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viernes, 18 de marzo de 2011

El petróleo y la demagogia...

Mientras su hijo y su nieto andan trazando líneas para esquivar el futuro inmediato, Lázaro Cárdenas del Río, un día como hoy de hace 73 años, le habló de frente a la nación y le dijo que desde hoy el petróleo mexicano sería para los mexicanos. Y la nación, como en un cuento de hadas, le respondió con todo tipo de bienes materiales para solventar la deuda que el gobierno había adquirido ante las compañías petroleras extranjeras.

Según Édgar González Ruiz, el 18 de marzo de 1938, en lo que se consideró el Acta de Independencia Económica de México, el presidente Lázaro Cárdenas decretó la expropiación petrolera. Hoy en día, el pueblo de México ha salido a la calle para defender la nacionalización, amenazada por los proyectos de la derecha en el poder y de un PRI agazapado como fiera, que durante 70 años royó ese bien nacional para obtener beneficios para unos cuantos.

Dice González Ruiz que la derecha católica que gobierna México trata de borrar la memoria histórica desdeñando fechas como la expropiación petrolera y el natalicio de Benito Juárez, el 18 y el 21 de marzo, respectivamente.

La política de apoyo a la organización de los obreros y la fundación de Petromex (después Pemex), seguida por parte del Presidente Cárdenas, fueron los antecedentes más cercanos de la expropiación petrolera.

En 1924, tras varios fallidos intentos de huelga reprimidos y disueltos por el ejército, se emplazó a huelga en Tampico contra la refinería "El Águila", en la cual los trabajadores resultaron triunfantes al lograr que la empresa reconociese al sindicato y se concertase la firma de un contrato colectivo de trabajo.

Con el derrocamiento del régimen porfirista, y durante la lucha revolucionaria, la industria petrolera se aisló más del proceso económico general del país y llegó a constituir, un enclave extranjero.

El 60% del petróleo mexicano estaba en manos de compañías inglesas y el 39.2% en manos de compañías norteamericanas.

Al terminar la Revolución mexicana y ser aprobada la constitución de 1917, su artículo 27 estableció el derecho de la nación a tener en propiedad exclusiva la tierra, el subsuelo y las aguas en los límites del territorio mexicano.

En 1938, las compañías petroleras no respetaron los derechos laborales de sus trabajadores mexicanos, negándose a cumplir las disposiciones de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, mientras que el juez primero de distrito, licenciado Manuel Bartlett Bautista, les negó el amparo que pidieron.

Ante ello, el 18 de marzo, y luego de un Consejo Colectivo de su Gabinete, el presidente Lázaro Cárdenas decretó la expropiación de la industria petrolera, que en punto de las 22:00 horas de ese día, dio a conocer al país mediante un mensaje leído por radio.

En él se refirió a la actitud de las empresas, que "con su labor de obstaculización constante a los gobiernos mexicanos en pago de las facilidades otorgadas, lo han orillado a dar este paso para salvar el decoro de México" (Alfonso Taracena La Verdadera Revolución Mexicana (1937-40), Porrúa, México, 1993, p. 217).

Ese mismo día, la Junta Federal de Conciliación declaró rotos los contratos colectivos con las compañías. Es decir, en su momento, la expropiación fue a la vez un acto en defensa de los derechos laborales y de la soberanía nacional.

Como relata Alfonso Taracena en el tomo 11 de su Verdadera Historia de la Revolución Mexicana, entre las clases medias, donde había mucha gente que no simpatizaba con el cardenismo, circuló la versión de que se trataba de "valores entendidos", pues la decisión obedecía, decían algunos, al "deseo de los Estados Unidos de ir eliminando el capital europeo de nuestro país; que el petróleo lo venderemos a los norteamericanos y estos lo revenderán a quienes les de la gana".

En realidad, más allá de las circunstancias del momento, la expropiación fue, como hicieron notar organizaciones obreras y populares, el Acta de Independencia Económica de nuestro país.

Así, el viernes 18 de marzo de 1938, a las 10 de la noche, declaró la expropiación mediante la cual la riqueza petrolera, que explotaban las compañías extranjeras, se volverían propiedad de la nación.

Este hecho fue efectuado de acuerdo a la Ley de Expropiación del 23 de noviembre de 1936 y al Artículo 27 de la Constitución Mexicana.

Las 17 empresas petroleras extranjeras expropiadas fueron: Compañía Mexicana de Petróleo El Águila, (London Trust Oil-Shell), Mexican Petroleum Company of California (ahora Chevron-Texaco la segunda empresa petrolera global) con sus tres subsidiarias: Huasteca Petroleum Company, Tamiahua Petroleum Company, Tuxpan Petroleum Company; Pierce Oil Company, subsidiaria de Standard Oil Company (ahora Exxon-Mobil, la más grande empresa petrolera mundial); Californian Standard Oil Co. de México; Compañía Petrolera Agwi, SA Penn Mex Fuel Oil Company (ahora Penzoil); Stanford y Compañía Sucrs. Richmond Petroleum Company of Mexico , ahora (ARCO); Compañía Exploradora de Petróleo la Imperial SA., Compañía de Gas y Combustible Imperio y Empresas; Mexican Sinclair Petroleum Corporation, sigue siendo Sinclair Oil; Consolidated Oil Companies of Mexico SA, Sabalo Transportation Company, y finalmente la Mexican Gulf Petroleum Company (luego llamada Gulf).

Como consecuencia de esta medida, el Reino Unido rompió relaciones diplomáticas con México, los Países Bajos y Estados Unidos decretaron un embargo comercial, y retiraron a todo su personal técnico. La Tesorería de Estados Unidos dejó de adquirir plata mexicana y dio toda su preferencia al petróleo de Venezuela.

Fueron momentos difíciles para el país ya que se agotaban las reservas de gasolina y no se tenía el conocimiento para sintetizar el tetraetilo de plomo, utilizado en aquellas épocas para graduar el octanaje de la gasolina.

El petróleo fue el motivo por el cual México entró a la Segunda Guerra Mundial, ya que dos de sus barcos petroleros fueron hundidos por submarinos alemanes del Eje. Sin embargo, algunas versiones revisionistas de la historia sugieren que el buque petrolero Potrero del Llano fue realmente hundido por la marina estadounidense, como medida de presión para que México dejara de apoyar a Alemania, versión que tomó más fuerza que la anterior.

Aunque malintencionada, la propaganda anticardenista que cuestionaba la nacionalización apuntaba al hecho de que, ciertamente, Estados Unidos no favorecería esa independencia económica, sino que buscaría hacer prevalecer sus propios intereses.

Lo hacía en ese tiempo frente a un gobierno, como el de Cárdenas, que era legítimo y popular, y que tenía un sentido nacionalista y defendía la justicia social.

Hoy —reitera Édgar González Ruiz—, un gobierno ilegítimo, plutocrático y confesional se esfuerza por hacer prevalecer los intereses extranjeros por encima de las necesidades y exigencias de la sociedad mexicana. Es decir, luego de más de 70 años. México quedó al revés.

En aquel entonces, la izquierda y otros sectores sociales se mantuvieron unidos ante la necesidad de defender la expropiación petrolera, pero al año siguiente, en 1939, se fundaría el PAN, partido reaccionario y apátrida por naturaleza.

Diputados y senadores, gobernadores de los estados, el Ejército y hasta León Trotsky y los estalinistas apoyaron a las autoridades.

Los grandes intereses económicos arreciaron el ataque a la economía nacional, al grado de que al día siguiente de la expropiación el dólar subió considerablemente, y promovieron campañas difamatorias contra el presidente Cárdenas, destacado miembro de la Masonería.

El valor y el idealismo que exhibieron muchos en esos días, se ha trocado en oportunismo y claudicación, al grado de que muchos políticos parecen estar esperando la menor oportunidad para hacerse simpáticos y útiles a la derecha en el poder.

Por ello, los mexicanos debemos retomar las lecciones de la historia, que nos enseña que hace décadas hubo gente, y hasta políticos, que lucharon por la independencia y el progreso de México.

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