Hoy, a eso de las cinco de la mañana, falleció aquí, en Hermosillo, Don Abelardo Casanova Labrada, el periodista, el escritor, el hombre.
Quienes lo conocieron bien, dicen que Abelardo fue una persona de ésas que no se deben de morir nunca por todo lo que significan para los demás.
Quienes deseaban incursionar en la práctica del periodismo decían que Casanova era el referente obligado por su ética y honestidad a toda prueba.
Quienes le tomaron cariño a lo largo de su vida, lo disfrutaron cada día.
En 1995, hace 15 años, tuve la oportunidad de entrevistarlo para la Revista Universidad, y ésta fue la charla que inició un respetuoso acercamiento:
Hay en los humanos una fundamental incomunicación que sólo se conjura en momentos fugaces...
+ No es importante si logré mis objetivos, pues siempre me consideré obligado a hacer la lucha, no a tener éxito...
+ Si al comunicarme con los demás he dado un conocimiento, he aliviado una pena moral o material, o he enriquecido al menos un poco la vida de alguien, he sido útil de alguna manera...
+ Todo lo que hacemos en la vida, finalmente es para que nos quieran...
+ Me emociona la tesis de que cada ser humano es único e irrepetible...
+ Me acojo al concepto cristiano de la trascendencia...
La coincidencia fue mayúscula: antes de que el Foro Sonorense de Periodistas le entregara el Premio Estatal 1995 por su trayectoria, ya habíamos decidido entrevistar a Abelardo Casanova Labrada por esa enorme aportación que ha hecho al campo del periodismo sonorense.
Y si la coincidencia fue enorme, la sorpresa fue grata: encontrarse con un hombre sencillo que se niega a ser considerado un mito, que bebe su café con una paciencia matizada de galletas, que se arrellana en su asiento y enfrenta cada pregunta como si en ella estuviera el destino de la humanidad, y que desgrana cada respuesta con un aire amable, fue más de lo que cualquier entrevistador hubiese esperado.
Si bien es cierto que la intención primera fue abrumarlo con preguntas sobre sus primeros intentos por hacer periodismo, el programa "Hechos y palabras", el periódico "Información" y su actual desempeño al frente de la Dirección de Publicaciones del Gobierno del Estado, todo tuvo que replantearse al descubrir que en el periodista excelso habita un ser humano que lo supera con creces: ese fue el rumbo de la charla.
"¿Sabes que me llamó la atención de tu entrevista? –comentó al final de la plática–: que encontré preguntas que a mí no se me hubiera ocurrido hacérmelas, que nunca se me habían ocurrido..."
Y así fue, buscando al periodista, encontramos al hombre que saborea con esa nostálgica dulzura aquel invulnerable amor familiar de la infancia, que busca el afecto de sus lectores, que se confiesa aficionado al cine y a la televisión, que no le da vergüenza pertenecer al género humano, aunque a veces le resulte incomprensible, que le hubiera gustado ser actor de teatro, que le teme a la muerte y que, al fin de todo, no pretende describirse como un ser ideal: ese es el Abelardo Casanova Labrada al que con cierto orgulloso gusto le abrimos las puertas de estas páginas.
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¿De qué se nutrió física y espiritualmente Abelardo Casanova en su infancia?
En lo espiritual, de un sólido e invulnerable amor familiar, que tuvo la virtud de tornar una orfandad temprana y lindante con la miseria, en algo que en la vejez se saborea con dulzura nostálgica. En lo físico, por supuesto, la nutrición tenía que ser como mínimo dispareja. (Curiosamente, más que de los alimentos de las etapas bonancibles –que las hubo– guardo gratos recuerdos de los de supervivencia; es decir, los que se conseguían literalmente al cuarto para las doce. Mencionaré, por compromiso moral con ellas, a las papas fritas).
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¿Qué le motivó ingresar y permanecer en el periodismo?
Tal vez una no muy precisa y más bien desesperanzada idea de ser escritor. Pero, realmente, todas las actividades de mi vida vinieron dándose como producto de las circunstancias. Creo en la Providencia.
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¿Abelardo Casanova practica el periodismo por vocación, por convicción o porque no tuvo elección?
Bueno, como ya te dije, nunca tuve bien clara la idea del por qué ingresé al periodismo, por tanto no podría decir que fue por vocación, por convicción o por elección. Pese a ello, algo de periodista había en el joven cobrador que fui la primera vez que tomé un empleo, pues lo hice con el propósito de juntar dinero para hacer un periódico joco-serio.
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¿Cuál es la propuesta de Abelardo Casanova siempre que oprime las teclas de su máquina de escribir?
La elemental, creo: darle al posible lector algo que le sea útil y ameno.
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¿Qué le gusta motivar en su público lector?
Toda proporción guardada, lo que ha dicho Gabriel García Márquez: la simpatía, si es posible el afecto. Agradar, pues. Y al amparo de eso, buenos pensamientos, fe, amor a la vida, espíritu de justicia; todo como consecuencia de un cabal conocimiento de la realidad, hasta donde sea posible captarla y mostrarla al lector.
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Después de tantos años en el periodismo, ¿Abelardo Casanova considera que aún tiene fuerzas para otro tanto? ¿Piensa que a partir de mañana comenzará a vivir la mitad de su vida?
Por supuesto que no. Ya antes hablé de “captar la realidad”, y a ello hay que ajustarse. No hay vuelta de hoja en ello.
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¿Qué le reclamaría el Abelardo Casanova hombre al Abelardo Casanova periodista, y viceversa?
Mano a mano hemos quedado.
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¿Abelardo Casanova se ha sentido personaje de alguno de sus artículos? ¿Con cuál se identifica?
Con ningún personaje de artículo. En todo caso, al escribir para publicarlo, me identifico con los vecinos, o trato de ser uno de ellos para entender lo que digo.
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Abelardo Casanova vive cada día como si fuera un reportaje?
No, qué reportaje tan enfadoso...
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Y cuando descansa... ¿qué hace Abelardo Casnova cuando descansa?
Ver televisión, ir al cine. Leer, de preferencia novelas policíacas.
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Si a Abelardo Casanova le fuera dado dictar una orden a nivel mundial (que, obviamente, deberá ser obedecida), ¿qué ordenaría?
Quien me diera esa facultad, me la revocaría al ver que no acababa de decidirme por miedo a equivocarme. El tema del hombre al que el Genio de la botella concede tres deseos, me pareció siempre de lo más angustiante. Ahora con uno solo... No, ni pensarlo...
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Supongamos que Abelardo Casanova deberá aislarse del mundo por largo tiempo, ¿con qué o quién se quedaría?
En cuanto a cosas, me quedaría tal vez con algo que leer. En cuanto a seres, tengo cariños suficientes y tan grandes como para un conflicto de “todos o ninguno”.
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¿Abelardo Casanova puede conceptualizarse en tres palabras?
Ni-lo-intentaría...
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¿Abelardo Casanova tiene alguna obsesión?
No, sólo anhelos, ilusiones, vagos propósitos... Nada que llegue a tanto...
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¿Sueños irrealizados...?
Algunos. Pero con algunas variantes –casi siempre de menos– se me han concedido los más locos...
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¿Esperanzas permanentes...?
La paz del alma...
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¿Rabias personales...?
Indignaciones más bien del plano ontológico...
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¿Le da vergüenza pertenecer al género humano?
No, en absoluto. Pero a veces me asalta una inquietud. Esta Especie, con su estructura física con base en perfectos sistemas de asimilación, eliminación y locomoción, dentro de líneas que expresan perfectamente la belleza y la fealdad; con su compleja integración espiritual-intelectual-emocional apta para el amor y el odio, para la ternura y la violencia, para la genialidad y la estupidez, esta Especie, digo, es mi Especie, a la que yo pertenezco desde la profundidad de los tiempos. ¿Por qué, entonces, en ocasiones toda ella, incluso yo, se me vuelve algo extraño y ajeno...?
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¿Abelardo Casanova se considera un incomprendido o cree que su trabajo ha logrado su objetivo? ¿Considera que su vida ha sido útil de alguna manera?
Nunca pienso si “me comprenden” o no. Hay en los humanos una fundamental incomunicación que sólo se conjura en momentos muy fugaces, como chispazo de privilegio. Aceptarlos y disfrutarlos, es lo que puede pedir de comprensión. ¿Logré mis objetivos...? No es importante, pues me consideré obligado a hacer la lucha, no a tener éxito. En cuanto a ser útil, si al comunicarme con los demás he dado un conocimiento, he aliviado una pena moral o material, o he enriquecido al menos un poquito la vida de alguien, pues sí he sido útil, de alguna manera...
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¿En qué momento y por qué compagina la literatura con el periodismo?
Tanto la literatura como el periodismo son esencialmente comunicación. Los que ejercen una y otro, tienen por fuerza que empezar por interesar a sus lectores, si de veras quieren que los lean. El periodista necesita de recursos literarios, y el literato puede obtener muchísimo de los elementos periodísticos... Es cuestión de interés: los recursos están ahí, siempre han estado...
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¿Qué significa para Abelardo Casanova haber escrito Los pasos perdidos?
La delicia de revivir una infancia que a pesar de una dura orfandad fue feliz, y una adolescencia pobrísima pero cargada de hermosas emociones. También, la satisfacción artesanal de armar el relato, lo que constituye un acto de creación tan verdadero como el de integrar caracteres y decidir destinos.
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¿Después de Los pasos perdidos, Abelardo Casanova es el mismo hombre, o vio la vida con ojos diferentes?
Me ayudó a identificar algunas constantes de la vida con las que solemos navegar sin darnos cuenta. Tal vez esa es la función de la literatura, tanto para el lector como para el escritor...
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Si donara su corazón para revivir a alguien y pudiera escoger al paciente... ¿a quién se lo donaría?
Si la pregunta implica optar por alguien que se ama, lo último que desearía es que ese alguien necesitara que le donaran un corazón.
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¿Usted cree que el hombre algún día vivirá en paz? ¿Qué le falta o qué le sobra para lograr esto?
Como que se está viendo que no es seguro que la paz sea el elemento natural de la vida humana: Fernando de Rojas, con gran influencia del paganismo clásico, afirma en La Celestina que “en este mundo todo sucede a modo de contienda o batalla”, y en el extremo opuesto, Jesús declara que “no he venido a traer la paz, sino la espada”; y cuando dice a sus discípulos que les deja su paz, especifica: “No como la da el mundo”. No creo que sea cosa de quitarle o ponerle algo al hombre, cuya vida tal vez sea, por definición, una constante lucha entre el bien y el mal; es decir, entre el anhelo de perfección y la tendencia a la degradación.
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¿Su trabajo como hombre y literato está aparte de su quehacer periodístico o uno es parte del otro?
Tomándome una licencia, pudiera decir que el hombre es la esencia y la literatura, el periodismo, la contabilidad o la albañilería son accidentes.
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¿Le molesta que la gente lo quiera, que le otorgue esa fama –bien ganada–, o se aprovecha de ella?
¿Cómo ha de molestarme, si todo lo que hacemos en la vida finalmente es para que nos quieran? En cuanto a la fama, es la imagen que la gente tiene de uno y me parecería muy innoble aprovecharme de ella materialmente. La aprovecho todo lo que puedo, para sentirme en buenos términos con la vida.
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¿Qué ayuda propondría Abelardo Casanova para los países que mueren de hambre?
La idea se hizo popular a través del Libro Rojo, de Mao, aunque es mucho más vieja. Aquello de enseñar a pescar, mejor que dar a comer un pez. Pero ¿quién lo hará, en un mundo cuyas capas directoras están empeñadas en exigir nuevos “esquemas financieros”, sin hablar para nada de “esquemas de producción”, y donde todo el mundo está endeudado con todos y nadie, ni los países más ricos, puede pagar sus deudas, y nadie parece deducir de todo esto que el orden económico que se inició con la Revolución Industrial, ya caducó?
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¿Alguna solución para los conflictos armados?
Es mucho pedirme, pero quizá esté relacionado con la necesidad de rehacer, desde su misma conceptualización, el orden económico.
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De no haber sido periodista, ¿Abelardo Casanova hubiera sido futbolista, político acaso, ganadero, basquetbolista...?
Me habría gustado ser actor de teatro o escritor de tiempo completo.
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¿Si volviera a nacer, Abelardo Casanova viviría la vida exactamente igual o –como Borges– sería menos cuidadoso y más atrevido?
Estaría alerta para hacer muchas cosas que pude haber hecho, pero no me di cuenta de esa posibilidad, o por apatía las fui dejando pendientes hasta que se me pasmaron.
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¿A qué atribuye el hecho de haber permanecido tanto tiempo en el gusto del público?
¿Habré permanecido...?
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Según usted, ¿qué letra refleja más su personalidad, la A o la C?
No creo que las letras lo reflejen a uno. Al menos, nunca lo pensé.
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¿De qué está hecho el ego de Abelardo Casanova?
De lo que está hecho el “yo” de todos, que no sé qué sea. Pero me emociona la tesis de que cada ser humano es único e irrepetible.
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Alguien mencionó alguna ocasión que el gran sabio mexicano Alfonso Reyes escribió todos los días de su vida... ¿Abelardo Casanova practica el periodismo y la literatura todos los días de su vida? ¿Cómo divide ese proceso?
Ni periodismo ni literatura practico todos los días. En realidad, para efectos de aquél y de ésta, mi oficio es de Lector.
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¿Con qué animal se identifica Abelardo Casanova?
Al menos conscientemente, no me identifico con ningún animal. Si quiere decir algo, los perros me inspiran cariño y compasión, si no son bravos.
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“Lo único que tiene seguro el hombre es su muerte”, reza la sentencia... ¿qué espera Abelardo Casanova de la muerte?
Que llegue lo más tarde posible, en tanto tenga capacidad de valerme.
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¿Le teme a la muerte?
Sí.
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¿Abelardo Casanova cree en la reencarnación como nueva oportunidad de enmendar errores pasados?
Me gusta la teoría de la reencarnación, pero no le encuentro sentido si el hombre común no tiene noción alguna de esa oportunidad, pues nada lo comunica con vidas pasadas. Sólo a muy pocos les es dado llegar a Maestros Ascendidos. En lo personal, me acojo al concepto cristiano de la trascendencia. Es más democrático.
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Algo que le gustaría agregar...
La duda de si se me habrá pasado la mano en la manía universal de autodescribirnos como seres ideales.
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Descanse en paz Don Abelardo Casanova Labrada.
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