Trova y algo más...

viernes, 21 de mayo de 2010

¡Que paseeeeeeeeellll desgraciadooooo...

Dice Jairo Calixto Albarrán (en serio: así se llama, je) en su columna "Política Cero", que escribe en un medio de circulación nacional, al hablar algunas particularidades de Laura Bozzo —ahora refulgente estrella de TV Azteca, sí, señor— que me gustaría compartir contigo secuestrado, desaparecido y/o levantado lector, lo que le ocurra primero:

“Ella existió, sólo en un sueño. Saber que Laura Bozzo, Laura de América, ¡la señorita Laura, señorita Laura!, ha llegado a la patria para salvar a los mexicanos de su triste y cruel destino. Después de sembrar justicia y paz social de Lima a Miami, la señorita Bozzo, paladina entre paladines, asienta sus reales aquí, donde el águila paró y su estampa dibujó en el lienzo tricolor, con el único fin de ofrecer apoyo sincero y moral, así como un hombro en el cual llorar cuando la cosa se pone color de hormiga. Por eso, cuando reapareció misteriosamente en los grandes escenarios de TV Azteca, que vendría a resolver los grandes problemas nacionales, incluyendo el de Ciudad Juárez, yo le creí porque ella es un poema que el poeta nunca escribió.

Y ya la vimos en acción, abogando por el incierto destino de Celia Lora en un edificante espectáculo cómico-flácido-musical con Chela llorando mientras le entregaba un mendrugo de indemnización a la familia de la víctima de los excesos etílicos de su hija, mientras su padre, Alex, cantaba aquello de “yo la traté como una reina, yo le di todo lo mejor, le di todo mi dinero… y ella lo atropelló”. Cosas que nutren tu educación sentimental.

Es por eso que exijo que Bozzo sea reclutada por el gobierno para que solita haga lo que ni el gabinete de seguridad ha podido hacer.

Primero, la Bozzo podría aplicar sus conocimientos sobre el alma humana en el corazón de piedra, corazón, de Etilio González Márquez —acá entre nos, ese neonazi panista que firma como gobernador de Jalisco, y que hoy anda más enfrutado, para decirlo de una manera digamos que búha, porque las cosas derechísticas nomás no le salen porque el chiverío se niega a morir en la Copa Libertadores, y mire que han hecho hasta lo imposible por quedar eliminados: ni modo, así es el futbol, dirán los maquiavelos mundialistas de Televisa, amén—, ese premoderno terror de los matrimonios gay, y cuya lógica guarachuda lo llevó a decir que la píldora de emergencia era igual que el narco. La señorita Laura quizá pueda explicarle a partir de una violación tumultuaria en el estudio, lo que la Tremenda Corte no ha podido con sus argumentos a favor de que las mujeres ultrajadas puedan ampararse en esa pastilla para no quedar preñadas de las bestias que abusaron de ellas.

Lady Laura también podría ir a Mérida a tranquilizar a las huestes panistas que están muy pejistas, en un reality show con la gobernadura Ivonne Ortega, para que mientras estén en las luchas en lodo, ella deje de operar en Yucatán como la Gordillo en el SNTE.

Y antes de que Laura no esté, ahí como cosa suya, que se meta en el caso del Subjefe Diego, sobre todo ahora que Jelipillo descartara al crimen organizado… capaz que la PGR argumenta que la culpa es de la Ley Arizona.

Lo malo es que con lo envidiosos que somos, es muy probable que en un futuro veamos que la señorita Laura, señorita Laura, termine arraigada en un estudio de Tv Azteca, como le pasó en Perú por andar de Mata Hari con la ultraderecha".

Y hasta ahí el Jairo Calixto en su descripción del trabajo de Laura Bozzo, Laura de América, Laura de todos, o como la hayan bautizado ahora los genios de la televisora del Ajusco, que fomentan ese analfabetismo funcional que un soldado en cada hijo te dio entre el gentil ejército de obreros y maquiladores que sufren en carne propia, pero en versión cotidiana lo que carga en sus pimalteños lomos domeñados por Kino y secuaces el estado de Sonora —tan lejos de dios y tan cerca de Estados Unidos—: “Tan cerca del futbol y tan lejos de los libros”, porque es bien sabido que quienes saben leer y reflexionar las lecturas, reflexionar, que no sólo de la nota roja vive el hombre, entienden aquella frase de Groucho Marx: "Encuentro a la televisión muy educativa: cada vez que alguien la enciende, me voy al otro cuarto a leer un libro".

No, mi primo el Chato Peralta no es marxista, como se ve... "¡Gracias a dios!", diría mi tía Clodomira, la mamá del Chato, cierta-mente, que todavía cree que el comunismo es cosa del diablo. Je.

Yo no sé ustedes, pero a mí la Laura Bozzo como que no me cae muy bien. Y luego a dónde se fue a meter: justo en el nido de víboras ventaneras que le tiran a todo lo que se mueva, vuelve, camine, se arrastre, nade o respire nomás bajo el cielo tricolor de un país bicentenario más escuálido que el cheque quincenal del Polacas, que no le permite ir a Nueva York o a San Pedro de la Cueva, a ver los jonrones del Alex Rodríguez, el gran asterisco, como si eso fuera el sine qua non de todo lo que huela a contubernio y simulacro: ¡Caramba y samba la cosa, que viva todo lo estulto!

Y mire usted, amigo lector, que yo de televisión sé un buen resto, y eso me ha permitido ser un tanto anecdótico y personalista, cual delantero de la Selección Nacional. Debo confesar que a mí la también llamada caja tonta me copa, me aturde y me embriaga (no necesariamente en ese orden) desde muy temprano en la tarde hasta muy pasada la medianoche, cuando el silencio se vuelve tan pesado que una moneda puede flotar en él.

Recuerdo que años ha, yo, que soy de natural solitario, aprovechaba que el sofá de la estancia es amplio y mullido, generoso y plural, simple y feliz, para lo mismo ver con mis hijos los “Rugrats” que reírme con las bobadas de “Friends”, esperar la película “Michael”, con Travolta, por décimoquinta ocasión, o hacerme el harakiri en pleno hígado viendo al América derrotar al Cruz Azul (¡guácala!).

Muchas veces, durante muchos años, el Alí y yo coincidimos ante el televisor y destripamos la máquina del tiempo viendo “Rescate 911” o “Una familia con ángel” o ya de perdida “Los Simpson” para demostrar(nos) que Dios tiene también su lado perverso y que a veces sí se echa su manita de póquer con el universo.

Ya entrado en confesiones, diré que mis preferencias, como debe de ser en todo televisiófilo que se precie de existir, rebasan en calidad, y con mucho, a mis aberraciones, que rebasan a aquéllas en cantidad: lo que queda de mi coeficiente intelectual me impedía ver en Televisa por ejemplo, “La Güereja y algo más” o a los gemelos Brenan de “Duro y Directo”, quienes, como su nombre lo indica, son un par de individuos norteados clonados con toda la estupidez posible, y que a la menor provocación se soltaban cantando “La cumbia de la niña violada” o se ponían a bailar “La polka del balaceado en pleno Insurgentes”.

Con todo, a mí también, como a millones de mexicanos, me apasiona la televisión: disfruto perdiéndome en sus empantanados laberintos que a veces no conducen a ningún lado. Estoy convencido que la televisión es sólo una manera más de recrear la realidad; es decir, que lo que vemos en la pantalla necesita una buena masticada antes de deglutirlo. De eso no hay la menor duda. Y me resulta difícil de creer que a estas alturas del posmodernismo, exista gente que todavía cree que la televisión, como Dios, existe para dictar normas y trazar conductas, algunas de las cuales van contra natura y son, para colmo de males, las heces del diabólico.

Ciertamente, la televisión existe, no como producto divino, más bien como fruto de la inteligencia del hombre. El uso que uno, dentro de su muy particular fuero interno, le dé a ese artilugio de la modernidad incumbe sólo al televidente. Y a nadie más. Creer que la televisión nos ofrece la verdad absoluta es como aceptar que a Dios le han puesto transistores y una marca japonesa. Aunque hay mucha gente que tiene la certeza de que Dios es la lucecita roja del control remoto que hace que el aparato se encienda y se apague con sólo apretar un botón. En fin...

Y entre ese dios que es el control remoto —subordinado a los deditos pecaminosos de usted, de mí, de tú, de él, de nosotros, vosotros y ellos; o sea: los meros dioses somos nosotros— y la nueva Laura Bozzo, la ahora de TV Azteca, hay un instante infeliz que nos permite serle fiel a la razón o dejarse ir por la estupidez abrazante y abrasante de los calores preveraniegos —algo así como un diabólico SPM— y permitirle a la señorita Laura que se asome a la pantalla, se nos quede viendo fijamente y que suelte su grito de batalla: “¡Que paseeeeeeeeelllll desgraciadoooooo!”

Y ahí sí: cada quien sabrá…

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