Noel Nicola, Silvio y Pablo : porque alguna vez fueron jóvenes
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Yo nací en Hermosillo, viví en Navojoa y, llegado el momento de tomar decisiones, me largué a donde pude largarme sin deberle al fisco ni estropear las finanzas de la Fundación Zamoraguirre, que me becó en aquellos tiempos precámbricos, cuando fui joven, bello, feliz e indocumentado.
Hoy soy como la Nueva Trova Cubana, según la definiera el Amaury Pérez la última vez que estuvo en el Auditorio Cívico —antes de que le dieran la maquillada más cara que en la historia ha habido—:
La Nueva Trova Cubana ya ni es nueva porque nació hace más de 40 años*, ya ni es trova porque casi todos nos acompañamos por orquesta, y ya ni es cubana, porque la mayoría de aquellos de entonces andamos repartidos por el mundo... dijo el Amaury y casi todos nos reímos como imbéciles, sobre todo porque no le entendimos el chiste.
Y así: yo ya no soy joven por lo mismo que dijo el Amaury, tampoco soy bello porque acaso lo único que me queda de aquella fermosura —para estar a tono con mi edad y siglo literario— es la mirada de San Francisco de Asís tercermundista... y tal vez lo único que queda de aquel lento y hormonal animal que fui, que ya no he sido —bueno: lento sí, pero hormonal no—, es seguir siendo indocumentado —aunque los papeles me rodean como testimonio humano de algo que nunca he querido ser— y feliz ex oficio, porque es algo que está ínsito en el ser humano.
La felicidad que me desborda también a veces me permite llorar por todo lo que no comprendo, por aquello que no debería de ser, lo que no tendría que suceder, como la muerte de inocentes o el abuso sistemático de un sistema abusivo que apenas nos deja respirar; un sistema corrupto, que nació muerto y que tal vez por ello no funciona...
Necesitamos con urgencia darnos cuenta de eso, ver debajo de la alfombra de las celebraciones, de los discursos huecos y de las poses de diva de nuestros políticos para percatarnos que ellos están flotando, que viven en una esfera que no tiene sus raíces en el México cursi y futbolero que nos quieren vender las televisoras con sus conceptos baratos y sus imágenes alienadas, sino en un México que tiene cuentas bancarias en Suiza y posesiones en California y vacaciones en Canadá y educación de sus hijos en España e Inglaterra... un México que no es el nuestro, el México jodido que describió Emilio Azcárraga, El Tigre, rabioso soldado del sistema.
Un México que ha soportado todo con estoicismo: hasta la agonía de la esperanza, que bien dicen es lo último que muere...
Un México que poco a poco ha dejado de ser nuestra cuna materna, los brazos de mi padre, la risa de los hermanos, el recuerdo de los abuelos: serios, fumando en el pasillo al borde de una taza de café, platicando de sus propios abuelos venidos de otros pedacitos de México...
Ahora es una tierra que sirve de puente para cruzar ríos y jaurías, para evadir los arañazos del hambre y la miseria, el soporte de nada que sirve para brincar un muro más feroz que cualquier programa de beneficio social, pero que a la vuelta del tiempo, en la oscuridad del anonimato, en las calles de la fuga, en los rincones de una cultura ajena, ofrece lo que nadie acá promete: la mitad de la vida, que el resto es cuestión de cada quien...
Pero yo no me voy. Yo me quedo.
Me quedo a construir lo poco que se pueda construir, lo poco que pueda transformar para amoldar un nuevo país para nuestros hijos y tal vez para nuestros nietos...
Yo me quedo a levantar golpe a golpe y beso a beso una nueva casa para los abrazos, para la felicidad, para los sueños...
Me quedo para morirme en el intento si es preciso...
Porque origen es destino...
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*El 18 de febrero de 1968, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Noel Nicola agotaron sus canciones en la sala Che Guevara de Casa de las Américas, en lo que es considerado el primer concierto de la Nueva Trova Cubana.
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