Instalado en el centro del discurso, como Jesucristo en el célebre cuadro La última cena, de Zacarías da Vinci, Felipe Calderón extendió los brazos como lo hacía Tomás Herrera cuando era sacerdote en su natal España, antes de buscar refugio en la ignorancia de los zoonorenses; carraspeó tres veces, oteó en el horizonte nacional por si habría algún seguidor feliz de Javier Aguirre, y al más viejo estilo del ¿Y yo por qué? foxista exclamó: “Oye, yo dentro de poco ya no voy a estar y la situación seguirá, no es un problema que se causó ahorita”, refiriéndose a la inseguridad que se vive en el país y que se ha acentuado digamos que los últimos 82 años, mientras los mexicanos de antes, de mucho antes y de hoy nos preguntamos si acaso se acabarían aquellas bíblicas 30 monedas de oro catafixiables por estados, regiones o todo un país para narcotraficar a gusto, sin presas, prisas ni prosas... o será que igual que el antecesor, don Felipe también puede decir cualquier cosa, total: ya se va... (¡Puras promesas!, diría la novia de rancho mientras le pone los cuernos al novio con un percherón blanco).
De cualquier manera, la gente pensante y también nosotros, los que pensamos poquito porque hace un calorón propio de infiernos instalados en el centro de la regionalidad, nos cuestionamos si eso que dijo Felipillo será bueno o malo o todo lo contrario, que en este país al revés volteado ya todo puede pasar, y de seguro que muchos han de decir y asegurar que el hecho de que el Felipe de marras se vaya sería algo muy bueno para el país porque el susodicho Calderón ha sido un fracaso detrás de otro y de otro más. Y ni modo de decir lo contrario.
Aún con todo eso, yo no estoy tan seguro de si el multicitado y mentado Felipe de Jesús se largara del país fuera bueno para todos nosotros, como raza y como pueblo: yo sigo creyendo que hay personajes peores en México que quisieran estar cuando menos un par de días en la presidencia nomás para ponerlo en su curriculum, y que son muchísimo peores que el que les cuento: son nefastos por naturaleza, perversos por filiación política y ociosos por su larguísima profesión legislativa. Y entre todos éstos podemos contar no menos de una centena de priistas, hoy tan sensibles y llorosos, tan víctimas y tan victimarios, tan hijos de furcia y nietos de la misma especie.
Yo creo que la situación de ingobernabilidad y de violencia que ahora mismo vive el país (solamente ayer hubo cerca de una treintena de balaceados en Sonora: según las autoridades fueron grupos de sicarios ajustando cuentas, tirando la raya y bajando el cero para que no les toque, pero que en honor a la verdad —ja!— le abonan más de lo necesario a ese clima generalizado de muerte e intranquilidad ciudadana que no nos deja andar, vivir y dormir en paz —lo que pase primero—) debe facturársele a todos los partidos: a los azules, a los tricolores, a los amarillos, a los verdes, a los descoloridos y a los que se sumen en la semana: a unos por su ineficacia a la hora de tratar de gobernar; a otros, por su complicidad criminal de largo historial, y a los demás, por sus silenciosas alianzas electorales que les han permitido existir y ocupar escaños en la política nacional, lo que no quiere decir que sean necesariamente útiles al país, como se ha demostrado tantas veces… y se seguirá demostrando.
El caso es que en esa pose de cardenal pederasta, brazos extendidos y los ojos en blanco, se escuchó una voz como venida de Canadá en un lento flotar de mariposa monarca: “Dentro de poco ya no voy a estar y la situación (de violencia e inseguridad en el país) seguirá”, dicen que dijo el Calderas a los miembros de la cúpula empresarial del país, que son como pirañas caníbales, que ni en el Amazonas existen, sólo en los ríos ciudadanos de México y de uno que otro país tercermundista gobernado por capitales de mexicanos, para desgracia de ellos y de nosotros, según me ha comentado el Ezequiel, abrazado a una cámara Nikon convertida en la biblia fantástica de todos los días: “¡A la bio, a la bao, alabao sea dios…!
Los voceros de cuello blanco dijeron además que quien cobra como jefe del Ejecutivo federal aseguró en esa parodia de la última cena (the last dinner, para estar a tono de estos ejecutivos posmodernos) que está dispuesto a escuchar ideas y propuestas para modificar la estrategia anticrimen contra el narcotráfico y la delincuencia organizada; sin embargo, no está dispuesto a retroceder en ella. O sea, sigue montado en su macho, más terco que una mula y con esa visión de avestruz temeroso que hunde la cabeza en la arena de la soldadesca con pasamontañas, por aquello de los sicarios, antes de dar la cara a un pueblo que está más harto y jodido (o al revés, que también puede ser) que el Óscar Athié cuando cantaba aquello de: “flaco, ojeroso, cansado y sin ilusiones, muere mi cuerpo, mi casa, no tengo pasiones…”, sobre todo ahora que la secreción nacional ha sido eliminada antes del quinto partido, ése que las televisoras y la mafia mexicana de futbol nos tenían prometido… ¡otra vez!
Y sí, apenas con gente de esa ralea (Claudio X. González, presidente del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, y Mario Sánchez Ruiz, presidente del Consejo Coordinador Empresarial, entre otros líderes empresariales) el señor Calderón puede estar a gusto, porque en las calles cotidianas de la realidad más real que vivimos tirios y troyanos en México, difícilmente puede dar un paso sin que le recuerden de dónde vino y hacia dónde irá. Y es que dicen estos tipos que el Felipe de multi marras “Está contento con que un sector tan importante como nosotros le dé su apoyo, porque esta batalla que se está librando es de todos nosotros”. Como dicen: nuestra bandera está bien repartida: para unos, los más fregados, son los nopales; para otros, los medianamente acomodados, la serpiente no les cae mal, y para los menos pero que son los que tienen más, el águila siempre los llevará más arriba, aleteando vigorosa como si realmente lo merecieran, en un cielo verde, blanco y rojo, pero hoy de un azul manchado de sangre, como las manos de los sicarios, me imagino, porque las del Calderas han de seguir más limpias que los intestinos de más de 50 millones de mexicanos que viven con una dieta a la que le sobran, para decirlo de manera metafórica, tres o cuatro letras, y encima tiene (tenemos, pues) que soportar discursos simplistas y obscenos en los que intentan infundirnos un nacionalismo más light que el águila mocha de Fox y los cursis anuncios de una fallida Iniciativa México.
Recordemos la petición del hombre fuerte de Michoacán (el Calderón, pues), dirigida a la perrada múltiple que somos todos, pero pronunciada en la reunión nacional de consejeros de Bancomer (o sea: te lo digo Juan para que lo escuches Pedro, o algo así, según el extinto Fausto): “A los ciudadanos no les pido actos de martirio o de heroísmo sino simplemente pido su apoyo decidido y su comprensión”, refiriéndose a su lucha personal contra la delincuencia organizada.
Pero muchos seres pensantes que he escuchado en estos días han dicho al respecto, y creo que han dicho bien: “¿Qué el hecho de sobrevivir cada día a las balaceras, a los secuestros, a la miseria, al desempleo, al hambre y a los discursos ramplones de este tipo y de sus achichincles no es suficiente martirio, no es un verdadero acto de heroísmo cotidiano…? ¿Cómo puede este individuo decirnos eso y quedarse tan campante, como si nada, como si el país no se estuviera desmoronando a la vista de todos, de la incapacidad del gobierno y de la complicidad criminal de los partidos opositores?”
Yo, que soy de natural reflexivo, me quedo dándole vueltas al asunto, me siento en la piedra de los sacrificios en el fondo del patio de la casa y puedo recordar al mamón del Fito Páez cantando Un vestido y un amor, sobre todo en esa estrofa que dice: “Me fui, me voy de vez en cuando a algún lugar; ya sé, no te hace gracia este país…”, porque con mucha frecuencia tampoco a mí me hace gracia este país de gente que se esconde detrás del muro de la impunidad y de la ineficiencia policíaca en estos casos, y que al amparo de la noche se va por las calles destrozando la paz ciudadana, esa por la que muchos trabajan (porque digamos que a mí me están reseteando) todos los días, y el bienestar común y la armonía social, cualquiera que sea el concepto filosófico que tengamos Usted et moi de eso, pero que en su más elemental definición es simplemente no me engañes para que yo no te engañe. Y ya ni mencionemos las cuerno de chivo e insectos similares, que son palabras mayores, según el diccionario de las armas de uso exclusivo del ejército, narcos y mafia circunvecina.
En esos momentos, justamente, es cuando menos gracia nos hace este país.
Y acaso por ello puede uno seguir la estrofa de la canción con toda justicia aunque no con justeza: “Todo lo que diga está de más, las luces siempre encienden en el alma, y cuando me pierdo en la ciudad, tú ya sabes comprender que es sólo un rato no más: Tendría que llorar o salir a matar… Te vi, te vi, te vi… yo no buscaba a nadie y te vi...
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