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miércoles, 18 de noviembre de 2009

México, uno de los peores del mundo...

Pues sí, cuando el Felipe Calderón no anda de fanfarrón, se disfraza de optimista.

Y ni modo: esa es su chamba.

Lo que no me queda claro es ese fanatismo michoacano que lo asalta cuando cree que debe defender al país, en ocasiones del mismo Calderón; o sea, cuando le hace el harakiri a México.

Y encima, al Felipe todavía le quedan fuerzas para enojarse con quienes osan criticar las políticas públicas de esta patria tan lejos de dios y tan cerca de los buitres de la iniciativa privada que quieren meter su capital en las empresas públicas, existentes, inexistentes o en vías de la inexistencia.

Y ya me imagino cómo debe de estar ahorita mismo de enchilado con las declaraciones de Joseph Stiglitz, quien señaló que el desempeño que México ha tenido para enfrentar la recesión ha sido uno de los peores en el mundo.

Así nomás, y le pegó una descobijada al Felipe y-gente-que-le-acompaña.

A la mejor el Calderón y su fiel escudero Agustín Carstens se encabronaron con esa declaración, pero difícilmente podrían rebatirla sin caer en la demagogía fantástica de los números manipulados y del PIB engañoso.

Además, entre el Felipe y el Agustín, y el tal Joseph hay algo así como unos ocho universos de distancia, considerando que Stiglitz es premio Nobel de Economía 2001, ni más ni menos, y de que sabe de lo que habla, pues vaya que sabe.

Dice el Stiglitz:

"Las estadísticas de crecimiento han sido muy débiles y pesimistas para este país, la combinación de una recuperación muy débil para Estados Unidos y una política fiscal que no estimule la economía mexicana es una fuente de preocupación".

Cuando dicho Estados Unidos se encuentra débil, "tradicionalmente México sufre debido a los vínculos económicos que tiene con esa nación.

Detalló que países como Australia y Brasil fueron los que mejor enfrentaron la crisis financiera, ya que tuvieron una reacción gubernamental "muy fuerte", así como un reglamento bancario que hizo que su sistema financiero soportara las dificultades que provocó la recesión.

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Aquí, en cambio, empezó la rebatinga, prevaleció la estupidez, campeó la demagogia apoyada por los medios de comunicación y, finalmente, se sentaron las bases para un nuevo estallido social, aderezado con más impuestos para la perrada, exenciones fiscales para las empresas millonarias y sueldos insultantes para los representantes populares en las cámaras...

Y si Felipe se niega a reconocer eso, pues algo no debe de estar bien en su interfaz que conecta la demagogia con la realidad: ¿hará falta que vengan más Stiglitz a decirnos lo que ya sabemos en los sótanos del país?

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