No, no les queda el discurso de víctimas a los priistas. Nunca les ha quedado. Parecen personajes de la decena trágica. Le apuestan a la memoria tan corta que solemos tener los mexicanos, esa memoria que el sistema político nos ha impuesto como ambiente de vida, y del que se han aprovechado no sólo los políticos, también los achichincles de los medios y hasta los directores técnicos de la selección mexicana de futbol, que le apuestan al rápido olvido para que siga la fiesta del futbol en nuestro país bocabajeado siempre, tan desacostumbrado a ganar que cualquier pequeña victoria nos parece el gran triunfo que estamos esperando en todos los sentidos, aspectos, terrenos y materias para dejar de ser los ratones felices sin dejar de ser ratones, por supuesto, porque no le conviene a ningún poder. Toda una paradoja, ¿no?
La misma paradoja que maneja Beatriz Paredes para pompa y boato de la cosa nostra. Y es que la lideresa nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI) expresó su rechazo e indignación contra lo que llamó una “política de lucro con la tragedia que nos agravia”, por el asesinato de su candidato a gobernador de Tamaulipas, el mencionado Rodolfo Torre Cantú; exigió respeto a su “dolor y duelo” y demandó el esclarecimiento de los hechos en los que fue ejecutado su correligionario y cuatro colaboradores del aspirante.
“Rechazamos y nos llena de indignación lo que observamos como el fermento de una estrategia política de lucro con la tragedia que nos agravia —dijo—; exigimos respeto a nuestro dolor, a nuestro duelo, y demandamos sobre todo, justicia, (así como) el esclarecimiento de los hechos que segaron la vida de Rodolfo Torre Cantú, Enrique Blackmore Smer, Luis Gerardo Sotero Subieta, Rubén López Zúñiga y Francisco David López Catache”, expresó Paredes en un mensaje emitido ayer por la tarde desde la sede nacional del PRI.
“Más que declaraciones, reclamamos una investigación ágil y certera que encuentre a los culpables. El PRI y el pueblo de México, en estos temas exigen resultados”, advirtió la tlaxcalteca, quien vestía un huipil negro con vivos grises para estar a tono con la tragedia particular de su partido.
La lideresa del tricolor acusó que ha sido el cortoplacismo y la irresponsabilidad lo que ha llevado al país a la situación actual: “Siempre hemos estado dispuestos a dialogar, pero con liderazgos legítimos y no fruto del oportunismo, que bregan en la borrasca de aguas tormentosas para ver si recomponen sus posicionamientos, cuando ha sido precisamente, la irresponsabilidad y el cortoplacismo, el querer ganar a cualquier costo, lo que ha enturbiado el debate y envilecido a la política”, resaltó.
En un mensaje breve, criticó la actuación del gobierno federal, al asegurar que ha sido el tricolor uno de los factores para la viabilidad del gobierno y ha evitado responder a provocaciones, pues “instituciones democráticas debilitadas y política envilecida son caldo propicio para que la delincuencia pretenda enseñorearse”.
Reclamó que los recursos estatales para obras prioritarias se encuentren congelados mientras los aparatos de seguridad y los delegados federales se orientan con propósitos partidistas o para el espionaje de algunas entidades.
El discurso, dijo Beatriz Paredes, era una muestra de unidad. Agradeció la presencia de los gobernadores priistas, acudieron 15 de los 18, y sólo estuvieron ausentes Eugenio Hernández, de Tamaulipas, Ulises Ruiz, de Oaxaca, y Jesús Aguilar, de Sinaloa. Asimismo destacó la presencia de los coordinadores de las bancadas en la Cámara de Diputados, Francisco Rojas, y en el Senado, Manlio Fabio Beltrones. Además de los líderes agrario y popular, Cruz López y Emilio Gamboa, quienes ocuparon un lugar en el presidium. Es decir, la cosa nostra en pleno.
Al respecto, dice Ciro Gómez Leyva que hay algo que causa repulsión en el juego de espejos que protagonizó ayer Beatriz Paredes, escoltada por sus gobernadores. Denunció al gobierno federal por lucrar políticamente con el cadáver de Rodolfo Torre, pero se sirvió de los actos luctuosos para desgarrarse, acusar, lucrar.
Es la política y Beatriz y los priistas no podían desperdiciar un momento único: el asesinato de un candidato a gobernador horas antes de unas elecciones que, en algunas entidades, adquirieron el tono de guerras del fin del mundo.
Fueron los priistas, con Beatriz a la cabeza, los que llegaron el lunes a Ciudad Victoria. Y los que ayer en esa ciudad encabezaron un velorio multitudinario, que pareció mitin de principio a fin, en donde exigieron “respeto a nuestro duelo” ¿El duelo es exclusivamente priista? Y en donde le expresaron solidaridad al gobernador Eugenio Hernández, como si él fuera un deudo, o una víctima más de la violencia en Tamaulipas.
Subieron a sus aviones y por la noche, en la sede nacional de Insurgentes Norte, continuaron el novenario. Beatriz repitió lo del respeto a “nuestro dolor”, exaltó la gallardía del partido, reclamó una estrategia de seguridad eficaz (la escuchaban ahí los, en ese tema, ineficientes gobernadores de Durango, Coahuila, Sinaloa, Chihuahua…) y arremetió contra los oportunistas que “bregan en la borrasca de aguas tormentosas”.
Palabras expresadas con una mano sobre el féretro de un buen hombre, buen candidato, buen priista. Palabras para sacudirse responsabilidades, culpar al adversario y, sí, tratar de ganar unos votos en este horrible tiempo extra. Bien: es la lucha por el poder. Lo nauseabundo es el discurso. El lloriqueo.
Sin embargo, doña Beatriz —la Tichi, como le dicen en su barrio—, omitió decir algo que el pueblo de México —como le llama a la perrada generosa que somos todos— se sabe de punta a punta: que el narcotráfico manda en Tamaulipas no de ahora sino desde los años setenta, en una entidad en la que todos los gobernadores han sido priistas, y donde el control del narco creció mucho en el sexenio de Zedillo, no porque éste lo fomentara sino debido a la rebelión gradual de los gobernadores, que prácticamente desconocieron al presidente y empezaron a formar sus cotos de poder.
El pueblo de México —ni modo, pues— sabe muy bien que el florecimiento del narco en Tamaulipas se le debe facturar al PRI, y que por lo mismo, ahora no es válido que anden reclamando justicia sobre las mismas injusticias que han propiciado desde hace muchas décadas, y en particular no exigirle a segundas instancias —tan inútiles como las primeras, por cierto— sino a quien debería tomar el problema por los cuernos y buscarle solución: al propio gobernador tamaulipeco, de extracción priista, el mismo que durante las balaceras, ejecuciones y secuestros en la entidad dijo que todo estaba bien, que no había violencia en su estado y que todo lo que aparecía en los medios era la violencia que lso propios medios creaban para presionar a su gobierno. Ahora la realidad le puso los pies en la tierra: una realidad que doña Beatriz, la del huipil negro, omitió mencionar.
Que el PRI no busque en otro lado: la que medra y lucha con el lamentable asesinato de Torre es Paredes y el propio PRI, cuando menciona que “Siempre hemos estado dispuestos a dialogar, pero con liderazgos legítimos y no fruto del oportunismo, que bregan en la borrasca de aguas tormentosas para ver si recomponen sus posicionamientos, cuando ha sido precisamente, la irresponsabilidad y el cortoplacismo, el querer ganar a cualquier costo, lo que ha enturbiado el debate y envilecido a la política”: con ello, el mismo PRI busca llevar agua a su molino y trata de lavarse la cara, cuando es plenamente conocido que la única participación del PRI en las dos cámaras ha sido para posponer una y otra vez el debate de leyes más radicales contra el crimen organizado, entre otras zancadillas legislativas.
Bien dijo alguien por ahí: Todos saben que en este caso nadie queda fuera de la fiesta del lucro electoral basado en un muerto célebre. Nadie. El PRI porque se pone como mártir de la delincuencia que por años solapó y hasta regenteó. El gobierno federal y el PAN porque salen de improviso a convocar a un diálogo nacional desde la debilidad de su gobierno y con algo que debieron haber hecho desde el inicio del espuriato del "haiga sido como haiga sido", El PRD y las izquierditas partidistas porque ven la oportunidad de hacerse notar en una contienda estatal y nacional en que están diluidos a meras comparsas.
Mientras tanto, los mexicanos mortales seguimos atrapados en estas redes de incertidumbre e intereses turbios. Y la familia del candidato, sin siquiera poder guardar su duelo. ¡Qué país!
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