Así, desde cada año vemos por todos los rumbos de México a personajes de todos tipos y colores que se han venido preparando para ocupar un puesto de elección popular... el que sea, ya al final, y el que no ha perdido peso, se puso frenos; el que no se injertó cabello, aprendió a hablar correctamente; el que no fue a clases de buenos modales, contrató a un asesor de imagen para que le carroceara el semblante con todo y harapos... y así por el estilo.
No está de más decir que los ciudadanos de aquí y de allá ya estamos hasta el gorro de estos individuos que, me imagino, han recibido un soplo divino que les ha hecho creer que ellos y no otros son los que nos sacarán —aquí, allá y acullá— de la barranca, como al buey de la tonadilla callejera. Mjú. Y es que han brotado por todos lados como quelite después de la lluvia y se nos aparecen hasta en la Maruchan. Se los juro, oigan...
Alguien lo dijo con una claridad que rayaba en la grosería: “En política no hay ingenuidad”. Y vaya que tenía razón. Si antes no nos habíamos dado cuenta de esa sentencia, hoy tenemos el ejemplo patente, local y casi recién estrenado de cómo los individuos que aspiran a puestos políticos se desprenden de toda humildad y capacidad de asombro y habilidad para asombrarnos, y despliegan los artilugios de lo que en Navojoa y pueblos adyacentes llaman “mañosada”, cuya acepción en el Diccionario de la Real Academia Española no es otra sino “El arte nada grato pero sí gratificante de joderse al prójimo”.
Estamos asistiendo como mudos testigos (eso sí: con credencial para votar con fotografía, para lo que los señores manden y/u ofrezcan, lo que ocurra primero) a los pleitos de barriada que cada año protagonizan nuestros adalides de la democracia, los prohombres (y promujeres, claro, diría Fox) que, de acuerdo al espejo en el que se miren todas las mañanas, sienten que nadie más que ellos están capacitados para gobernarnos con la mano del cacique tradicional y firme, persignada y “por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa”, o socialdemócrata del “Patria o Muerte. Venceremos” (Ven, ¿seremos?), según sea el elegido por los dioses de las urnas: PRI, PAN o PRD, respectivamente... y basurero que les acompaña, ahora que se están gestando las alianzas tipo Frankenstein que siempre se han armado, pero que ahora les está provocando dolores de estómago a los priístas porque sienten que el 2012 no está tan cerca como habían calculado hace unos cuantos meses, antes de que se hicieran públicos los amasiatos políticos entre tirios y troyanos… “¡Ay, qué asco!”, dicen los tricolores haciendo gestos propios de Ventaneando: Válgame, dios…
Mientras —como en los tiempos que hoy han bautizado “El Centenario”, con una cursilería más azul que los ojos de Gómez Mont, el fugado celeste—, podemos escuchar al rapsoda del Cumito, con lira, diadema de laurel y una obesidad propia de Nerón cantando al ritmo de Molotov: “Don Porfirio y la Carmela duermen bien en sus alcobas, afuera anda el pueblo hambriento peleándose con escobas… contra sicarios armados con cuernos de chivo…”
No hay caso: estamos asistiendo a las funciones de teatro barato que nos ofrecen unos individuos —el Peje, Peña Nieto, Creel, Ebrard, Manlio, más los que se acumulen en la semana— que en su soledad más solitaria deben de sentirse los seres más humillados no sólo por lo que dicen sus opositores de ellos, sino por lo que pensamos la plebe más hedionda de las calles polvorientas de las ciudades de este estado cada vez menos nuestro, esa masa amorfa que se desplaza según el favor del viento, ésa que perdió la voz de tanto exigirle a los partidos lo que nunca supieron darle, ésa que según Fox en el 2000 decidió cambiar el rumbo de una historia mil veces repetida hasta la indignación y el hartazgo…
Esa masa sin forma que los sociólogos llaman “pueblo” y que tiene en unitario la ínfima posibilidad de tomar la sartén por el mango de la suma de todos, lo que a estas alturas de las precampañas, campañas y postcampañas —dependiendo de la entidad y los alcances del candidato— y los millones de pesos gastados en descalificaciones absurdas, significa no poca cosa… y la gasolina sube y sube para que la fiesta no termine, claro que no, señores…
La ingenuidad no tiene cabida en el campo político. Lo que se dice y lo que se hace, queda registrado, para bien o para mal, en el cuaderno de la historia inmediata de lo cotidiano, como quedan registrados los ofrecimientos de la infamia. Si fuera posible participar en un proceso electoral sin los zarpazos de la ruindad, si existiera una contienda civilizada, deberíamos de exigírsela a todos aquellos que aspiran a gobernarnos y que nos piden, nos exigen que votemos por ellos el 2012... aunque para eso todavía faltan dos años, con todo y sus calores, si es que no se adelanta la profecía de Nostradamus, de los mayas, de los mayos y de los mayates, que tanto abundan sobre todo en el carnaval de Guaymas... según me ha dicho el Polacas©…
La correspondencia mínima es que esos individuos a cambio de nuestro apoyo ofrezcan su mejor esfuerzo, su más limpia manera de contender en igualdad de condiciones, su más transparente visión de la realidad nacional, regional, estatal y municipal que pretenden modificar para lograr una mejor coexistencia común.
¿Acaso resulte muy difícil para los partidos y los animales políticos que los componen enderezar la dignidad propia y construir un punto de partida hacia mejores estadios de la colectividad presuntamente civilizada en que estamos inmersos? ¿Eliminar los supuestos y proponer como conducta civil, diaria y ordinaria, sin actores intermediarios, sin spots salidos de las peores porquerizas, las reglas de la inteligencia como líneas de acción? ¿O tendremos que aguantar eso de nuevo…?
Eni, wey. “Lo que hay es lo que es”, decía el Marro Almada —nuestro compañero de secundaria, allá en Navojoa, el auténtico hijo pródigo de Tapizuelas, municipio de Álamos, quien en sus momentos de ocio se la pasaba filosofando— cuando no encontraba respuestas ciertas a lo que uno le preguntaba, y recuerdo que en un momento de inspiración divina en pleno examen de matemáticas, mencionó: “Seguro que hoy salgo reprobado porque a veces me siento y pienso, y a veces nomás me siento... y ahorita nomás estoy sentado”.
Los ciudadanos nada le agradeceríamos más a los personajes de las campañas que dejaran de esgrimir desde ahora las palabras “verdad” y “mentira” como si fuera propiedad privada de los comités de campaña que ahora mismo palpitan en la clandestinidad, y que a cambio nos ofrezcan el mejor espectáculo que la buena política nos ha quedado a deber desde hace ya algunos decenios.
De la chiquillada y demás basurero mejor ni hablamos, porque lo que hay es lo que es: alianzas absurdas para seguir sobreviviendo en las nóminas obscenas de las prerrogativas que otorga el IFE y que les permiten no consagrarse a lo que la mayoría de la gente se dedica durante muchos y largos años de su vida (y de bajada también, dijo el Polacas© bajando la escalinata del Edificio Principal de la Universidad, cargando un bulto de sofocadas gacetas bajo el brazo): A trabajar como dios manda, a sudar los esfuerzos, a darle sentido a la vida con la máxima vital de que el trabajo ennoblece al ser humano… mjú…