Pues de seguro me dirán que soy un hijo de la tzingada... y a la mejor tienen razón, pero a mí el caso Cabañas me tiene sin cuidado. Se los juro.
Pero con tanta basura que se ha escrito sobre el tema, ya no haya uno para dónde volver la vista: que ya reconoce hasta a su perro, que le gusta el suero de fresa, que piensa ponerle nombre a la bala, que el papá desayunó comida mexicana, que la mamá quiere ir a la Basílica, que la esposa no se ha bañado, que las autoridades se empacharon, que se equivocaron y confundieron a los delincuentes, que si las arañas... en fin, con tanta basuridad parece que a uno lo traen en tira y tira...
Pero no todo está perdido en el periodismo, y justamente hoy me encontré esta notita, perdida, como todo lo bueno, entre tanta imbecilidad, y díjeme a mí mismo myself: ¿y si la comparto con el gentil auditorio de las gradas de sol?
Y me gustó la idea de poner aquí un pedazo del buen escribir que todavía queda en el periodismo en México, que no todo es López Dóriga, Alatorre y el Loret de Mola...
No, señor: también hay quienes de repente escriben cosas de manera inteligente.
¿El tema? El tema, lo siento, es una basura, pero acuérdense de aquello de fondo y forma: aquí fíjense en la forma.
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Se aterrorizó. Veía su imagen en el video. Era ella, la rubia de vestido entallado que platicaba cordialmente con el hombre fornido frente al baño del bar en el que fue baleado el futbolista Salvador Cabañas.
Entró en pánico.
De inmediato hizo varias llamadas a diversos amigos en busca de consejo, de ayuda.
Por fin uno de ellos le dijo que tendría que decidir qué quería ser, testigo o encubridora.
La chica le respondió que en cualquiera de los dos casos tenía miedo de que le hicieran algo.
El hombre le pidió unos minutos, se comunicó con algún funcionario de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal.
Finalmente, ya en la madrugada de ayer, la mujer se presentó a dar su testimonio.
Dijo lo que sabía de los dos personajes.
Contó también que con dos amigas estuvo sentada con ellos, cerca de la mesa en la que estaban Salvador Cabañas y sus acompañantes, uno de los cuales, un joven, su cuñado, la miraba con insistencia y en algún momento le tomó una foto, por lo que ella le reclamó enojada.
Horas antes, durante la tarde del lunes, uno de los empleados del bar, durante uno de los interrogatorios la identificó, dijo su nombre, y que es de nacionalidad cubana, bailarina, que parece que está en México sin los documentos reglamentarios.
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Versiones contradictorias
Difícil labor la de tratar de que empleados, meseros y guardias respondieran con verdad a las preguntas que les hacían.
Una persona cercana a las investigaciones de la Procuraduría comentó que era evidente que tenía o tienen miedo.
Por ello, hubo quienes dijeron que no conocían al agresor ni a su escolta, pero también dieron variadas y contradictorias descripciones de ellos por lo que fue imposible la elaboración de un retrato hablado confiable.
Todos los que se hicieron eran muy distintos a los rostros que aparecieron en el video tomado por las cámaras de seguridad del Bar Bar.
Una y otra vez, uno tras otro escuchaban las preguntas de los investigadores, respondían titubeantes o guardaban silencio.
Se contradecían no sólo entre ellos sino a sí mismos.
Finalmente, un funcionario de la Procuraduría de Justicia del DF les advirtió que hasta ese momento estaban como testigos, pero que podrían incurrir en el delito de encubrimiento por dar declaraciones falsas.
Fue hasta entonces cuando comenzaron a colaborar.