Trova y algo más...

lunes, 4 de enero de 2010

Sandro vive, como Pepe el Toro...

El cantante argentino Sandro, uno de los músicos más populares de América Latina, murió este lunes a los 64 años en la provincia de Mendoza, donde un mes y medio atrás le habían practicado un trasplante de corazón y pulmones, dijo uno de los médicos que lo atendía.
"El señor Roberto Sánchez (nombre real del artista) dejó de existir debido a un cuadro de shock séptico que se complicó", dijo Claudio Burgos, uno de los especialistas a cargo de la atención de Sandro.
En las puertas del hospital donde se le atendía, un grupo de seguidores de Sandro estalló en un lamento al escuchar las palabras de Burgos.
El artista nunca logró recuperarse totalmente de la operación, realizada a fines de noviembre, y desde entonces permaneció internado y fue sometido a varias intervenciones quirúrgicas.
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Eso fue hoy.
Pero hace 40 años, mis hermanos y yo, que no teníamos más futuro que el día que vivíamos, allá en Navojoa nos deleitábamos con las películas que los sábados a media tarde transmitían por XHI Canal 2, de Ciudad Obregón: Ídolos de la juventud, se llamaba la función, si mal no recuerdo.
Y como casi todas las películas eran argentinas, y bien pudieran definirse como las precursoras del movimiento argentino rock en tu idioma, veíamos a cantantes y actores cuyos nombres desconocíamos, pero que muchos años después fueron verdaderos ídolos en México, entre ellos un muchacho que podría haber sido la versión latina de Elvis The Pelvis: Sandro de América.
A mí siempre me pareció que Sandro estaba mal carroceado de la cara: de hecho, bien mirado estaba feón, pero cantaba con un chorro de voz, una voz que tenía un timbre varonil que volvía locas a las chicas... y a tu mamá también.
Nada qué ver con el timbre andrógino de varios cantantes de hoy, cuyo éxito radica en un look sexy y letras pegajosas que a lo sumo tienen doce palabras que se repiten ad infinitum et ad nauseam: Menéalo, mami, menealó... menéalo, mami, menealó...
Y es que en aquel tiempo, varios cantantes de moda tenían un vozarrón que ya hubieran querido Julio Iglesias y Henrietta Churchs nomás para echarse una rolita en la misa de gallo (no gallos en la misa, cabe aclarar): además del Sandro de marras, estaban por ahí Nino Bravo, Braulio, Juan Bau, Lorenzo Santamaría, Alberto Vázquez y varios más que ahorita el inchi alemán no me deja recordar.
Hoy ha muerto Sandro, pero como Pedro Infante, Luis Donaldo Colosio y Pepe el Toro, seguirá en la memoria de muchos que andamos por ahí respirando bajo el cielo del tostón, cargando una memoria carcomida por las termitas del alzheimer o lo que más se le parezca.
Y con Sandro se muere también una parte de nuestro pasado granujiento y onanístico que trataba de alimentarse de aquellas canciones que alguna vez vimos en blanco y negro (obviamente) en el televisor Telefunken de la infancia:
Señor de muchos caminos, amante y aventurero,
soy de la raza gitana, su príncipe y heredero
(Es de la raza gitana su príncipe y heredero)...
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