Los jueves, dice el Fernando Fuentes Fierro —alias el Tres Efes, como si fuera un capo de capos—, son viernes chiquitos.
Si hago un ejercicio de memoria, me viene a la mente que en aquellos viejísimos tiempos de estudiante en la UNAM —a finales de la década del setenta, ciertamente— yo tuve una amiga venezolana de cuyo nombre no me puedo acordar —pero de tooooodo lo demás sí, se los juro, y eso es algo así como un contrasentido, porque estuve como a centímetro y medio de casarme con ella— que fue a la primera persona que le escuché decir esa frase: "Los jueves son viernes chiquitos", y entonces quedé convencido que era una expresión netamente venezolana, pero tiempo después supe que ese mismo enunciado lo utilizaban los alemanes cuando se iban de farra, borrachera y fiesta: die kleine Freitag…
Como sea, hoy es jueves, y siendo jueves, para hacer honor al FFF y a mi ex novia venezolana, también es viernes chiquito.
Y cómo no va a ser, si justo a estas horas matutinas de la mañana de jueves ya siento esa milonguez que prevalece durante todo el viernes, como si fuera el aroma de jazmín que habita detrás del lóbulo de las orejas de las muchachas… según me han platicado algunos baquetones.
Ni modo: no nos queda más que navegar durante todo este nublado, caluroso y sofocante día de un verano que se despide como si quisiera dejarnos en las esquinas pedacitos de ese infierno que el cielo nos tiene prometido, pero que ya la realidad más real nos obliga a vivir, queramos o no, oiga…
Se los juro: yo desperté esta mañana creyendo que era viernes… y sí, después del ejercicio de memoria, del recuerdo de mi ex novia venezolana —¿dónde estás que no estás, amiga mía?— y de la expresión medio ranchera del FFF, me he dado cuenta que hoy es viernes chiquito… y como viernes chiquito, está uno obligado a destapar algunas bebidas espirituosas, para que el cuerpo se vaya ablandando, como dicen los blanditos por naturaleza, je…
¡Salú, eh!
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