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viernes, 31 de agosto de 2012

La Universidad, fuente de cultura...


Hasta antes de la creación de la Universidad, las actividades culturales estaban a cargo de las compañías de teatro --carpas incluidas--, cantantes, músicos, declamadores de diversa calidad que llegaban a Sonora esporádicamente; fotógrafos, pintores y escultores que de cuando en cuando creaban obras de mérito, pero vivían gracias a sus habilidades artesanales; conferenciantes que el gobierno invitaba un par de días para que disertaran sobre temas históricos; sobre todo, la actividad cultural era sostenida por grupos de aficionados que ofrecían funciones a beneficio de causas sociales.

La Universidad nació con la misión fundamental de poner la cultura al servicio de la colectividad, según el Artículo 6-III de la Ley de Enseñanza Universitaria, por conducto de un Departamento de Acción Social (Artículo 9). En el artículo 34 se detallan el concepto social de la cultura, la obligación del Departamento de contribuir a la investigación científica, el deber de llevar la cultura a organizaciones obreras y campesinas, así como a la población indígena; en fin, el de VII. Ofrecer a los centros de población sus conocimientos universitarios mediante organización de brigadas culturales, fundación de centros de lecturas y conferencias, organización de concursos literarios, musicales y exposiciones artísticas.

En el Artículo 6 fracción VIII de los Estatutos se reiteran esas tareas como atribuciones del Consejo Administrativo y se añaden conciertos de música sinfónica y edición de obras dé mérito literario y de positivo interés de cualquier ramo del saber, prefiriendo las de autores sonorenses. La obligación de publicar libros no comenzó a cumplirse sino varias décadas después.

Para realizar la ambiciosa tarea, al principio el Departamento de Acción Social sólo existió en la letra de la ley; luego se nombró jefe al profesor Medardo Tirado Arámburu, que era jefe de sí mismo pues no tenía a su lado secretaria ni ayudante alguno. Hombre culto, entusiasta y laborioso, había sido director de la Escuela Secundaria de Navojoa; escribía artículos de prensa y producía y trasmitía programas culturales por radio, pero no recibía ningún apoyo, ni siquiera un buen sueldo, que sólo era de $500.00 al mes.

Hizo lo que pudo. Sin elementos a la mano, organizaba ceremonias cívicas y eventos artísticos para consumo de la familia universitaria. Pero, finalmente, el 20 de octubre de 1949 estalló en una carta de nueve cuartillas que dirigió al Rector Quiroz Martínez y al presidente del CAUS en la que dice, con amargura, que ante la escasez de elementos sólo había podido realizar actividades que no suponían el mínimo gasto.

Vi que mi profesión de maestro se trocaba y disolvía en las más disímbolas ocupaciones que, lo confieso, alegran y contentan tanto mi ánimo cuando las recuerdo, que no resisto a puntualizar seguidamente: organizador de ceremonias, articulista, cronista, locutor, charlista, orador, encargado de rifas, mecánico, catedrático y mozo.

Se queja de que le exigían la preparación de actos diversos, aunque no se contaba con artistas, a excepción de los alumnos de la maestra Emiliana de Zubeldía y propone, todavía esperanzado, que le permitan realizar cursos de retórica, danza y teatro, y que le asignen un sueldo de $ 700.00, una secretaria y mobiliario adecuado. Su voz cayó en el desierto.

Los espacios para el arte
No hay indicios de que haya preocupado de manera especial la construcción de espacios idóneos para actividades artísticas a la Directiva del Comité. El primero con el que se contó, y que se conserva a la fecha con algunas modificaciones que no cambiaron su fisonomía original, fue el llamado Teatro al Aire Libre, es decir, el patio de la que fue al principio Escuela Secundaria y Normal, y hoy es el Departamento de Letras y Lingüística (antes Escuela de Altos Estudios). Es un buen espacio para ciertos meses del año, pero no para el invierno o el tiempo de lluvias, porque no está techado.

En 1944 el Departamento de Acción Social y Cultural del Gobierno del Estado, a cargo de doña Enriqueta de Parodi, convocó un concurso de plástica y resolvió exponer los cuadros participantes --de Jorge Othón, Ernesto Pruneda y Roberto Parodi, entre otros-- en la Universidad. Pero como no había una sala de exposiciones, se colocaron en una de las aulas, del 17 de febrero al 27 de marzo.

Se daba el nombre de biblioteca al salón del edificio de la Secundaria donde habían sido colocados unos cuantos centenares de libros. Luego se cambiaron a un salón de la planta baja del edificio principal porque los secundarianos necesitaban el espacio y ahí estuvo hasta principios de los cincuentas. En su informe de 1950, el gobernador Soto expresaba con orgullo que se había comprado estantería para la biblioteca, la cual contaba ya con 9,859 volúmenes para consulta y 1,285 para préstamos a domicilio.


Uno de los primeros edificios que se construyó fue el destinado a almacén, hacia el costado norte del principal (edificio donde hasta hace unos meses estuvo la imprenta universitaria). En marzo de 1947 el Comité decidió convertirlo en salón de actos porque no había espacios para recitales y conferencias. Se instaló allí un piano y se siguió dándole el uso descrito incluso cuando ya se contaba con el auditorio de la Biblioteca y Museo. La mole que conocemos con este nombre fue construida por la administración del gobernador Abelardo L. Rodríguez, en parte con dinero de su bolsillo, en parte con aportaciones de la sociedad, e inaugurada por el presidente Miguel Alemán el 5 de abril de 1948. Según mis investigaciones, el primer evento musical que tuvo lugar en el auditorio fue el concierto de piano que vino a dar el maestro jalisciense Fausto García Medeles, el 27 de septiembre de 1949.

Varía suerte de los proyectos
Algunas propuestas culturales presentadas a la consideración del Comité fueron rechazadas y quedaron en el limbo de las buenas intenciones; otras, aunque con lentitud, maduraron y se convirtieron en realidades.

En noviembre de 1947, el rector Manuel Quiroz Martínez propuso la creación de la Escuela Secundaria de Artes y el Bachillerato Musical, lo que traería como consecuencia la posterior creación de un Conservatorio de Música.

Durante el periodo del rector Aureliano Esquivel Casas se celebraron, con el apoyo del Gobierno del Estado, juegos florales en los que resultó premiado el periodista y escritor yucateco Wilberto L. Cantón. Fue una actividad aislada. En abril de 1949 el licenciado René Martínez de Castro propuso que se instituyeran los Juegos Florales Universitarios cada 5 de abril, aniversario de la Biblioteca y Museo. Era una propuesta coyuntural para halagar al general Rodríguez, y aunque se vio con simpatía, no prosperó.

En julio de 1949 el pianista Samuel Martí, que en compañía de su mujer solía venir a Sonora a tocar, periódicamente, propuso la creación del Centro de Bellas Artes del Noroeste. Era una idea espléndida y ambiciosa. El Centro estaba concebido como organismo autónomo aunque coordinado con la Universidad y los Departamentos de Acción Cultural y de Turismo del Gobierno del Estado. Contaría con 14 profesores especializados y 14 auxiliares que darían cursos de música, danza, teatro, tap y folklore. Necesitaba un presupuesto de $150,000.00 que el CAUS ni por asomo estaba dispuesto a aportar.

El licenciado Guillermo Ibarra, político y periodista que vivió la mayor parte de su existencia en la ciudad de México, siempre trató de hacerse útil a la Universidad, aunque sus propuestas pocas veces fueron apoyadas. En octubre de 1952 recomendó un pintor de la capital para que creara un mural en la Escuela de Agricultura (que todavía no se construía), a razón de $500.00 el metro cuadrado. El doctor Olivares lo informó a sus compañeros de la Directiva, que no hicieron eco a la sugerencia.

Todos estos proyectos se quedaron, pues, en el mundo de los sueños. Pero hubo algunos que a mediano o largo plazo, con titubeos o retrasos, sí se realizaron:

Ya hemos visto en estos envíos cómo en octubre de 1943, Manuel R. Canale propuso la instalación de una radiodifusora.

En la sesión del 5 de abril de 1944, el doctor Olivares propuso la creación de una orquesta y su idea fue recibida con beneplácito. Pero en sesiones posteriores, con el presupuesto a la mano, que ascendía a $10,989.00, aflojó el entusiasmo y se acordó resolver posteriormente este asunto. En el presupuesto se consideraba la compra de ocho violines, ocho violas, dos cellos, tres flautas, tres clarinetes, una batería, tres trompetas, dos trombones, dos saxofones, un saxo tenor, un saxo barítono y los atriles necesarios. En febrero de 1949 se autorizó la compra de instrumentos y en septiembre de 1949 fue contratado por $300.00 al mes, sueldo que le subieron antes de terminar el año a $500.00, el mayor Isauro Sánchez Pérez, que no creó una orquesta sino la Banda de Música de la Universidad, presencia indispensable en los actos relevantes de la Casa de Estudios.

En la sesión del 3 de mayo de 1945, cuando la Biblioteca y Museo no se concluía aún, Fernando Pesqueira propuso, sin éxito, que pasara a depender del CAUS. Sin embargo, era lógico que se resolviera, aunque más tarde, la anexión a la Universidad porque el enorme edificio es el complemento de sus actividades artísticas y académicas. El Comité había tomado la previsión de enviar a Pesqueira a los Estados Unidos, para que estudiara el funcionamiento de algunas bibliotecas de ese país.

En febrero de 1946 se dio el visto bueno para que el profesor José Sosa Chávez formara el Orfeón Universitario. Su labor fue continuada por la profesora Emiliana de Zubeldía, que se incorporó a la Universidad a fines de 1947 y creó los Coros Universitarios, una institución en la que ella sigue viviendo. El profesor Sosa, que fue fundador de la Casa de Estudios, era hombre de genio polifacético: compositor, ejecutante, maestro, fotógrafo y excelente nadador. El Coro Infantil que siguió dirigiendo fuera de la Universidad fue escuchado en numerosas ciudades de la República.

En marzo de 1948 el profesor Francisco Castillo Blanco, también maestro fundador, sometió a la consideración del Comité un plan para crear la Escuela Libre de Artes Plásticas. Aunque no recibió el apoyo solicitado, sembró las inquietudes que luego, a fines de 1950, hicieron posible la aprobación de la Escuela de Dibujo y Pintura propuesta por el maestro catalán Higinio Blatt.

Si bien la enseñanza de este profesor se orientaba hacia la pintura decorativa, enseñó los fundamentos del dibujo y organizó cuando menos dos exposiciones colectivas por año, entre 1951 y 1953; tuvo la virtud de atraer a su clase no sólo estudiantes sino también adultos de diversos sectores sociales, que hallaron así una forma de ligarse a la Universidad. En ese tiempo comenzaron a destacar Marco Antonio Félix, Roberto Parodi, Judith Romo y Leopoldo Cons, entre otros que siguieron cultivando la plástica toda su vida.

En febrero de 1949 se acordó apoyar a la Revista de la Universidad de Sonora --que con ciertos lapsos de recesión no ha dejado de publicarse--, con el 50% de su costo, esto es, $800. Pero el año se perdió en discutir su contenido y en formar el directorio responsable, para desesperación del titular del Departamento de Acción Social, Medardo Tirado Arámburu, primer director que, no obstante, había logrado sacar el primer número en diciembre de 1948. Pasarían nueve años para que reapareciera.

Al final del periodo que se reseña en este volumen comenzaron a organizarse con fines culturales los estudiantes. Un ejemplo fue el Ateneo Sor Juana Inés de la Cruz, dirigido por Raymundo Galván Ibarra (Comercio), Miguel Ángel Moreno Cota, Carlos Moncada Ochoa y Gerardo Alonso Morales (Preparatoria), que editaron la revista Inquietudes y produjeron durante varios meses un programa cultural radiofónico con el concurso musical de la maestra Emiliana de Zubeldía.

Espaciadas, pero no faltaban las actividades culturales
De manera sucinta, enumero algunos de los eventos culturales con artistas e intelectuales que visitaron a la Universidad en aquellos años. Uno de los primeros fue el doctor Francisco Carmona Nenclares, que durante varios días de 1942 dictó un curso de filosofía.

A partir de 1944 el violinista Samuel Martí y su esposa, la pianista Gunhild Nilsson, hicieron vereda hacia Sonora, donde ofrecían al menos una temporada al año; si bien aceptaban contratos de clubes de servicio, su escenario natural era el Teatro al Aire Libre de la Universidad; en ocasiones acompañaron a grandes cantantes de ópera, como June Preston. En 1951 trajeron al joven pianista Francisco Savín, que andando el tiempo sería director de la Orquesta Sinfónica Nacional.

En 1945 visitó la Casa de Estudios el rector de la Universidad de Sinaloa, Raúl Cervantes Ahumada, destacado jurista, para dictar algunas conferencias. Fue la primera de varias ocasiones en que vino a compartir su sapiencia con los universitarios. En abril de ese año, los Coros de los Madrigales Ingleses, bajo la dirección del compositor Luis Sandi, conquistaron a los sonorenses.

También el licenciado Salvador Azuela, presidente del Seminario de Cultura Mexicana, recibido en la Universidad en 1947, se volvió un visitante periódico a lo largo de varios lustros. El pintor Alejandro Pardiñas, que estuvo varias semanas en Sonora, disertó el 30 de abril sobre la tercera dimensión en la pintura; el 8 de mayo, la Banda de Artillería de la Secretaría de la Defensa Nacional ofreció un concierto de música clásica. En diciembre de ese año nos honró también la presencia del antropólogo Juan Luna Cárdenas que trató, entre otros temas, el origen del hombre en Sonora; y en enero de 1948, el científico Raúl A. May, profesor de La Sorbona, disertó sobre biología.


En 1951 iluminó el Teatro al Aire Libre la personalidad de la gran cantante Fanny Anitúa, que aunque retirada de la escena, se hizo acompañar por sus alumnas, la contralto Belén Amparán, la soprano dramática Matilde Urrutia y otras que alcanzaron un sitio de privilegio en la ópera mexicana.

Paralelamente a estos eventos, enunciados como botones de muestra, los miembros de la comunidad universitaria desarrollaban actividades en la medida de sus posibilidades; destacaba el Grupo Cultura, en el que se hallaban las escritoras Enriqueta de Parodi, Aída Lerma y Armida de la Vara; la pianista Leonor Montijo y otras damas. Al integrarse la Corresponsalía del Seminario de Cultura Mexicana y la delegación de la Sociedad de Geografía y Estadística, ingresaron a esas agrupaciones varios profesores de la Universidad.

Sin embargo, la enseñanza sistematizada del arte no era prioridad en la mente de los miembros del Comité. En oficio que dirigió el rector Quiroz Martínez a la Directiva, con fecha 4 de diciembre de 1948, informaba que la única (plaza) que falta de cubrir, Danza y Teatro, lo será si encontramos persona capacitada y que acepte los $30.00 que el empleo tiene asignado. No la encontraron.

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Fuente:
Carlos Moncada. Historia General de la Universidad de Sonora. Tomo I.