La llegada de tres carabelas el 12 de octubre de 1492 a islas antillanas no debe entenderse como el descubrimiento del Nuevo Mundo. Entre otras razones, porque de ello se tuvo conciencia hasta 1502 cuando Américo Vespuccio lo dedujo de sus exploraciones y la expedición de Magallanes-Sebastián de Elcano materializó su comprobación entre 1519 y 1522. Tampoco era la primera vez en la historia de la humanidad que los europeos, atravesando el Océano Atlántico, arribaban, exploraban, intercambiaban e incluso colonizaban en América tal como lo registran las sagas nórdicas sobre sus avances hacia el año 1000. Sin mencionar que el primer gran descubrimiento, expansión y colonización se produjo, esta vez por el este, hace cuarenta milenios aproximadamente según las teorías del poblamiento americano.
¿Entonces qué debemos celebrar o conmemorar el 12 de octubre de 1992?
No crea anticipadamente el lector que pretendo desconocer lo que se ha denominado por tirios y troyanos, según el punto de vista que defiendan, el V Centenario. No comparto la versión 'negra' sobre el descubrimiento, tampoco la 'rosa', sí una más universal y americanista.
Debe entonces precisarse el motivo de la efemérides para orientar el quehacer de los científicos sociales alrededor de los '500' años, neutra expresión cuyo aparente propósito es involucrar a todo el que quiera en la fiesta y que debe preocupar a los académicos si esta se convierte en carnaval que impida hacer su oficio y oculte las intenciones de quienes financian los músicos, los banqueteros y el trago.
En este orden de ideas, es imposible pasar por alto el carácter de los actos conmemorativos orientados desde España y avalados por el Gobierno nacional. La destitución del maestro Germán Arciniegas de la Presidencia de la Comisión Colombiana del Quinto Centenario del Descubrimiento y su reemplazo por la Primera Dama de la Nación constituye no sólo un acto de lesa soberanía sino una conminación a la comunidad científica y académica a no actuar como tal, a amilanarse y a ratificar las versiones que no causen contrariedad alguna a los Reyes y al Estado españoles. ¡Como hace 500 años! Como si no hubiese ocurrido un movimiento científico y libertario a fines del siglo XVIII en las hoy repúblicas del Pacto Andino. Como si no hubiésemos logrado arrebatarle a nuestra antigua metrópoli su poder decisorio sobre nuestro territorio y población y, sobre todo, el uso y abuso reservado del conocimiento que practicó durante centurias para garantizar su bienestar a costa de nuestro atraso y ausencia de una comunidad académica propia.
No se trata, como equivocadamente dice el columnista Enrique Santos Calderón ─acostumbrado a someter su pluma a los vientos en boga─ a propósito de la posición del maestro Arciniegas de "...casar una trasnochada pelea académico-histórica con España. Una polémica inútil, que nada tiene que ver con el sentido actual de una conmemoración que busca rescatar el significado que tuvo el encuentro de dos mundos y que se proyecta hacia el futuro en programas de integración económica y recuperación de un patrimonio cultural común" planteamiento que sustenta sobre la base de imprecisiones e incoherencias como la de encasillar al Maestro en la corriente que se ha dado en llamar del auto-descubrimiento o indigenista para luego emplazarlo porque los defensores de esta tesis "nunca lograron que la comisión de don Germán les pusiera atención".
La nota periodística hubiese pasado inadvertida para mi ─pues se acostumbra uno (mala cosa) a la ligereza de algunos periodistas que pretenden hacer pasar los comentarios de oídas o sus emociones como artículos rigurosos─ si no fuera porque toma como suya la posición neoliberal sobre la ciencia, según la cual, ésta debe someterse a lo que sea pragmático. Lo que Franz J. Hinkelammert denomina el pensamiento cientificista fundado por Karl Popper sobre el que advierte: "La Lima Declaration se fija en el conflicto entre censura y libertad académica. La censura es un control directo de los resultados de la ciencia. Ella prohíbe determinados resultados del trabajo científico y premia otros, según las conveniencias políticas o ideológicas de la sociedad. Bunge, en cambio no. El exige un control de las preguntas y de las pruebas; quiere controlar las preguntas admitidas y las pruebas que se consideren válidas.... Esta metodología cientificista, por consiguiente, se transforma en una secretaría general de la institución ciencia, que se arroga el derecho de la agenda. Y se sabe: el que dicta la agenda, domina la institución".
Bien refleja Santos el asunto en su artículo: "Pero al margen de retóricos debates académicos o de anacrónicos reproches históricos, el V Centenario no debe verse solo con los ojos del pasado. Hay que entenderlo con un sentido pragmático, de presente y futuro. Darle un contenido económico político y cultural por medio de convenios multilaterales y proyectos de cooperación. Como lo han hecho las Comisiones de todos los países americanos, que han sabido aprovechar el entusiasmo y la ayuda de España. Nadie puede estar en contra de acuerdos o tratados de cooperación con España u otro país, siempre que estos se firmen en pie de igualdad y mutuo beneficio. Pero, parodiando a Santos "… reducir un acontecimiento que cambió los valores y supuestos de la época ─científicos, geográficos, éticos, filosóficos, terapéuticos, legales, agrícolas, etc.─; que trastrocó todo lo que en ese momento se consideraba como la cultura de Occidente… a unos acuerdos comerciales y a cambio de ellos censurar la agenda o cercenarla al proponer que "una cosa es conmemorar el segundo sesquicentenario del nacimiento de Bolívar o el sesquicentenario de la independencia, y otra es la llegada de Colón a América…".
Así las cosas tiene razón Germán Arciniegas cuando advierte "...lo que se va a celebrar es la conquista... las glorias de los virreyes bajo el Imperio Español, son de la península, de su historia, no de la nuestra. Ese es el origen del famoso logotipo ─500 con la Corona restaurada─ que está causando desasosiego con su inoportuna imposición". También cuando reclama se cumpla "el compromiso de Santa Marta (que) fue aprobado por aclamación en Guatemala, y refrendado en Santiago, sobre la base de que la Conferencia iba a tratar, de preferencia, el tema de las independencias de las Américas. Eliminarlo del programa exige una explicación”.
El V Centenario es un apropiado escenario para los mencionados acuerdos y tratados. Pero no se requiere de esta fecha para lograrlos y menos intentar silenciar a los estudiosos interesados (y no me refiero exclusivamente a Arciniegas) en su labor. Por la misma razón no comparto la conclusión que el maestro Arciniegas sugiere debe derivarse de la celebración, reconocer en Estados Unidos el factor de dirección de la unidad americana. Dice él "el señor (Felipe) González nos estorba. Si queremos establecer unas reglas de igualdad y justicia y cooperación hay que hacerla con los Estados Unidos, que están en nuestra tierra y han peleado con nosotros por la Independencia y no con los reinos de quienes tuvimos que desprendernos con sangre y lágrimas y fuego".
Pero acierta con impecable precisión cuando insiste, según lo entiendo, en considerar el hecho producido hace 500 años como resultado del desarrollo de la humanidad en su conjunto y, en consecuencia, el carácter de la celebración debe adquirir esa dimensión. "Yo pedí, comenta Arciniegas, que formaran parte de la comisión los americanos del norte y todos los Estados que forman parte del continente americano, Canadá, y las Antillas Inglesas.... Claro que los italianos querían participar y los españoles no los admitieron... los portugueses fueron bastante marginados hasta la Conferencia de Buenos Aires y yo censuré mucho el que ellos y los brasileros estuvieran marginados porque eran básicos".
Se trae a colación el tema de la Independencia pero son muchos más. Corresponde a los historiadores sistematizar la experiencia social de la humanidad, inferir los lugares comunes a lo largo de su existencia, las leyes, el ABC garante de la misma. Por eso las ciencias sociales tienen una utilidad social pero macro, estratégica para la especie.
Además, un pueblo sin conocimiento de su historia, es decir, sin conocimiento y sin historia, es vulnerable no solo porque no se permite identificar cuáles son las razones de su atraso y los aciertos que han contribuido a su progreso, sino porque es fácil y potencialmente subyugable por otros, o por sí mismo al no deshacerse de las taras del pasado, o feriar su independencia sólo una centuria después porque no la ha valorado en su dimensión o carece de la memoria colectiva histórica que le permita recordar lo que significaron siglos de colonialismo y dominación.
Ejemplos, muchos. Países vemos, en las puertas del siglo XXI, saludando tropas extranjeras para poner orden en sus asuntos internos, entregando su libertad para supuestamente resguardarla. O la mayoría de los 72 Constituyentes colombianos aprobando que se le restituya a la Capital del 'nuevo país' el nombre que tuvo y que significó por casi 300 años ser una colonia (¡vaya novedad!). Olvidando que el nombre de Santa Fe fue eliminado en un acto simbólico y soberano para anunciar al mundo que ingresaba a la comunidad de naciones libres. O votando el art. 150 núm. 16 como parte de la actual Constitución Nacional, que autoriza al Estado para "... transferir parcialmente determinadas atribuciones a organismos internacionales..."
Lo que se celebra, como dice el maestro Mauricio Obregón, es el Quinto Centenario de ... 1492, para él "… el descubrimiento como el renacimiento, fue un acontecimiento que transformó al mundo entero, y por lo tanto nadie se lo puede apropiar, ni puede negarle a los demás el derecho de verlo a su manera”. Por eso otros hablan del comienzo del mayor genocidio de la historia. Algunos más, tratando de evitar juicios morales, lo denominan la expansión europea hacia el mundo.
En lo que a mí respecta, en primer lugar, enfatizaré en significar el arribo de las tres carabelas el doce de octubre de 1492 como una etapa clave en la milenaria empresa humana por lograr la universalización del mundo. Por tanto, esta fecha se convierte en un punto de referencia, en un antes y después en el conocimiento del orbe. En ese orden de ideas, el arribo del genovés Colón es un lógico desenlace de esa histórica empresa, que solo fue posible materializarla basado en la experiencia y el conocimiento colectivo de los pueblos de oriente y occidente y de muchas generaciones de la antigüedad y de la Edad Media. La cultura de milenios. Pero a su vez, Colón en el Caribe y Vasco de Gama bordeando el Cabo de Buena Esperanza camino a la India, se convierten en prerrequisito sine qua non para completar el rompecabezas de la dimensión planetaria, que terminarían en las décadas siguientes Vespucci, Magallanes y Sebastián Elcano.
En ese plano, en segundo lugar, se hace necesario puntualizar que el capitalismo es una coyuntura que acelera la universalización. El capitalismo, no solo el comercio ─pues este siempre estuvo asociado en la Edad Antigua y Media a la ampliación de las fronteras─ lo que hace necesario precisar la determinante contribución de otros motores propios de este modo de producción, como la manufactura y, en general, el avance o apropiación de la técnica, la tecnología y el conocimiento científico en favor de la producción y el consiguiente aumento del intercambio.
Profundizar en estos dos aspectos con la dimensión asignada a cada uno es el propósito de esta monografía. No tanto con la finalidad de aportar al conocimiento cuanto con la de desmentir algunos embustes que sobre el descubrimiento han quedado por generaciones en las mentes de nuestros nacionales del común y de quienes han tenido acceso a la formación académica a diferente nivel. Es aquí donde radica la utilidad de la presente, enmarcada a su vez en la visión histórica anotada, tratando de alejarme de propósitos microscópicos y, por supuesto, ejercitando el derecho y el deber de concurrir a la independencia de una comunidad académica nacional en el campo de las ciencias sociales, a la que ningún acuerdo para exportar tomate de árbol o pitahaya o una resolución presidencial, casi monárquica o promonárquica, le vede tema alguno del conocimiento o se lo decrete.
Razón tiene Mauricio Schoijet cuando advierte: "...en algunos casos en los que el aparato se siente especialmente vulnerable, intenta decretarle la verdad a los científicos, y hacer prevalecer el valor burocrático de la lealtad sobre las búsquedas desinteresadas de la verdad, que constituyen el rasgo distintivo de las comunidades científicas. Ello es claramente adverso al interés nacional..."
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Miguel Ángel Pardo Romero
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