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martes, 14 de agosto de 2012

El teatro Emiliana de Zubeldía...


Producto de la iniciativa y patrocinio gubernamentales del Gral. Abelardo L. Rodríguez, el edificio del Museo y Biblioteca fue inaugurado en el año de 1948. Por sus perfiles arquitectónicos, por su magnitud de metros cuadrados y cúbicos construidos, por su ubicación  y sus entonces insólitas funciones implicadas en el nombre, “el museo” pronto se convirtió en el símbolo físico y cultural de la ciudad.

Entre otros de sus variados espacios y servicios, la construcción ofreció a la ciudad de Hermosillo un auditorio con características y equipamiento profesional para presentaciones escénicas: una gran escalinata de acceso por la calle Rosales, sala con 500 butacas, foro escénico de nueve por siete metros y una altura de doce y medio, iluminación, camerinos, foso para orquesta, guardarropa, tramoya y calidad acústica muy aceptable.

El edificio que anteriormente cumplía en Hermosillo con estos propósitos, el Teatro-Cine Noriega, construido a fines del siglo XIX y demolido sin misericordia ni visión histórica en 1962, había dejado de operar para espectáculos en vivo desde la década de los cuarenta para continuar como sala cinematográfica.

No fue difícil, por tanto, que este nuevo auditorio se convirtiera en el lugar cultural por excelencia. Más todavía: desde su apertura, antes de pertenecer oficialmente a la Universidad de Sonora, en él convergieron todo tipo de ceremonias, eventos y presentaciones de selecto nivel cultural y artístico: aquí recitales de música, obras de teatro, cine clubs, programas de danza; aquí cursos, conferencias de diversos centros culturales y de escuelas; y aquí, pronto, lugar de cita par eventos de impensada diversidad que no excluyeron lo político, lo social, lo inesperado.

Aun cuando desde la fecha misma de nacimiento, el Edificio del Museo y Biblioteca estuvo habitado por universitarios y por personas conectadas de algún modo con el Alma Mater, fue el rector Aguirre Palancares quien solicitó oficialmente al Gobierno del Estado (1953) el traspaso del inmueble:

“Desde el principio de su gestión, Aguirre tuvo la iniciativa de construir la Escuela de Bellas Artes. Una vez fundadas las otras dos escuelas se dirigió al gobernador Ignacio Soto solicitándole el edificio del Museo y Biblioteca del Estado para que pasara a la Universidad. Con ello esperaba sumar la biblioteca de la institución a la que en aquel edificio funcionaba y aprovechar los espacios libres para instalar allí la escuela en proyecto.

Antes de terminar el año de 1953, el gobernador tomó el acuerdo de traspasar el inmueble con todo su equipo y pertenencias; la decisión formal quedó en manos del Congreso Estatal. El gobierno acordó que junto con el edificio se destinara un presupuesto para su sostenimiento, presupuesto que en 1955 era de 179,260 pesos aplicado al personal que lo atendía y a gastos generales. Se dijo que en septiembre de 1954 el Congreso ya había aprobado el traspaso y sólo faltaba la firma de las escrituras que en ese tiempo estaban enviando al notario” (Castellanos Moreno, Miguel).

En este edificio, pues, en distinto salones y niveles, tuvieron legítima cuna las Academias de Arte de la Universidad de Sonora: Artes Plásticas (escuela y salón de exposiciones), Música, Arte Dramático y Danza.


En el auditorio tuvo lugar la primera obra de teatro presentada por la Academia “Petición de mano”, el 7 de mayo de 1954. Así también, en los espacios correspondientes, encontraron formación los primeros pintores universitarios, el primer Grupo de Danza del Alma Mater, el primer Coro y los principales pianistas que pronto inscribirían, con sus nombres, en el mapa del estado y del país, la presencia y el reconocimiento de la actividad artística promovida por la Universidad de Sonora.

En septiembre de 1958, el auditorio fue redecorado por el maestro Manuel D’Rugama, procedente de la capital del país, quien adaptó una especie de resonadores colocados en las paredes laterales de la sala con el fin de mejorar los niveles acústicos.

Esta y otras adecuaciones técnicas, como el sistema de iluminación y la pintura y decoración de los interiores y del vestíbulo de entrada, hicieron merecedor de elogios al inmueble por parte de las compañías teatrales, dancísticas y musicales que continuamente visitaron a esta Universidad.

Con los planes de remodelación física (1970-1971), promovidos por la rectoría del Dr. Federico Sotelo, el auditorio sufrió la parte más negra de su historia, valga decir la parte más negra del finalmente fallido intento: ni conservado ni remodelado, el local quedó en la dase de la desmantelación.

Parte de la butaquería fue sacada y enviada a ala deriva, los resonadores de las paredes y el plafón fueron destruidos, con la explicación de que pronto serían renovados.

Atrapado el inmueble en esta desnudez —entre la salida de Sotelo y la siguiente administración, encabezada por el Lic. Alfonso Castellanos Idiáquez en la rectoría, que tampoco alentó el proyecto—, la Universidad de Sonora duró así —ocho años— sin los servicios del Auditorio del Museo y Biblioteca.

No por esto la producción teatral de la Academia se detuvo; se utilizaron otros espacios, como el Auditorio Cívico del Estado (recién construido); las televisoras locales, tanto la universitaria como las comerciales; las escuelas, la calle, numerosos espacios disponibles y adaptables, producciones que así aparecen registradas en esta Memoria, en el espacio correspondiente a la década de los años setenta.

Los trabajos de reconstrucción finalmente se aceleraron, y el 12 de octubre de 1979, al iniciarse los festejos de la celebración del XXXVII Aniversario de la fundación de la Universidad de Sonora, las puertas del inmueble se reabrieron.

El 16 del mismo mes, y en el mismo marco, la Compañía Universitaria de Teatro, dirigida por Jorge Velarde, estrenó “Primaveras perdidas”, de Paul Vandenberghe, obra que marcó el regreso del teatro de la UniSon a su foro original.

Con la remodelación del recinto teatral, aunque se perdieron niveles de acústica, se canceló la escalinata de acceso por la calle Rosales y desapareció el foso para orquesta, se ganó con la instalación de nuevas y mejores butacas (470); se agregó el proscenio, se mejoraron los recursos de tramoya, de sonido e iluminación; se agregó la instalación de una cabina de controles; se transformaron camerinos y áreas de servicio para actores, se cambió el antiguo sistema de ventilación por moderno equipo de refrigeración; se cambiaron puertas y se embelleció el vestíbulo de entrada con cerámica mural diseñada e instalada por el maestro Ciro Sotelo.



La noche del 18 de octubre de 1982, la Universidad de Sonora, en justo reconocimiento a los méritos de Emiliana de Zubeldía, fundadora y directora de la Academia de Música y Canto durante treinta y cinco años —en activo entonces—, impuso oficialmente el nombre de la maestra al remodelado inmueble. Como parte singular del evento, uno de sus distinguidos discípulos, Pedro Vega Granillo, ofreció recital de piano que dio cierre al merecido homenaje.

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Fuente: Memoria Gráfica del Teatro Universitario. 1954-2004. Luis Enrique García.

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