve grandes satisfacciones cuando logré paz y justicia a quienes acudieron a para que les prestara mis servicios profesionales”.

Cuando laboraba en Ciudad Obregón conoció a la que sería su esposa, Bertha Rosa Othón Urquídez. El padre de ésta, Máximo Othón Padilla, fue diputado constituyente por el Estado de Sonora y ocupó algunos puestos públicos, como el de Tesorero del Gobierno del Estado de Sonora y Jefe de Mercados de la Ciudad de México.

Roberto Reynoso Dávila es un hombre con una profunda vocación docente. En 1954, después de haber impartido clases en la Escuela Normal del Estado de Sonora, en la Escuela Preparatoria de la Universidad de Sonora y en otras escuelas de esta institución, recibió la invitación del Lic. Enrique Michel, director fundador de la Escuela de Derecho, para impartir la clase de Derecho Penal, lo cual ha hecho en forma ininterrumpida desde entonces.

Actualmente es Maestro Emérito y Decano de la Universidad de Sonora. En el curso de su vida como profesor han desfilado por su cátedra muchos jóvenes con grandes inquietudes académicas y que han destacado con éxito en su vida profesional, los que dan plena realidad al aforismo de que el alumno supera al maestro. La actividad docente es también, para él, una ocasión para rejuvenecer, debido a que se convive cotidianamente con nuevas generaciones de jóvenes con renovados planteamientos e inquietudes. Espera conservar su cátedra hasta que tenga capacidad para ejercerla, hasta el último momento de su vida.

En 1966 el Consejo Universitario lo designó Director de la Escuela de Derecho, experiencia que, sin él imaginarlo, le serviría enormemente en su futuro cargo de rector. Ese puesto le dio la posibilidad de sensibilizarse más profundamente con la problemática universitaria y las necesidades de los estudiantes. Durante su gestión promovió algunas transformaciones tanto curriculares como de infraestructura en la escuela. Entre otras cosas, logró incrementar considerablemente el acervo bibliográfico con la adquisición de libros de Derecho, de cultura general y diccionarios. Un problema difícil de atacar fue el ausentismo de algunos profesores, sobre lo cual él tiene una opinión muy firme: “Siempre he pensado que los alumnos aprovechan mejor sus cursos con maestros medianos, pero cumplidos, que con grandes luminarias del Derecho, que sólo se presentan esporádicamente”.

Sobre la huelga de 1967 considera que el movimiento fue de índole totalmente política, pues se tomó a la universidad como barricada y trinchera de pugnas que había en el exterior. Defensor de que en las universidades haya cabida a todos los credos políticos y religiosos, está en contra de que en el ámbito de esas instituciones se desarrollen las luchas sociales. La problemática social debe analizarse en el interior de las universidades desde el punto de vista académico: “En la universidad se fermentan las ideas, las ideologías y las pasiones políticas, pero la militancia efectiva, la lucha real, debe ser fuera de ella, porque el poder de la universidad no es político, el poder de la universidad es espiritual, es cultural, ahí se agota la función de la universidad”.

La huelga de 1967 terminó con la entrada del Ejército Nacional en las instalaciones de la Universidad de Sonora. En ese entonces, el Lic. Roberto Reynoso Dávila se desenvolvía como Director de la Escuela de Derecho y debido a que no había participado activamente con ninguno de los grupos que intervinieron en los conflictos universitarios y sociales que se habían desarrollado, se consideró viable nombrarlo Rector, lo que ocurrió en septiembre de 1967. Le tocó presidir la ceremonia de aniversario de los veinticinco años (Bodas de plata) de la Universidad de Sonora y, por azares del destino, en la ceremonia del aniversario de los cincuenta años (Bodas de Oro) de la institución, fue el encargado de hacer uso de la palabra en nombre de los profesores.


En septiembre de 1968 decidió renunciar a su cargo de Rector para reintegrarse a sus actividades profesionales en una nueva modalidad, ya que se le designó Notario Público número 90 con demarcación territorial en Hermosillo, función a la que se dedicó hasta el año de 1995. “Yo tengo la convicción -dice- de que los cargos de cualquier naturaleza que uno asume no son para toda la vida. Cuando uno acepta un cargo debe de ser consciente de que algún día tendrá que dejarlo; hay que tener presente que ningún puesto es vitalicio y lo importante es saber salirse a tiempo y en forma digna, que creo que fue lo que yo hice”.

Considera que actualmente la Universidad de Sonora se está fortaleciendo gracias a que hay paz y tranquilidad en ella. “Veo a la Universidad de Sonora muy renovada y con un gran porvenir académico. La paz es un requisito ineludible para la marcha académica de la institución”.

Desde 1990 se ha dedicado a escribir y publicar obras que han tenido muy buena aceptación en los foros jurídicos del país. Ha publicado ocho libros: Introducción al Estudio del Derecho Penal; Nociones de Criminología e Historia del Derecho Penal; Teoría General del Delito; Teoría General de las Sanciones Penales; Delitos contra la Vida y la Integridad Corporal, con una Introducción al estudio de la parte especial del Derecho Penal; Delitos Patrimoniales; La Misión del Juez ante la Ley Injusta y Delitos Sexuales, entre otros.

La motivación principal para escribir esos libros la constituyen sus clases de Derecho Penal, pues la mayoría de ellos representan material básico de esos cursos. Incluso acostumbra comprar muchos ejemplares para obsequiárselos a sus alumnos. El volumen titulado La Misión del Juez ante la Ley Injusta tiene un significado muy especial para él, pues no trata de desarrollar de forma sistemática una materia en particular, sino que está conformado por reflexiones sobre la posición que deberían asumir los abogados y los jueces cuando se enfrentan a leyes y decisiones injustas, cuestiones que, considera, son de mucho valor para la formación moral de los abogados. “Es el libro más pequeño que he hecho pero el que más me gusta. Lamentablemente los ambientes de los tribunales dejan mucho que desear en cuanto a la predominancia de una ética, tanto de parte de abogados postulantes como de funcionarios judiciales, y es que la justicia debe de estar en manos de gente muy honorable, pero desgraciadamente no siempre es así. De todo eso hablo en ese volumen”.

Todos sus libros han sido publicados por empresas editoriales que distribuyen sus materiales a nivel nacional y en el mundo de habla hispana, lo cual le ha beneficiado mucho, aunque no sólo a él sino a la propia Universidad de Sonora, ya que todas sus publicaciones incluyen en la portada el membrete de la institución así como su nombre como ex Rector del Alma Mater sonorense. Actualmente se encuentra redactando su noveno “hijo de papel”, como les llama a sus libros, el cual trata de todos los delitos comprendidos en el Código Penal que no están incluidos en los programas de la asignatura.

Simpatizador cuando era joven de las ideas socialistas como producto de su indignación por las injusticias sociales, es ahora un crítico del Neoliberalismo, en tanto esta corriente está provocando un aumento desproporcionado de la pobreza. Está en contra de que en nuestro país se quiera proteger a toda costa a los ricos con el argumento de que éstos son los que van a brindar empleo a los pobres, ya que las cosas en la realidad no funcionan así.

“La política neoliberal atiende más a la especulación, a la ganancia, se desentiende de una posición humanitaria y deja a muchas personas en la marginación. En este país los indígenas están marginados del desarrollo y hay sesenta millones de pobres. A quienes más se afecta con todo esto es a los jóvenes, pues se les van creando resentimientos y odios, por lo que buscan salidas muy peligrosas como la drogadicción y el crimen. Sólo reciben el impacto de las tensiones del enorme desarrollo tecnológico de nuestro tiempo, pero no reciben ningún beneficio. Esto es producto de estructuras económicas y sociales que buscan mantener en alto nivel la macroeconomía pero se desentienden de todo lo demás”.

Indignado también por la corrupción de políticos mexicanos que llegan a acumular fortunas equiparables a las de los grandes industriales del mundo; por las deudas estratosféricas de millonarios que no quieren pagar, en contraste con la gran cantidad de deudores que sí quieren pagar pero no pueden; por la fuga de capitales a otros países; por los bancos extranjeros que con el pretexto del secreto bancario se convierten en cómplices de los saqueos de capital; por la posición del Fondo Monetario Internacional que no vigila que sus préstamos se enfoquen a lo que originalmente estaban destinados, concluye que lo que falta en México es algo muy sencillo pero muy difícil de conseguir: gobernantes honestos.

Considera que la pobreza extrema que sufren muchos pueblos de la tierra constituye un crimen de los multimillonarios, y que los estados del primer mundo tienen una gran responsabilidad “para hacer imperar la fraternidad humana y luchar por lograr aquel principio casi inalcanzable de que nadie disfrute de lo superfluo mientras alguien carezca de lo necesario”.

La moralidad de la persona, no su potencialidad económica, es lo que más pondera en un ser humano.


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Principales avances de la Universidad de Sonora
durante el rectorado de Roberto Reynoso Dávila

Planeó y realizó una reestructuración de la institución, para lo que solicitó la colaboración del Centro de Estudios Educativos A. C., que en ese entonces dirigía el doctor en Ciencias Educativas Pablo Latapí. El llamado “Plan de Desarrollo de la Universidad de Sonora” o «Plan Latapí», en el cual se contemplaban como de alta prioridad las funciones de planeación y desarrollo, fue dado a conocer en la prensa local, en la Revista de la Universidad de Sonora y en la Junta de Rectores que tuvo lugar en Jalapa, Veracruz, en 1968, en la que se tomó el acuerdo de que dicho plan de desarrollo de la Universidad de Sonora se tomara como modelo para la reestructuración de todas las universidades de la República.

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Fuente:
• Guadalupe Beatriz Aldaco.
Nuestros rectores. Edición conmemorativa del 61 Aniversario de la Universidad de Sonora.

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