Trova y algo más...

martes, 15 de marzo de 2011

Romance del Padre Kino...

Este día se cumplen 300 años de la muerte de Eusebio Francisco Kino, el Padre a Caballo, como le han motejado, el hombre que extendió los límites de la cristiandad hacia el norte de Cucurpe, que era la frontera entre la cultura española, conquistadora y feroz, y la salvajidad de los indígenas del norte de un estado de Sonora todavía no bautizado así ni delimitado por los terratenientes de ayer ni los narcos de hoy ni los cachorros políticos de mañana.

En honor del Chebopancho, como alguna vez le dijeron al insigne varón, un hombre que indudablemente tenía nalgas de fierro, considerando la enorme cantidad de leguas que recorría a diario a lomos de su semoviente, hemos recogido de un rincón del libro Blasfemias i irreverencias, de un poeta de cuyo nombre no quiero acordarme, el romance que a continuación se comparte.

Se hace la aclaración que esta entrada no tiene nada ni tendrá nunca que ver con los festejos que se han organizado para conmemorar el tricentenario de la muerte del también llamado Francisco Güino, según Julio Montané, chileno.

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De como el Padre Kino supo sobrellevar

tremendo diarreón de coraje en su aventura

de evangelización destas tierras.

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Si les vienen a contar

cositas buenas de mí,

ha de ser un sacerdote

o un político del PRI.

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Yo, Eusebio Francisco Kino,

no fui más de lo que fui:

simplemente un hombre simple

en lo que me tocó vivir.

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Anduve por estas tierras

en un constante ir y venir,

evangelizando cabrones

(indios y cosas así).

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Esa nomás fue mi chamba,

no tenía más quihacer,

y en mis momentos de güeva

misiones me puse hacer.

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Iglesias, parroquias y templos

fueron mi mero mole,

a puro pulmón cansado

y a puritito pinchi adobe.

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Pero el sindicato de indios

ya no quiso me ayudar,

y Dios, como estaba dormido,

tampoco pudo me auxiliar.

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A lomos de mula vieja

hube de salir huyendo,

porque había una vieja mula

que andaba me distrayendo.

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Erré por montes y valles,

corrí el sendero del mar,

me topé con un cometa

y no lo supe me explicar.

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Mucha chinga y poco sueldo,

pues hube de renunciar

(al fin, la plaza que dejaba

no se la iban a pelear).

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Y es que andar por estos lares

entre el desierto y el sol,

'tá cabrón, pior para uno:

sin mujer y sin alco'l.

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Por eso, ya entrado en años,

p'os, mejor preferí me morir,

que la historia habla una cosa

y otra cosa dice el PRI.

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Sí, sé que me dicen por a'í

"conquistador del desierto",

¿conquistador...? ¡pura madre!

que'l desierto dejóme yerto.

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Y hasta por vino me toman:

"Tome Usted Padre Kino".

Padre, padre, Padre Kino,

Padre Kino... ¡qué buen vino!

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Mi vida no es un discurso

ni un discurso es mi obra:

si es este poema, le falta;

si es un discurso, le sobra.

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Por eso vine a decilles

que no lo crean, no es así,

si les vienen a contar

cositas buenas de mí.

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Palomita, palomita,

párate a la orilla del mar,

que el tricentenario de Kino

en Kino vamos a festejar.

-o-o-o-

Ya con esta me despido

en los dominios de Onán,

que Kino sólo fue un hombre,

no Rambo ni Supermán.

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