Trova y algo más...

jueves, 14 de enero de 2010

La felicidad y la demagogia...

Es curioso ver cómo dicen —justo ahora que en pleno invierno todo está tan caliente en México, por decirlo de una manera climática— que un país como el nuestro, en el que amanecen cada día decenas de muertos —decapitados, colgados, tirados o convertidos en pozole—, en el que un tipo demagógico —uno más de los cientos que medran en la política enana a la mexicana— nos da atole con el dedo con un cinismo michoacano que no le cabe en la conciencia; un país en el que los valores cívicos son fomentados por dos cadenas de televisión cuyo poder es producto de alianzas en lo oscurito con el gobierno y demás representantes de la corrupción más perversa que pueda existir; un país en el que Ciudad Juárez ha sido considerada como la ciudad más peligrosa a nivel mundial gracias al nada envidiable record de más de cien muertos en una semana, lo que habla de que la inteligencia de las fuerzas armadas es pura basura retórica que nada más sirve para alimentar el ego de la grisedad personificada en un discurso desechable por facilón, mediocre por repetido, y obsceno por mentiroso y abusón; un país en el que el futbol y sus estrellas de la imbecilidad reciben más recursos que las universidades y su esfuerzo cotidiano por no dejar que naufrague la matria nuestra de todos los días; un país en el que los ciudadanos debemos cargar con los costos sociales de esa falta de inteligencia y sensibilidad que permea entre la clase gobernante; un país en el que la llamada prensa libre va a misa, comulga y se da golpes de pecho, y al final del ritual se retrata sonriente —presuntamente limpia de cuerpo y alma— con ese pastor maravilloso llamado Carlos Quintero Arce, un tipo que con el cinismo propio de los semidioses avaló la calidad moral de los dueños de la guardería ABC, que como todos sabemos se ha vuelto el ícono posmoderno de la impunidad, corrupción y tráfico de influencias; en fin: un país rico pero empobrecido por las castas políticas y los grupos de poder económico que reciben todo el apoyo del gobierno para evadir las cargas fiscales y llevarse las ganancias que produce la miseria de casi cien millones de personas anónimas que viven y mueren sin más crédito que ser un dato más en las estadísticas de la pobreza… es curioso, digo, que a este país que tiene todo y no aprovecha nada lo califiquen como uno de los más felices del mundo.
Así como lo lee, ex timado lector…
Los medios —ese otro puntal de la demagogia que el cielo nos tiene prometida— han dicho que los enormes problemas —y mira tú que son enormes— que vive México en la actualidad no han hecho que el ánimo, la alegría, pero sobre todo la felicidad decaigan, porque esa es la fantástica conclusión a la que se llegó y fueron publicados por la Base de Datos Mundial de la Felicidad —una organización que surgió sabe cómo y sabe para qué— en la cual México ocupó la séptima posición en el ranking global.
De acuerdo con el estudio presentado por los organizadores de la base de datos, durante el 2009 México fue capaz de juzgar positivamente su calidad de vida, aunque yo creo que más bien debieron decir que algunos mexicanos encuestados, sólo algunos, dijeron y juzgaron bien su ser y estar, porque, que yo sepa, ni a mí ni a la gente que conozco nos tocó que nos encuestaran. Encuestaran, dije, no acostaran, que conste.
Como sea, según los resultados gasparín obtenidos por la organización de marras, el país más feliz del mundo es Costa Rica —y quién sabe qué dirán los costarricenses, porque ése es un país igual o peor que el nuestro, con la salvedad de que no tiene ejército, así que, a diferencia del territorio telcel del Tri, el narcotráfico está ligado a otras fuerzas— y le siguen en segundo lugar Dinamarca e Islandia, naciones de las cuales sólo puedo decir, parafraseando a doña Claudia, que son tierras muy frías… y deja tú lo frías, lo gélidas que son...
Siguiendo con la ficción del estudio, en sus páginas señala que entre los parámetros analizados por la World Database of Happiness (WDH, por sus siglas en ópata), se analizaron diferentes tipos de felicidad establecidos dentro de los distintos niveles de vida; es decir, para cada nivel hay una felicidad apropiada, y pues así, no hay pierde, ¿no?: hay a quienes hace feliz el caviar y a quienes un burro de frijoles —con queso regional de San Felipe de Jesús, ciertamente— los pone al borde de un ataque de alegría esquina con paro cardiaco… o sea, ¡helloooouuu…!
En general, las preguntas realizadas a la feliz feliz población de todos lados, sugirieron acepciones acerca de cómo es que se desarrolla la vida de cada persona, pregunta a la cual se le colocaban respuestas de opción múltiple, que iban desde el feliz hasta el terrible. Pero sucede que por cuestiones de esa extraña sicología inversa que tan bien maneja el Bart Simpson, la mayoría de los mortales casi siempre negamos ser infelices, aunque traigamos el varillón atravesado y nos esté llevando el paso a desnivel. Y, así, digamos que es más fácil agenciarse de una felicidad más falsa que la sonrisa de cierta funcionaria que se niega a envejecer.
Finalmente, la WDH, señaló que sus conclusiones deberían ser tomadas en cuenta por los políticos, para que así estén más concientes de cuáles son los intereses de los ciudadanos. Pérense: no me hagan reír porque traigo los labios partidos. No sé si los analistas de la WDH le pondrán a algo que en México todavía no está legalizado, pero deberían de imaginarse al menos que nuestros enormes problemas, como señala en los prolegómenos el estudio, los han provocado los políticos y sus decisiones corporativas, en masa, como borregos, pues…
La felicidad es un derecho humano que no se adquiere por decreto presidencial; es un estado del alma con el que se nace y que a medida que la vida nos golpea con su puño de realidad, se va empañando con un vaho de amargura, como el rostro de los indígenas y el de las viudas y el de los viejos maestros pensionados con cantidades que desgarran cualquier tipo de felicidad, sobre todo si se comparan con los sueldos de nuestros legisladores.
Pero… ¿la felicidad está vinculada con la abundancia? ¿un pobre puede ser feliz? ¿un parapléjico puede ser feliz? Antes de que conteste por nosotros la WDH, debemos que reconocer que tener recursos facilita cualquier tipo de felicidad, por más subjetiva que sea la utilización del término y la felicidad misma. Y por el contrario, las carencias amargan cualquier alegría. Sobre todo cuando esas carencias afectan directamente a la familia.
Pamela Anderson dijo el otro día que la ignorancia es felicidad.
Y esa es otra veta que los sociólogos han estudiado, pero que la WDH se pasó por el arco del triunfo, pues estar sometido durante tantos años y no haber disfrutado lo que por ley merece cualquier ciudadano aquí y en China —como la libertad elemental, recibir lo que por justicia y tradición merece, gozar del tiempo y el espacio que nos pertenece a todos, que prevalezca una equilibrada distribución de la riqueza nacional que nos dignifique a todos, y otras tantas utopías consagradas en la Constitución— hacen que cualquier mínima cosa, la que sea, se confunda con felicidad.
Dice todos los días mi entrañable amigo José Ángel Calderón Trujillo en su programa “Compartiendo contigo”, que la felicidad no consiste en tener todo lo que se quiere, sino en querer y disfrutar todo lo que se tiene.
Pues sí. Tiene mucha razón.
Aunque ese es el precepto fundamental de la felicidad, porque aquellos que nada tienen, ¿qué pueden conceptualizar como felicidad? ¿qué pueden querer y disfrutar si lo único que tienen es lo que Benedetti decía a su manera: “Todo mi equipaje soy yo mismo”? Me da la impresión que la WDH no contempló eso para hacer su epidérmico estudio, así que ese séptimo lugar de México en términos reales vendría a ser otro, uno que esté fincado en la realidad real en este mundo mundial…
Bueno, como ahora es un día especial para alguien que yo conozco, les pido permiso para decir que “Soy feliz, soy un hombre feliz, y quiero que me perdonen por este día los muertos de mi felicidad…” y nada más porque la vida me ha permitido llegar hoy a 52 años gaylusac, con todas las cosas buenas y malas que pueda tener ese montón de años.
Salud, amigos.
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