“Yo sé que tú tienes una obsesión enfermiza por las flacas”, me dijo mi prima Oyuki ayer, luego luego que contesté el teléfono, al filo del mediodía, creo que después de que ella terminó de leer la columna que apareciera en la edición del jueves en el diario de mayor circulación en el Cumito (ja: llegan como 30 ejemplares) y donde dice que la balconeo desgraciadamente, me señaló casi llorando (yo la imaginé comiéndose una dona de esas que tienen como chispas de chocolate con una malteada de fresa).
“Como la Araceli está bien flaca, ¿no? —me dijo casi envenenándose ella misma con su ponzoña—, pero sabías que si los maniquíes de las tiendas fueran mujeres reales, serían demasiado delgadas como para menstruar, pendejito, y que hay 3,000 millones de mujeres que no tienen cuerpo de supermodelos, y solamente 8 millones que sí lo tienen, y que Marilyn Monroe usaba talla 11 y que traía locos hasta a los presidentes, y que si Barbie fuera una mujer real, sus proporciones la obligarían a caminar a gatas porque sus piernas no podrían mantenerla de pie, y que la mujer promedio pesa unos 65 k y usa tallas entre 9 y 11, y que una de cada cuatro universitarias sufre desórdenes de alimentación”, agregó casi indignada (la imaginé leyendo esos datos de una revista de frivolidades y con la comisura de los labios manchada de chocolate… y es que es tan difícil comerse la dona de un bocado).
“Ah, qué Oyuki —pensé myself—: primero que nada, todas las obsesiones son enfermizas; segundo que nada, no tengo obsesión por las flacas, y tercero que nada, la gordura es una ilusión, como el calor, pero que han tratado de aprovechar las autoridades federales para imponer sus imbéciles programas de salud, ligados sin decirlo a la miseria en más de un sentido que arrasa al país… al fin y al cabos que dentro de cien años todos estaremos flacos, casi puede decirse en los puros huesos… ¿no?”, y luego imaginé a mi prima querida pidiendo otra dona para acabarse la malteada, porque tampoco se trata de andar tirando los alimentos… ¡No, señor!
Pues el caso es que dicen los expertos que en nuestro país padecemos una epidemia de obesidad que contrasta diametralmente con la realidad mexicana, que está más flaca que la Thalía y más débil que los propósitos de año nuevo. De todos los años nuevo, por cierto, entre los que resalta siempre el deseo de perder unos diez kilos antes de la llegada del verano, por aquello de que se abra la posibilidad de ir a Kino o a Peñasco y poderse poner el viejo traje de baño de rayitas ridículas y no morir en el intento.
“La obesidad es una enfermedad”, dicen los redentores quemagrasa a todas horas en sus estúpidos informerciales, luciendo unos lavaderos en las costillas que ya quisiera uno para una noche de copas, una noche loca.
Yo no sé qué piense la Oyuki, pero después de su llamada me dediqué a investigar entre la literatura mundial sobre el tema de la gordura, la flacura y la vida de los primates en el sur de Timbuctú, y encontré que las opciones para bajar de peso son varias, pero hay sólo una que, sin dudas, es la más placentera: perder kilos haciendo el amor, porque cada movimiento es un ataque al sobrepeso y un estímulo para el autoestima y el placer. ¡Órale!, díjeme: de aquí soy, y en seguida tomé nota para compartirla con todos aquellos que quieren tumbarse unos gramos de humanidad o los que quieren disfrutar de un postrecito en forma de la cochambrosidad que se les ocurra.
Dicen, pues, que la dieta del sexo lleva tiempo y trabajo. Hay que recordar números, saber el peso al que uno quiere llegar, respetar las tres comidas más importantes del día y, sobre todo, estar dispuesto a disfrutarla.
Cualquier plan de pérdida de peso sostiene que el desayuno es la comida más importante para empezar bien el día. Y, bueno, empecemos por el desayuno: nada de tocinos y asquerosidades de esas, eh:
En la cama, dependiendo de la intensidad con que quiera despertarse, ya se puede comenzar la cuenta regresiva de las calorías. Un beso suave, por ejemplo, consume 10 calorías y puede estar perfectamente combinado con algunas caricias, que queman 15 calorías, y abrazos y movimientos para desperezarse en la cama, que pueden eliminar hasta 20 calorías. Si un miembro de la pareja le quita la ropa a su compañero, podrá eliminar 25 calorías.
La ducha matinal, imprescindible aún con el tandeo, puede ir de las 133 a las 500 en función de la intensidad. No es cuestión de repasar sólo las espaldas con la esponja. Se puede ir más allá enjabonándose: no sólo lo imagine, amigo lector, hágalo. Es conveniente recordar que una postura de pie supone 400 calorías quemadas. Si hace la cuenta, ya desde la mañana puede deshacerse de entre 200 y 500 calorías y comenzar el día con una sonrisa que, si se descuida, puede degollarlo.
El sistema, claro, le ofrece una lista de cantidad de calorías que quema con cada movimiento pero, no haga trampas, eso solo no alcanza si no se acompaña con una alimentación adecuada.
Antes de almorzar siempre es aconsejable realizar un ligero aperitivo. Lo más recomendable es un surtido especial de juegos con las manos (4 calorías), mordisquitos (14), chupeteos (40), besos normales (10) y otros más pasionales (18). Con esta sesión, los amantes o los esposos, yo qué sé, están preparados para degustar la comida más fuerte del día. Cuanto más y mejor almuercen, más quemarán: de 700 a 1,000 calorías.
Es imprescindible no saltarse ni un plato y saborearlos todos. Para que cada plato entre por los ojos, hay que preparar el ambiente. La luz debe ser indirecta y, la cama, mejor si está mullidita. En cuanto a la música, lo ideal es que dure como mínimo unos 90 minutos (allí descuente entre 42 a 50 calorías) pero no más de tres horas: más de eso, se considera orgía… mmmm…
Como entrada, lo ideal es algo suave como ir quitándose la ropa (12 calorías) y regalarse muchos mimos superiores (20) e inferiores (45). Los intermedios también cuentan, pero sólo de pensarlo se me borraron los números, se los juro.
De primer plato, nada mejor que la tradicional postura del misionero (240), tan típica como una ensalada. Y de segundo, los amantes pueden elegir entre las demás posturas del Kamasutra (de 250 a 400 calorías) la que mejor les siente. Más que nada porque la dieta debe ser variada y la rutina aburre.
Los postres, de crema o mermelada, se toman directamente del cuerpo de la pareja (160).
Los que a media tarde sientan un poco de hambre pero no quieran llenarse demasiado en previsión para la cena, pueden simplemente susurrar a la oreja del compañero (siete calorías), pero una fantasía erótica completa contada el uno al otro y sin perder un solo detalle puede quemar 130 como mínimo.
La cena debe ser ligera pero intensa. No hay porqué tomarla antes de ir a la cama si se puede disfrutar directamente entre las sábanas. Las delicias nocturnas pueden ir desde el strip-tease (60 calorías) a regalarse mutuas caricias (de 70 a 90). Luego, la postura que no se haya probado al mediodía es ideal para ponerla en práctica por la noche (de 250 a 400 calorías).
Es necesario recordar que en cada plato se pueden quemar otras siete calorías al colocar el preservativo. Algo imprescindible para la buena salud y marcha del régimen y evitar sobresaltos con cara de culpabilidad.
En cuanto a los caprichitos, son como la tentación. Se puede evitar todo menos caer en ella. En la época estival, la pareja puede darse un pequeño homenaje al retozar en la playa (320 calorías) o darse un romántico baño nocturno (260).
Como se ve: no hay pretexto para no rebajar. Aunque es menester tener pareja dispuesta, porque esta dieta no funciona mucho en la soledad, pues aunque se queman muchas calorías, también es cierto que se gana masa muscular en el brazo que más se utilice en la mecánica cuántica del onanismo. Fuera de eso, también hay una cierta felicidad en las reflexiones solitarias… digamos que uno pasa por filósofo.
Y de vuelta con la Oyuki, nomás alcancé a decirle: “Ira, prima, para que ya haya tierrita volada, ¿qué te parece si el sábado hacemos una carne asada…?”, a lo que de inmediato me respondió que sí, que bueno, que ella ponía los frijoles de fiesta con mucha manteca, las tortillas de harina y el queso asadero porque se andaba muriendo por una docena de quesadillas… Y ya ven qué tan fácil es convivir entre parientes sin llegar a las tragedias…
¡Qué bonita es la familia, en serio, sobre todo cuando la gordura es nada más una circunstancia pasajera, un adjetivo que se puede borrar sin más ni más! Bien dice Juanga: “Pero ¿qué necesidad, para qué tantos problemas...?"
Pero para no quedarse con la roña, la inchi Oyuki terminó el diálogo con estas aladas palabras: "¿Y tú qué, cerdo, cuándo empiezas a adelgazar, eh...? y me imagino que lo tendrás que hacer con esos aparatos idiotas que te venden en la tele, no, porque se me hace que ya no hay cataclismos en tu dieta", y luego la muy ca'ona se soltó riendo... se los juro que hasta me dieron ganas de vomitar...