Pues ni modo: el sábado pasado murió Luis Colosio Fernández, padre de Luis Donaldo. Y volvimos a ser testigos del desfile de los mismos viejos discursos priístas que —en lugar de haberse exigido a sí mismos aquel 1994 más rigor para aclarar el asesinato de frustrado candidato presidencial sonorense— se volcaron en una retórica que muchos creíamos en desuso por el Pri-Sonora de Bours, ahora instalado como oposición al acecho en el ahora llamado Nuevo Sonora, que no es otra cosa que el mismo viejo estado, gastado y endeudado gracias a una nueva forma de hacer política en la que nada ni nadie estaba por encima del virrey.
Así, el todavía dirigente del Pri-Sonora, Roberto Ruibal, lamentó la muerte de Luis Colosio Fernández, “quien en vida siempre fue un ejemplo de lealtad y entereza”. Y recordó que Colosio padre siempre destacó por sus principios y valores con los que desempeñó las diferentes actividades que desarrolló al servicio de los sonorenses. Señaló que destacó por su entrega y dedicación como alcalde de Magdalena y senador de la República, así como en los diversos cargos que ocupó en la función pública y partidista. Sin embargo, hay voces que no están de acuerdo con estas afirmaciones, sobre todo personas que nunca se beneficiaron por el sistema priísta, pero esa son otras historias.
El mismo Felipe Calderón hizo llegar sus condolencias hasta Magdalena, mientras que a los cientos de miles de deudos de víctimas inocentes que han muerto desde 2006 en medio de las balaceras entre la delincuencia organizada y las fuerzas armadas, impulsadas por el michoacano, simplemente las ha hecho a un lado como a un perro: total, no representan nada, y cuando se refiere a estos muertos —como lo hizo recientemente con los 16 jóvenes entre 15 y 19 años caídos sin deberla ni temerla en una fiesta escolar en Ciudad Juárez—, declara de manera tan torpe que sus mismas palabras se vuelven en su contra: “Esos son ajustes de cuentas”, dijo y se encerró en su burbuja.
Otros priístas simplemente dijeron sobre Colosio Fernández: “No olvidamos su clamor de justicia constante y permanente por el asesinato de nuestro ex candidato presidencial Luis Donaldo, su lucha en todos los cargos que ocupó como militante de nuestro partido siempre fue destacable”. Otro mito, según mencionan algunos, miembros del Pri o no, que han expresado aberraciones sobre el tema. Pero, en fin, que Luis Colosio descanse en paz, y que el llamado “ideario de Colosio”, la joya de la mitología del Pri, ya sea archivado igualmente en paz… sin embargo, lo más probable es que renazca como la cíclica ave de las fantasías.
Miguel Rojas Salazar dijo no hace mucho que el priísmo no puede olvidar la tesis colosista para tener un nuevo rostro y cambiar aquel radicalismo que presuntamente presagiaba Luis Donaldo. Sin embargo, hoy Luis Donaldo Colosio, y su proyecto se transformó en un postproyecto, saqueado primero, y ahora robado como postproyecto…
El Pri —en decadencia turbulenta durante los periodos de Echeverría hasta Zedillo, y catapultado por Salinas de Gortari— apostaba a un vacío en su política económica, con crisis sexenales aparejadas indistintamente, acompañadas de inflación, devaluación y bajas tasas de interés.
Durante el proceso de los setentas a finales de los noventas se presenta un deterioro, desgaste y erosión de proyectos sustentables, reformas y cambios radicales sin planearse en ese momento, y el Pri tarda en reacomodarse —lo que según dicen avistaba Colosio—, y sin duda ese lapsus erroris evitó acomodar sus piezas dentro de una verdadera democracia con el IFE como aparato escéptico para unos —los partidos políticos contrarios— y real a otros —sus creadores—.
Bajo esa desobediencia a las reglas de cambios y evoluciones necesarias, construye una estructura cuantitativa, de servicio solo a la causa cualitativa —¿qué enredo, no?, pero así fue—, en la que se posesiona la cúpula por el poder, marginando a aquellos de quienes se servía, lo que anunciaba un partido no de fuerza conjunta, sino como figura “nominal”.
El suyo era un proceso anquilosado en el que sólo los de arriba miraban para abajo, para adelante y para atrás, para todos lados, mientras que los de abajo sólo alcanzaban a ver a quiénes estaban arriba, metamorfosis mediática de esa condición unilateral. Se supone que la tesis de Colosio se basaba en curar a tiempo esa enfermedad, que se volvió crónica, auspiciada por abandono total, cuando era fácil basar ese principio que dictaba las versiones del priísmo fundamentalista a mediano plazo, revertir lo negativo, el olvido, y reconstruir, si no construir, antes que destruir.
Sin embargo, tanta destrucción institucional, piezas rodadas —con base en sangre y muerte, de desvincular episodios condenando chivos expiatorios—, termina creando fracturas cada vez más importantes y, significativamente, el desmantelamiento de Estado y la autodestrucción o fragmentación inevitable del partido: dos líneas que se unían en una simbiosis perfecta incapaces de soportar tanto peso, hasta caer irremediablemente por la ley de gravedad el 2 de julio de 2000.
Hoy rumbo a la sucesión presidencial del 2012 se ha autoimpuesto Enrique Peña Nieto, gobernador del Estado de México, dejando de lado incluso a Eduardo Bours —inmolado por el laissez faire, laissez passer, que lo perdió irremediablemente—, quien igual que aquél también soñaba con la Presidencia y llevaba bajo el brazo —igual que el mexiquense—el expediente de Colosio, aunque sólo su proyecto político, no su memoria, y mucho menos su decidida búsqueda por darle luz al oscuro laberinto donde se guardaron evidencias y se estigmatizo su muerte como producto irracional de un asesino solitario, Mario Aburto: inverosímil crónica que pesó en la decisión electoral posterior, enterrando junto a sus restos aquel priísmo que pretendió renovar.
En sentido literal, Colosio vivía en “el Plan Sonora” de Bours, al tomar como bandera con sustento la inequidad en distribución de recursos federales.
E igual se anidan en el contexto de Peña Nieto algunas bases del proyecto Colosio: “cumplir las expectativas de los ciudadanos" para recuperar la credibilidad de su formación política. Y sella su discurso con: “El Pri tiene que acreditar su oferta política ante la ciudadanía. Creo que está en un proceso de definición de sus banderas para asociar de mejor manera al partido con la ciudadanía”.
El México de los justos reclamos, de los antiguos agravios y de las nuevas demandas; el México de las esperanzas, el que exige respuestas, el que ya no puede esperar sigue tan vigente hoy, como ayer, como cuando lo dijo Colosio en su discurso y como originalmente lo escribiera Guillermo Prieto hace más de 100 años: nada nuevo bajo el sol, dicen los historiadores.
Colosio lo dijo como un eco sin mencionar los derechos de autor: “Yo veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales”. Y fue ese mismo abuso de las autoridades y esa misma arrogancia la que sembró la semilla de la tragedia aquel 5 de junio del año pasado.
Y de alguna manera, esa confusión en la que se enredó el presidencialismo se vio en un Cuauhtémoc Cárdenas que pudo haber sido y no fue, y que tal vez habría sido la fuerza más real y viva representada en votos, pero la caída del sistema y el sospechosismo de que le robaron las urnas en un fraude ordenado por Salinas de Gortari, y la voz que clama en el desierto de Andrés Manuel López Obrador, más fehacientemente frente a Calderón Hinojosa, con votos más o votos menos, son fantasmas creados por los autores equivocados de una obra política que ya no puede aguantar más dramaturgia hueca y la ausencia de una política social real y que beneficie a las mayorías.
Dicen que la clave permanece ahí, en los códigos de la entrega del País, que el proyecto de Colosio fue truncado por Salinas de Gortari, perdido por Ernesto Zedillo Ponce de León, saqueado por Fox, y ¿retomado por Enrique Peña Nieto y, en su momento, por Eduardo Bours?
Si Colosio no estaba de acuerdo con el mismo Pri, ¿quién estará de acuerdo en que terminara el castigo tan pronto, y el partido tricolor regresará a los Pinos ya?
Nadie lo sabe… ni lo sabrá Luis Donaldo Colosio ni lo sabrá Luis Colosio Fernández…
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