Ayer fue anunciado que el ganador del Premio Nobel de Literatura 2010 es el escritor peruano-español Mario Vargas Llosa. Más tardaron en hacer el anuncio, que en desatarse el mundo en elogios para el autor de La casa verde.
Siempre hay algo de perverso cuando hay unanimidad mundial en torno a un premio. O cuando los medios quieren hacernos ver que es unánime tal o cual decisión.
Debo aclarar que yo no soy seguidor ni perseguidor de Vargas Llosa: su obra no me ha impactado de tal forma que deba deshacerme en elogios porque este escritor haya sido ungido con el Nobel.
Creo que la literatura simplemente ordena, a su modo, la realidad para poder comunicarnos en ella con los demás.
Y como cada escritor tiene su manera, válida ciertamente, de intentar ordenar el mundo para comunicarse, su obra tendrá mayor o menor impacto en la medida que sus lectores entiendan no sólo los recursos que utiliza el escritor, sino también la descripción, metafórica o directa, del entorno en el que uno vive.
Pero ¿cómo medir la calidad o definir quién es mejor que quien entre géneros literarios tan disímbolos como la poesía o el ensayo o la novela, para determinar finalmente el ganador de un premio de literatura en general?
¿Es mejor el novelista que el poeta? ¿Es mejor el ensayista que el poeta? ¿Es mejor el poeta que el dramaturgo? ¿Es mejor el cuentista que el ensayista? ¿Es mejor la prosa que la poesía o viceversa? ¿Cómo se determina un ganador si los recursos literarios son completamente diferentes?
Que conteste la Academia Sueca, pero que lo diga en español, por favor; o, ya de perdida, en inglés… para poder entenderle el galimatías subjetivo a la hora de otorgar el premio…
Hay, indudablemente, otros aspectos que se observan para determinar al ganador del Premio Nobel. Y uno de ellos, quizá el más importante, es el momento político que se vive en el mundo; están también, ¿para qué desgarrarnos las vestiduras, eh?, los intereses que la Academia Sueca —que es algo así como la Academia que otorga los Óscar, ni más ni menos: una subjetividad que nos rebasa mediáticamente, con alfombra roja y discurso ramplón— persigue para seguir teniendo un mínimo de legitimidad… al menos entre los galardonados y su tropa de seguidores incondicionales en el mundo.
El Premio Nobel de la Paz, —un galardón que no se otorga democráticamente, sino mediante un cerrado círculo de electores, como aquella perversa Skull and Bones, una sociedad secreta en la Universidad de Yale— es la máxima expresión del aprovechamiento político y de los intereses que persigue la Academia: habérselo otorgado a Barack Obama, a los 12 días de inaugurada su presidencia, es el colmo de los colmos en Estocolmo, pues se le entregó por sus «esfuerzos extraordinarios en fortalecer los procesos diplomáticos internacionales y la cooperación entre las personas».
Es decir, se trató de un premio otorgado por algo que estaba en proceso, no por una obra cumplida. ¡Qué pelada, ¿no?!
Con ello, tal vez alguno de nosotros recibirá más adelante un Nobel en literatura por una obra que algún día llegará a escribir… siempre y cuando uno sea presidente de Estados Unidos, claro, porque yo imagino que Calderón jamás recibirá ya no digamos el Nobel: ni siquiera el premio de los Juegos Florales de Tzingatumare (que en lengua purépecha quiere decir “Chinga tu madre”), municipio de Michoacán...
Y aún con todo eso, hay gente que todavía cree que los Nobel se entregan con justicia, en pleno reconocimiento a los esfuerzos extraordinarios por lo que sea que haya hecho el galardonado…
En fin…
A mi ver, Carlos Fuentes tiene más méritos que Vargas Llosa, pero antes se lo darán a J. K. Rowling por haber vendido un madral de millones de copias de la heptalogía Harry Potter... y eso le habrá de pesar a la Academia Sueca para ponerle al Nobel de Literatura una capucha de brujo antes de que Daniel Radcliffe se pierda en las drogas y la bebida y se la lleve volando en su escoba por las calles de Londres...
-.-.-.-
Pero no todos los medios celebraron vacuna y desbordadamente el Nobel a Vargas Llosa.
El diario oficial cubano Granma reconoció este viernes los "aportes innovadores a la literatura universal" del escritor Mario Vargas Llosa, quien ganó el premio Nobel de Literatura, pero afirmó que por su "catadura moral", el peruano merece el "antinobel de la ética".
"Nadie duda de sus aportes innovadores a la literatura universal desde las letras hispanoamericanas", dijo Granma en un pequeño recuadro de su página cultural, pero "lo que ha construido con la escritura lo ha ido destruyendo con su catadura moral".
El órgano del gobernante Partido Comunista reprochó a Vargas Llosa "los desplantes neoliberales, la negación de sus orígenes y la obsecuencia ante los dictados del imperio".
"No hay causa indigna en esta parte del mundo que Mario Vargas Llosa deje de apoyar y aplaudir. Si los pueblos votaran en Estocolmo, lo habrían hecho por el Antinobel", concluyó.
Vargas Llosa mantuvo cercanía hacia Cuba hasta 1971, cuando rompió con la revolución por el encarcelamiento del poeta disidente Heberto Padilla. Desde entonces comenzó a hacer frecuentes críticas al Gobierno comunista de la isla y su líder histórico, Fidel Castro.
A partir de ese momento sus textos dejaron de publicarse en la isla y terminó su relación con la Casa de las Américas, institución cultural con la que el escritor peruano había mantenido una intensa colaboración.
Varios escritores cubanos consultados por la Agence France-Presse (AFP) el jueves mostraron su júbilo por un premio que consideran muy merecido, pero marcaron sus diferencias políticas con Vargas Llosa.
"Es uno de los grandes escritores actuales de la lengua y se merece literariamente el Premio Nobel, que es un orgullo, un honor, para la literatura de nuestra América, independientemente de su posición actual en el plano histórico, ideológico y desde luego de su separación inamistosa con Cuba", dijo a la AFP el poeta César López, Premio Nacional de Literatura.
"No comparto, y me duele, su actitud política —dijo López, quien fue amigo personal de Vargas Llosa y con quien coincidió en estudios en la Universidad Complutense en los años 50—, ésta aleja a Vargas Llosa de la realidad profunda de nuestro continente", estimó.
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