Trova y algo más...

martes, 8 de junio de 2010

Yo los condeno a quedarse…

“Así pasa cuando sucede”, dijo una vez la Paty Chapoy no sé porqué cuestión fincada en la frívola cuestión vital de parejas célebres de televisión y que en la vida real no pasaban de ser individuos (“y individuas”, hubiera dicho Fox si le hubiesen prestado el micrófono) despistados que iban por los días como si no hubiera nada más en el mundo que ellos mismos y sus problemas. Sí, así pasa cuando sucede que lo que importa es lo que nos sucede a nosotros, y las tragedias de los demás ni siquiera existen. Y entonces, de repente, me acordé de Diógenes, que es como mi primo el Chato Peralta, nomás que en muy antiguo, pero igual de cínico.

Según la charla que una tarde sabatina nos ofreciera el licenciado Óscar Holguín, el Polacas©, en la mesa seis del Pluma Blanca, Diógenes fue el sabio cínico más cautivante, al punto que su figura se ha convertido en una leyenda. “Vivía en un tonel —dijo el licenciado Holguín salivando como perro pavloviano—, su aspecto era descuidado y su estilo burlón”, agregó como si se estuviera viendo en un espejo. Y antes de empinarse el vasito con los remanentes de cheve y algo así como trocitos gelatinosos de medusas transparentes, añadió: “Era en extremo trasgresor, inclusive Platón llegó a decir de él que era un Sócrates que se había vuelto loco... ustedes saben a lo que me refiero, ¿no”, subrayó guiñándole el ojo a Porfirio “La Jacaranda” Jiménez, presidenta de su club de fans, biógrafa y mucama del “señor Óscar”, como le llama en público al susodicho personaje.

De acuerdo a lo dicho por el Polacas© aquella ocasión, Diógenes nació en Sínope (no Sinoquipe, como algunos historiadores regionales han dado a decir para acomodarlo en los festejos del Bicentenario y Centenario de sabrá dios qué maquillada historia), en la actual Turquía, en el año 413 antes de Cristo, y por cuestiones económicas fue desterrado de su ciudad natal, hecho que tomó con cierta ironía: “Ellos me condenan a irme y yo los condeno a quedarse”, dijo el Holguín, “así como yo los condeno a pagar las cahuamas que me bebo”, pronunció provocando la risa festiva en el público cautivo, hasta que en verdad nos tocó pagar las cervezas que el licenciado se había tomado con una sed propia de náufrago en busca de su isla.

El caso es que el Polacas© describió el periplo obligado, y a pie, de Diógenes: Esparta, Corinto y Atenas. “Fue en esta última ciudad, frecuentando el gimnasio Cinosargo, donde se topó con el Jesús Alberto Rubio (quien lo viera, eh) y se hizo discípulo de Antístenes —manifestó el Óscar—, y a partir de entonces adoptó la indumentaria, las ideas y el estilo de vida de los cínicos”.

Diógenes vivió en la más absoluta austeridad y criticó sin piedad las instituciones sociales, como es común entre los poetas malditos. Su comida era sencilla (¿a quién le gusta comer light?, dicen que preguntaba constantemente). Sólo admitía tener lo indispensable. Dormía en la calle o bajo algún pórtico. Mostraba su desprecio por las normas sociales comiendo carne cruda, haciendo sus necesidades fisiológicas frente a todos, manteniendo relaciones sexuales en la vía pública y escribiendo a favor del incesto y el canibalismo, como si fuera predecesor de Marcial Maciel.

“N’ombre —subrayó el Polacas© aquel sábado sabatino—, el inchi Diógenes se burlaba de los hombres cultos —que leían los sufrimientos de Ulises en la Odisea mientras desatendían los propios— y de los sofistas y los teóricos —que se ocupaban de hacer valer la verdad y no de practicarla, como si fueran funcionarios del gobierno federal—. También menospreciaba las Ciencias (la Geometría, la Astronomía y la Música) que no conducían a la verdadera felicidad, a la autosuficiencia, sino a los cuatros o cincos que a veces aparecen en la boleta, provocando que nos quiten el domingo. ¡Mtamá!”, señaló y luego se empinó el vaso cada vez más vacío.

Y luego de limpiarse los labios con el dorso de la mano derecha, el licenciado Holguín, a quien por fin hoy le practicarán la tan postergada cesárea, siguió la charla: “Como vivía en la vía pública, algunos jóvenes solían acercársele para molestarlo. En más de una oportunidad tuvieron que alejarse corriendo porque Diógenes los atacaba a mordiscones, como López Porillo aquella vez que juró defender el peso... aunque fueron puras promesas, como buen priista mentiroso si no hubiera de otros”, aclaró el hombre.

Al igual que su maestro Antístenes, Diógenes reconocía que era necesario entrenarse para adquirir la virtud, la impasibilidad y la autarquía. Y, como su maestro, tomaba como modelo a Hércules, quien vivió según sus propios valores. Se consideraba ciudadano del mundo y sostenía que un cínico se encuentra en cualquier parte como en casa. Véanme a mí, si no. Murió en Corinto en el año 327 antes de Cristo. Algunos afirman que se suicidó conteniendo el aliento… como si fuera tan fácil; otros, que falleció por las mordeduras de un perro, y otros, que murió como consecuencia de una intoxicación por comer carne de pulpo cruda en conocido restaurante de mariscos ubicado sobre el periférico poniente.

Fuera de lo que el Polacas© nos contara aquella plumablanquesca vez, Diógenes por su modo de vida austero y la renuncia a todo tipo de comodidades fue un tipo que también nos legó un concepto psicológico poco estudiado en nuestro entorno: “Síndrome de Diógenes”, que se refiere al aislamiento social, reclusión en el propio hogar y abandono de la higiene como principales pautas de conducta. Las personas que lo sufren, usualmente ancianos, pueden llegar a acumular grandes cantidades de basura en sus domicilios y vivir voluntariamente en condiciones de pobreza extrema.

El anciano que padece el Síndrome de Diógenes suele mostrar una absoluta negligencia en su autocuidado y en la limpieza del hogar. Suelen reunir grandes cantidades de dinero en su casa o en el banco sin tener conciencia de lo que poseen; por el contrario, piensan que su situación es de pobreza extrema, lo que les induce a ahorrar y guardar artículos sin ninguna utilidad. Es frecuente que almacenen cantidades grandísimas de basura y desperdicios sin ninguna utilidad. Incluso, se han visto casos de personas que atesoraban billetes antiguos sin curso legal, bombonas de butano o latas de pintura vacías; es decir, acumulan cosas inútiles, generalmente sin valor práctico. Algo así como si fueran poetas bucólicos guardando sus sonetos a la patria a su sobrina porque cumplió quince años…

Como sea, al fin uno descubre a cierta edad que la vida es algo así como un síndrome de Diógenes muy particular, en el que va acumulando recuerdos y sentimientos que al final de poco o nada sirven en la vida cotidiana, pues siempre habrá personas soberbias, incultas y arrogantes que creen que el poder lo es todo, pues su bagaje de conocimientos se ha anquilosado en las viejas teorías medievales que no aceptan la existencia de segundas y terceras personas que piensan de manera diferente a la suya, aún sabiendo (o ignorando, que para el caso es lo mismo) que existe una línea de respeto elemental que no debemos transgredir en ningún sentido: ni de allá para acá ni de aquí para allá.

Todos estamos social, moral y éticamente obligados a respetar a los demás para obtener el respeto que solicitamos. De otra manera, de nada sirve acumular información que presuntamente nos vuelve inteligentes. Sabemos que el conocimiento es la comprensión de la información que se tiene acumulada en el cerebro; sin embargo, acumular información es simplemente saber algo, y si no se comprende dicha información entonces no se conoce realmente.

En el proceso evolutivo del ser humano, a partir de la información acumulada en su memoria y de su análisis, se originó la capacidad de sintetizar la información pronosticada, que asegura reacciones anticipadas adecuadas. En el nivel social de evolución de la materia, esta propiedad se constituyó en una de las características fundamentales de la vía troncal de la evolución de la vida.

Desde esta visión, se puede considerar que la esencia de todo el proceso troncal de la evolución es manifestar y realizar la función constitutiva de la información tanto en el universo como en nuestro pequeño, mínimo e íntimo entorno, y saber que finalmente somos lo que fuimos: “Origen es destino”, dicen los historiadores, y quien cuestionó el status quo en su juventud, lo cuestionará toda la vida; quien fue manipulador, será manipulador toda la vida, y quien se pasó por el arco del triunfo a los demás desde su más tierna infancia, seguirá haciéndolo toda la vida.

A menos, claro, que tome clases con Antístenes y se vuelva un cínico contra sí mismo, pero… el poder es canijo, aunque sea transitorio…

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