El otro día, nomás de holgazán me puse a
resolver una prueba de esas que aparecen en internet y que miden el Coeficiente
Intelectual (CI).
¿Cuál fue mi resultado?: 73 puntotes, uno detrás
de otro.
Yo andaba encantado (ebrio de felicidad, diría
el poeta Rubén Darío), hasta que me topé con la medición de resultados, pues según
la prueba de Wechsler (que ni me pregunten ahorita quién es, si quieren mañana
les digo, porque yo, como dijera Renato Leduc: “soy un genio de un día para
otro, pero el mismo día soy muy pendejo”), los resultados se miden así:
Menos de 70 puntos es retraso.
De 71 a 89 la persona está en un limbo medio
peligroso.
De 90 a 110 es la puntuación promedio.
De 111 a 134 la persona está en un limbo menos
preocupante.
De 135 hasta 164 puntos se considera una persona
dotada (no es albur, eh).
De 165 para arriba (hacia el infinito y más
allá) es considerado un genio.
Así que después de ver esta tabla, sentí así
como que algo se me quebró por dentro porque yo siempre he creído que no ando
volando tan bajo en esto del CI, aunque tampoco tan alto. Digamos que soy un
respetable representante del promedio intelectual.
No obstante, el internet suele tener ambas caras
de la moneda, y así como te pone un test de CI para que te estrelles, también
te tira un salvavidas para que no te quieras arrojar al vació desde el primer
puente que se cruce en tu camino.
Y ahí nomás navegando (ya ven que soy un
holgazán), me encontré con esta maravilla, que dice lo siguiente:
1. Los
test de CI son relevantes para las ciencias y las matemáticas. Que una
persona tenga el CI alto no significa que posea amplios conocimientos en otras
áreas importantes, como la historia o las letras en general. El portal Ojo
curioso pone como ejemplo al genio Einstein, que, a pesar de tener un CI alto,
no pudo ingresar en una prestigiosa escuela porque obtuvo notas excelentes en
las pruebas de matemáticas y ciencias pero falló en otras materias de igual
importancia.
2. El CI
no tiene en cuenta la creatividad. La creatividad tiene la misma
importancia que las habilidades matemáticas o las capacidades para memorizar
datos, opina el portal. No obstante, las pruebas de CI no pueden medir el nivel
de creatividad de una persona. Muchos famosos artistas no podían presumir de
ser buenos matemáticos, lo que no impidió que dejaran una profunda huella en la
historia de la humanidad con sus obras.
3. Las
personas con CI alto pueden terminar aislados y arrogantes. A los
individuos que logran obtener buenos resultados en las pruebas de CI se les
abren las puertas de los exclusivos clubes para personas ‘intelectualmente
superiores’. Se rodean de personas con el mismo nivel de CI pero a menudo, en
lugar de aprovecharlo como un estímulo, solo comparan sus conocimientos para
determinar quién es más inteligente.
4. Subjetividad
de las preguntas. Un mal resultado en un test de CI no refleja el nivel
real de la inteligencia de una persona, ya que muchas preguntas son subjetivas.
Por ejemplo, determinar el color de una manzana no tiene una respuesta
correcta. Además, es posible entrenarse para responder las preguntas de manera
que, cuantas más veces se pasa el test, mejor resultado se obtiene.
5. Antes
servían para medir la edad mental de los niños. Los test verbales de CI
fueron ideados para diagnosticar los posibles retrasos mentales en los niños.
Los resultados se comparaban con su edad biológica. Así, si un niño de 10 años
obtenía 50 puntos en la prueba de CI se concluía que sus capacidades
intelectuales eran equivalentes a las de un niño de 5 años.
Sin embargo, a los 15 años en la mayoría de las
personas la edad mental y la biológica se equilibran, con lo que las pruebas de
CI dejan de tener relevancia.
Como sea, siguiendo la lógica de Renato Leduc,
mañana volveré a hacer la misma prueba, a ver si es cierto que, como el afamado
escritor, resulto ser un genio de un día para otro. Mientras, seguiré siendo un
holgazán.
Y hablando de holgazanes, esto me recuerda la
canción “La quiero a morir” ("Je l'aime à mourir", en su versión
original en francés), que se le atribuye a Francis Cabrel, quien convirtió esta
obra en un éxito en 1979.
Aquí, por supuesto, les comparto la canción, con
todo y letra (en español).
Y yo que hasta ayer
sólo fui un holgazán,
y hoy soy el guardián
de sus sueños de amor.
La quiero a morir.
Podéis destrozar
todo aquello que veis,
porque ella de un soplo
lo vuelve a crear,
como si nada,
como si nada.
La quiero a morir.
Ella borra las horas
de cada reloj
y me enseña a pintar
transparente el dolor,
con su sonrisa.
Y levanta una torre
desde el cielo hasta aquí.
Y me cose unas alas
y me ayuda a subir,
a toda prisa,
a toda prisa.
La quiero a morir.
Conoce bien cada guerra,
cada herida, cada ser.
Conoce bien cada guerra
de la vida y del amor también.
Me dibuja un paisaje
y me lo hace vivir
en un bosque de lápiz
se apodera de mí.
La quiero a morir.
Y me atrapa en un lazo
que no aprieta jamás,
como un hilo de seda
que no puedo soltar,
no quiero soltar,
no quiero soltar.
La quiero a morir.
Cuando trepo a sus ojos
me enfrento al mar,
dos espejos de agua,
encerrada en cristal.
La quiero a morir.
Sólo puedo sentarme,
sólo puedo charlar,
sólo puedo enredarme,
sólo puedo aceptar
ser sólo suyo,
ser sólo suyo.
La quiero a morir.
Conoce bien cada guerra,
cada herida, cada ser.
Conoce bien cada guerra
de la vida y del amor también.
Y yo que hasta ayer
sólo fui un holgazán,
y hoy soy el guardián
de sus sueños de amor.
La quiero a morir.
Podéis destrozar
todo aquello que veis,
porque ella de un soplo
lo vuelve a crear,
como si nada,
como si nada.
La quiero a morir.
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