Como la Vitacilina, nunca falta uno en el rancho, en el taller, en la oficina.
Hasta en la casa se los puede uno encontrar.
Suelen ser cordiales casi siempre, pero de repente el cielo se les cierra y se convierten en la otra cara de su propia moneda.
Entonces andan siempre como hablando a solas, recordando asuntos que nadie entiende porque sólo ellos cargan con ese metafórico costal del día, y se pasan todo el miércoles rumiando palabras en sánscrito y mirando a los demás con un frío como de termostato en 60 ºC.
Cuando les llega la maldición de pasar por monstruos, le echan la culpa a los demás de todo lo que aún no ha sucedido, y comulgan con Albert Einstein en aquello de que “los hechos están equivocados”.
Y sucede que al día siguiente llegan con una sonrisa de mariposas y flores radiantes que cautivan a todos, y dejan por donde pasan un reguero de felicidad que lo menos que se piensa es que quieren compartirla con el mundo, quiera o no quiera ser feliz.
Son ellos: los lunáticos, esos seres incomprendidos que se les quiere dos días a la semana y el resto se les odia con odio jarocho, de acuerdo a la famosa sentencia del ratón Crispín.
Y nadie se explica qué atascados mecanismos humanos se tuercen cada cierto tiempo para hacer de una persona agradable, besable, amable, un ser detestable a quien se le quisiera obsequiar un pasaje sólo de ida al fin del tiempo.
Pero nadie está exento de convertirse de vez en vez, en mayor o menor medida, en el sapo que encierra al príncipe hermoso o a la princesa encantada y ser tachado de lunático, porque, según se dice, la luna nos influye a todos con su rostro luminoso y su cara oculta, de ahí el término para calificar el cíclico padecimiento.
Los expertos en el tema señalan que los científicos han estudiado desde antiguo los modelos cíclicos que ocurren en varios aspectos de nuestro ambiente y en nuestro cuerpo: las fases de la luna, subrayan, es el mejor y más ilustrativo ejemplo de un modelo cíclico ambiental.
Y es que todos sabemos que la gravitación lunar afecta los niveles de las superficies de agua y el flujo de las mareas.
¿Por qué se dice que las fases de la luna nos afectan, poco o mucho, dependiendo del carácter y fortaleza de cada uno?
Los científicos sustentan la teoría de que la luna nos trastorna porque el cuerpo humano está compuesto en un 80% de agua.
Por otro lado, a esos flujos de naturaleza cíclica que de igual forma afectan nuestro cuerpo se les conoce como biorritmos.
Aunque los biorritmos no han sido comprobados con evidencia científica (por lo menos en nuestra cultura) durante años mucha gente ha creído en su efecto. La creencia es que cada persona posee, por lo menos, tres modelos de biorritmo que son de importancia:
• El físico, que determina nuestra fuerza y coordinación, y también influye en nuestra resistencia al dolor y en nuestro sistema inmune.
• El intelectual, que determina nuestra capacidad de aprender; es decir, que afecta nuestro pensamiento lógico y analítico, nuestra memoria y la habilidad de tomar decisiones.
• El emocional, que afecta nuestras sensaciones y humores, y también afecta nuestra estabilidad emocional.
Así que si esta mañana su pareja no le dio el “buenos días” de siempre, no necesariamente es porque ya se le acabó el amor, también existe la posibilidad de que la luna y el biorritmo anden haciendo de las suyas.
Y vale más esto que lo otro, ¿no?
“Cosas de la luna”, dirían por ahí, antes del eclipse, claro…
Cosas de la luna…
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