No es sólo compartir el pan y la sal mientras
llega la media noche.
No es sólo el abrazo y el mensaje esperanzador.
No es sólo el beso cálido y las palabras de
aliento por el año que inicia:
el rito de año nuevo implica todo lo que hemos
dejado en el pasado,
son todos esos días —felices o tristes,
luminosos o miserables—
que ya no
volverán
y que estarán viéndonos desde un rincón del
pasado
como fieras sangrientas que esperan que nos
descuidemos
para caernos encima y destrozarnos poco a poco
con sus garras de tristeza y de agonía.
Hoy inicia el camino de un nuevo año,
uno que tendremos que aprender a volver a
vivirlo
como hemos vivido cada año de nuestra vida:
día a día, hora a hora, sorbo a sorbo…
como se beben los buenos e irrepetibles vinos
y se saborean los besos inolvidables.
Va un abrazo enorme
y el deseo de que los perversos no nos arrebaten
las ganas de vivir…
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