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miércoles, 22 de septiembre de 2010

UNAM: cien años es nada...

Era el 22 de septiembre de 1910 y ya se sentían los vientos de una Revolución que acechaba al doblar la esquina de los días, cuando en la ciudad de México el Ministro de Instrucción Pública, Justo Sierra, tomó la palabra en el anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria para ofrecer el discurso que marcó el nacimiento de la Universidad Nacional de México: “Los universitarios —subrayó en esa sala presidida por Porfirio Díaz— tienen encomendada la realización de un ideal político y social que se resume así: democracia y libertad”.

Hoy, al cumplirse un siglo de existencia como universidad nacional, descendiente directa de aquella Real y Pontificia Universidad de México fundada en 1551, primera en Latinoamérica, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se eleva como el faro que guía la educación superior en nuestro país, aún en medio de las múltiples tormentas que lo han azotado en diversas etapas de su historia.

Arribar a cien años siendo la luz cultural que ilumina a nuestro país debe ser un motivo de orgullo y, al mismo tiempo, un recordatorio permanente de la enorme responsabilidad moral que se adquiere con el paso de las décadas, porque se va conquistando una indiscutible autoridad social que se debe utilizar siempre de la mejor manera.

Porque la UNAM es una casa de estudios que representa en sí misma el proyecto humanístico más importante del país, pues ha formado profesionistas e instituciones, ha generado y difundido conocimiento, ha conformado el perfil cultural de México y ha estado junto a la sociedad en las diversas etapas.

Como universitarios, como egresado de las aulas de la UNAM, como representante directo del grandioso lema "Por mi raza hablará el espíritu", que revela el deseo de mantener no sólo la unidad como país, sino nuestros rasgos sociales y culturales como espejo de vida, me siento inmensamente feliz por esos 100 años de grandeza, de trabajo en beneficio de México y de su gente.

Chin!: ya hasta parezco politiquillo de segunda.

Y en una rápida mirada a las páginas de la universidad, se puede ver que:

En 1929 obtiene su autonomía siendo presidente Emilio Portes Gil.

En 1921, José Vasconcelos creó el lema, “Por mi raza hablará el espíritu”, que sintetizan su visión de “La raza cósmica” creada por dos culturas. Ello dio a la Universidad su carácter de apertura y de lugar donde convergen diferentes corrientes de ideas.

La UNAM ha sido el centro donde se inspiraron las grandes transformaciones ideológicas, políticas, económicas y sociales del México del siglo XX, en donde se nutrieron y difundieron las ideas de la Revolución Mexicana.

En 2007 fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco.

Grandes muralistas como David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera, entre otros, plasmaron en Ciudad Universitaria un acontecer histórico orientado a la justicia social y a la preeminencia de un sistema democrático y equitativo.

La UNAM hoy fortalece el conocimiento de las ciencias, las humanidades y las artes con un sentido profundamente humanista, que busca encontrar soluciones a los grandes problemas de nuestro país.

Ser universitario es ser profundamente mexicano, intolerante ante la injusticia e insatisfecho ante un país que no ha logrado resolver las grandes contradicciones sociales, económicas y políticas.

Cien años en la formación de profesionistas, cien años de educación científica y humanista, cien años de abrir horizontes a la juventud y cien años para alcanzar el prestigio del que goza a nivel internacional la UNAM son dignos de ser festejados por todos los mexicanos

Es la institución más plural, fuente de credibilidad, principios y valores en el país, lo cual hace que se convierta en el alma de la nación.

La UNAM se constituye un foro privilegiado de discusión y de debate de los grandes problemas nacionales y que, particularmente en tiempos recientes, en su seno se han generado algunos de los diagnósticos más relevantes para pensar las posibles soluciones para las múltiples crisis que aquejan a nuestra nación.

La UNAM es una institución que como pocas cuenta con una masa crítica y con un prestigio capaz de incidir en los destinos nacionales en un contexto en el que las políticas públicas parecen haber perdido sentido de orientación.

Y como dijo el rector José Narro: “El verdadero progreso no se puede generar entre la desigualdad y la exclusión en medio de la ignorancia y de las muertes evitables y tampoco la sociedad puede prosperar y vivir en paz con los niveles de inseguridad que nos afectan”.

Por eso, nos corresponde a los egresados, desde todas partes, desde donde habitemos, desde donde cuidemos con cariño el recuerdo de nuestra alma máter, encauzar los esfuerzos y construir los contextos de exigencia necesarios para que los encargados de definir las políticas públicas de desarrollo atiendan y cumplan las obligaciones que al Estado le impone el reconocimiento de esos derechos.

Como dicen: debemos cobrar conciencia del potencial que tiene la UNAM como una palanca de transformación de la sociedad y de incidencia en la vida nacional y de actuar en consecuencia. La deuda histórica de construir una sociedad más equilibrada, más justa y más democrática nos lo impone.

Así sea, pues...

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