La primera vez que escuché una declaración política sobre tanto asesinato vinculado con el crimen organizado la mayoría, me quedé pasmado, como decía mi abuela; es decir, entre atendejado y apontado , o algo así, pues no sé qué gran iluminado nuestro se levantó de su curul y salió a decir que simplemente eran ajustes de cuentas entre los mismos delincuentes, casi todos narcotraficantes, subrayó con esa claridad meridiana que tienen los ministros de las congregaciones religiosas, los conductores de programas matutinos, el Perro Bermúdez, los presidentes del PRI a nivel estatal y los imbéciles que creen que todo lo saben porque visten traje: escoja usted el personaje, amable lector (le aclaro que si escoge la última opción, es como si hubiera elegido cualquiera de las otras, eh). ¡A la bestia!
Yo levanté la mano ante tal declaración, y aunque nadie me dio la palabra, alguna vez dije aquí que no todos los asesinados en las calles de este país (que ha dejado de caernos bien poco a poco, pese a las cursis campañas televisivas sobre la falsa celebración de la Independencia y la Revolución, y las arengas del Felipe Calderón para que hablemos bien de México) son criminales: muchos, una enorme cantidad de muertos ha sido de víctimas inocentes que lo único que hicieron mal en su vida fue pasar por el lugar y el momento equivocado, justo cuando se desataron las balaceras que les arrancaron la vida.
Yo he dicho que no a todos los muertos de cada día los podemos calificar igual, no debemos meterlos a todos en el mismo costal, aunque a las autoridades de todos los niveles de gobierno y a muchos políticos les parezca lo mismo. Eso es facilismo, es lavarse las manos (inclusive aquel que pregonó que tenía las manos limpias y que ahora ya se le mancharon de sangre, metafórica, cierto, pero sangre de inocentes que ha vuelto a matar con sus declaraciones ligeras, epidérmicas, cobardes) para no enfrentar la responsabilidad de mantener un Estado y un país fincado en el derecho y el respeto a la vida humana.
Pero como yo lo dije, y como a mí nadie me hace caso, no pasó nada: Ni el presidente, ni los legisladores de pacotilla ni el crimen organizado me hicieron caso; por el contrario, le atizaron más leña al fuego para dejar su marca, unos y otro, aquéllos y éste, y enrojecer más la tierra que nos vio nacer. ¡Me lleva…! Ah, pero eso sí, nomás salió Beltrones a decirles a las cámaras de televisión (no es gratuito, chicos, es que ahora es necesario salir todos los días en los medios) que ningún muerto es menor. Y pararon las prensas y cambiaron los guiones y volvieron a graban los comunicados porque Beltrones lo dijo. Pero si yo lo dije antes, no tzinguen…
Bueno, el caso es que Federico Berrueto, articulista de MILENIO, lo dijo mejor que yo y que Beltrones, por eso me permito traer hasta aquí su columna “Se equivocó el Presidente”, que si se anima a leerla, amigo lector, no necesita mayor explicación que lo que el mismo especialista nos da. Dice Berrueto que MILENIO debe continuar con la contabilidad de Roberto López sobre las ejecuciones en el país. Importa la veracidad, sus cifras lo son; el problema, según se advierte de los números oficiales —un tanto mayores que los de MILENIO—, se explican porque el diario no tiene la cobertura de la totalidad del país, empero que los números no sean exhaustivos no quiere decir que no sean auténticos. Todas las muertes registradas por MILENIO son reales, existen y, en no pocos casos, presenta nombres, lugar y las incidencias que le acompañan. Nombrar y mostrar es fundamental. Disiento con lo dicho por Aguilar Camín en este mismo espacio; la prensa debe mostrar la realidad y el país que pocos disfrutan y muchos padecen.
También se equivocó el presidente Calderón en su mensaje del viernes pasado. Decir que las miles de ejecuciones son de criminales es un error; son muchos los soldados y los policías heridos o finados. Minimizar las bajas de civiles es grosería, sobre todo, porque cada vez son más frecuentes, porque la población de muchas partes del país espera de sus autoridades, especialmente del Presidente, protección o al menos comprensión y entendimiento sobre el horror que están viviendo. Minimizar el problema refiriéndose a las estadísticas internacionales comparativas o a las bajas “colaterales”, viniendo de las autoridades es peor que insulto, cualquiera que sea su propósito.
El Presidente hace lo suyo para ganar la batalla al crimen organizado. Queda en duda la estrategia, no la determinación. El hecho es que las personas se sienten abandonadas por los gobiernos. Por ello la mayoría cree que la batalla la va ganando el crimen organizado; no sólo es percepción por la mala prensa, sino realidad que ha modificado la vida cotidiana de millones de mexicanos. La extorsión de negocios es real; los levantones y secuestros se están dando con frecuencia; la intimidación a la libertad de expresión por el narco ya tiene tiempo en varias localidades del país. Grandes sectores de la población viven con miedo, al tiempo que el discurso oficial en la pretensión de tranquilizar se domicilia en la realidad virtual de números y argumentos falaces.
Es inaceptable que la prensa desatienda esta circunstancia a partir de la aparentemente razonable idea de no dar cobertura a los hechos que ocurren, con el supuesto argumento de no hacerle el juego al crimen organizado. Cueste lo que cueste, el periodismo debe exigir la verdad en muchos incidentes donde las bajas son inocentes; hacer un escrutinio crítico de la estrategia en curso. También debe ser riguroso en la exigencia para la observancia de los derechos humanos. No se puede permitir que la desesperación lleve a combatir al crimen con crimen.
Es inaceptable que el Senado haya tardado un año en atender la iniciativa presidencial de reforma a la ley de Seguridad Nacional, para normar la actuación del Ejército mexicano en apoyo a las autoridades civiles. Se sabe que su aprobación es inminente, pero la demora no se justifica. Cuidar a las fuerzas armadas debiera estar en la más alta prioridad del Congreso mexicano.
Al menos en el norte y el golfo del país, al partido en el gobierno se le está pasando la factura por el tema de la violencia, al tiempo que crece la desconfianza en los operativos de policías federales. El Ejército no debe ser la opción en materia de seguridad, no es lo suyo; su presencia debe ser temporal, limitada y selectiva. Las autoridades civiles deben cumplir con su responsabilidad.
Los hechos revelan que la respuesta al problema del narcotráfico exclusivamente represiva está dando resultados de inesperada violencia y, lo que todavía es peor, provoca una peligrosísima transformación del crimen organizado al desmembrarse las estructuras de los grupos delictivos. Cada vez queda más clara la idea de la pérdida de control de los capos del narco sobre sus propias huestes criminales, quienes ahora hacen de la extorsión generalizada, el secuestro sistemático y del control de sectores amplios de la economía informal, un sistema de financiamiento poderosísimo.
La lógica de la guerra no se administra, se impone a todos, requiere de propaganda y resiente la libertad de expresión. Es difícil, por no decir imposible, que vaya haber pronto la revisión a fondo de la estrategia y lo que es más preocupante, amenaza con extenderse y hacer rehén al gobierno que inicie en 2012. El país demanda una reflexión más profunda sobre qué hacer para combatir con eficacia al crimen. No se puede dejar en el discurso ni en el juego de poder propio de la política. Por lo pronto, para mejorar llega el momento de reconocer errores, de forma y fondo. Y hasta aquí Berrueto.
Por eso no debería enojarse ni Calderón ni la Tota Gómez Mont cuando Sabina viene y dice que el Felipe del Sangrado Corazón de Jesús pecó de ingenuo cuando creyó que podría ganarle la lucha al narco: esa lucha nadie la gana, dijo el español, por todo lo que ya sabemos. Dicen que a Gómez Mont se le cayó el copete, que la razón la perdió debajo de la cama, como si fuera un cadáver, y luego escribió unas líneas groseras a las que nadie les hizo caso… como a mí cuando dije que no todos los asesinados en el México de hoy pertenecen al crimen organizado… ¿quieren que se los cuente otra vez…?
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