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jueves, 4 de octubre de 2012

Décimo tercer rector: Jorge Luis Ibarra Mendívil...


En 1950 Etchojoa, Sonora, era un pueblo rural con muy pocos servicios, sin luz eléctrica y un sistema poco eficiente de agua potable. Como en muchos poblados del estado las condiciones de vida eran muy precarias. Había que desarrollar una fuerte capacidad de adaptación al medio ambiente para sobrevivir. En esa población, el 1 de enero de 1953, nació Jorge Luis Ibarra Mendívil. Sus padres, Baltazar Raúl Ibarra Obregón y María Asunción Mendívil Amarillas, procrearon además a Marina, Ramón y Mario. La coincidencia de su nacimiento con el inicio del año propició que la gente lo llamara cariñosamente "el Año Nuevo".
Desde los diez años empezó a trabajar de una manera más formal, y a partir de entonces realizó muy diversas actividades: recolectó algodón, plantó tomate y chile, cargó cajas, sirvió de dependiente en tiendas, distribuyó en los abarrotes de la región los productos que se expendían en algunos comercios del lugar, y vendió paletas empujando un carro por las calles del pueblo. Todo eso fue muy importante para su formación.
Durante su infancia y adolescencia se definió un rasgo muy particular de su personalidad: le gustaba convivir con la gente adulta, acercarse a sus pláticas y escuchar sus historias y consejos. "Entonces yo tenía grandes amigos que eran adultos, por ejemplo don Jorge Clark, que me hablaba de los orígenes de Etchojoa y sus peripecias cuando vivió en Estados Unidos. También escuchaba mucho las pláticas de mi tío Sabás Mendívil, hermano de mi madre, quien fue para mí otra figura paterna. En las tertulias se daban discusiones muy interesantes entre ellos, pues mi padre era pro yanqui y mi tío Sabás pro ruso". Mientras su tío Sabás era asiduo radioescucha de Radio Habana (que sintonizaba en un radio de onda corta), a través de la cual estaba muy familiarizado con lo que sucedía en el campo socialista, su padre evidenciaba en sus pláticas la influencia norteamericana producto de sus vivencias en el país vecino. Recuerda también que en la carpintería de don Genaro Acosta se reunían "Los Pepinos", como les llamaban a los miembros del Partido Popular Socialista, los hombres de izquierda del pueblo. En esas pláticas escuchó hablar de Jacinto López y de Vicente Lombardo Toledano, entre otros líderes de esa tendencia. Vienen a su memoria también las pláticas con sus tías Julieta y Eva, hermanas de su padre. Con esta última mantuvo siempre, hasta su muerte, una relación especial y de gran cariño.
Cuando llegó el momento de estudiar la preparatoria se inscribió en la unidad de la Universidad de Sonora ubicada en Navojoa. No existían las condiciones para pagarle una casa de asistencia, por lo que iba y venía diariamente, mañana y tarde, del pueblo a la ciudad. Había que levantarse muy temprano y esperar un autobús que salía de Huatabampo e iba recogiendo a los estudiantes de las poblaciones cercanas. A veces llegaban a Navojoa con el tiempo límite para entrar a la clase, por lo que acostumbraban brincarse por las ventanas del camión para acelerar el arribo a los salones.
En la preparatoria confluía gente de las poblaciones de la región, como Navojoa, Huatabampo, Bacobampo, Álamos y Villa Juárez, con lo que a los estudiantes se les ampliaba su horizonte cultural en tanto que convivían con personas que portaban experiencias contrastantes, a pesar de la cercanía geográfica. Muchos de los profesores eran profesionistas que habían estudiado sus carreras fuera de Sonora, lo cual también enriquecía a los alumnos pues se enfrentaban a diferentes visiones del mundo a través de las lecciones de sus maestros. Además, el hecho de pertenecer a la Universidad de Sonora, una institución importante y de gran arraigo, les daba a los preparatorianos una perspectiva distinta de su rol como estudiantes y los motivaba a seguir adelante en sus estudios.
Cuando terminó la preparatoria se trasladó a Hermosillo a estudiar la carrera de Derecho. Se inclinó por ella porque pensó que era un instrumento para promover la justicia. Desde niño le tocó vivir situaciones muy severas de injusticia. Fue testigo de cómo a algunos de sus parientes, por distintas circunstancias, les embargaron bienes y propiedades. Algunos de ellos vivían sometidos a las arbitrariedades de usureros y de personas que se aprovechaban de las necesidades de los demás. De ahí que él optara por una carrera que le proporcionara los elementos legales para defender situaciones de ese tipo. Además, siempre prefirió las disciplinas humanísticas como la literatura, la historia, la filosofía y la teoría política y, entre las carreras que estaban disponibles en ese momento en la Universidad de Sonora, la de Derecho era la que más se relacionaba con esas materias.


En Hermosillo ya radicaban sus hermanos Ramón y Mario, con quienes llegó a vivir a un departamento en la zona denominada "La Tijuanita", en el área del Jardín Juárez, el hotel Montecarlo y el bar Lourdes. La capital del estado fue para él un gran descubrimiento. Su vida cambió radicalmente. Entonces él no conocía, hacia el  sur, más allá de Los Mochis, Sinaloa, y hacia el norte más allá de Ciudad Obregón. En el edificio en el que vivía pudo convivir tanto con estudiantes "estrella", brillantes, como con los típicos vagos y flojos que lo único que hacían era merodear por el parque en busca de diversiones. Esos contrastes le ayudaron a afianzar su personalidad.
En el ámbito universitario, el hecho de deambular por el edificio de Rectoría, por las bibliotecas, por las aulas, tener la oportunidad de estudiar con profesores de gran prestigio y experiencia y el conocer gente que venía de varias partes de la entidad y de otros estados, fueron vivencias muy importantes para él. En la Universidad construyó grandes amistades, con personas de diferente carácter, que perduran hasta la fecha.
A partir del segundo año de la carrera pudo financiar sus estudios con dos becas, una de la Fundación Esposos Rodríguez y otra de la Unión Ganadera Regional de Sonora. Cuando tenía algún tipo de dificultad recurría a sus hermanos, sobre todo a Marina, quienes en todo momento le proporcionaron apoyo y solidaridad.
Casi por arribar la década de los setenta, y recién iniciada ésta, a muy poco tiempo de haber ocurrido el movimiento estudiantil del 68 en México, la vida universitaria sonorense se caracterizó por una fuerte dinámica cultural. Empezaron a visitar la Universidad personalidades como Elena Poniatowska, José Revueltas y Heberto Castillo, entre otros intelectuales del país. La institución se convirtió en el escenario central de las discusiones políticas e ideológicas. Se vivió en ella la influencia de la época y los jóvenes estudiantes se involucraron en un movimiento estudiantil, en el cual él participó como dirigente y representante de la escuela de Derecho. Surgieron los cine clubes, se intensificaron las actividades teatrales y emergió una crítica de la cultura más elaborada. Más allá de las aulas, las salas comerciales de la localidad tenían una buena oferta de películas y recuerda haber aprovechado muchas veces la "permanencia voluntaria" en los cines Reforma, Nacional y Sonora. Todo ello se conjuntó para proporcionar a los estudiantes una visión más amplia de la vida.
Durante sus estudios tuvo muy claro que no se dedicaría a ejercer la práctica tradicional del abogado, el litigio, sino que optaría por el estudio de la Ciencia Política y la vida académica. Entre los maestros que le proporcionaron importantes elementos para consolidar una sólida formación jurídica se encuentran Alán Sotelo, Óscar Téllez Ulloa, César Tapia Quijada y Francisco Acuña Griego. Ellos les permitieron, a él y a sus compañeros, ver el Derecho desde otra perspectiva y complementar la formación estrictamente jurídica con otro tipo de experiencias y lecturas. Esa formación ha sido determinante para él, ya que hasta la fecha le permite tener criterios de discernimiento bien fundamentados y una base racional, coherente y rigurosa para la organización de su pensamiento. Los juristas que nacieron de esa generación, muchos de ellos sobresalientes, tienen, dice, una visión más amplia que las rígidas del abogado tradicional.
Cuando concluyó sus estudios universitarios decidió irse a la Ciudad de México en busca de nuevas oportunidades y experiencias. Estudió algunos cursos en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y trabajó en tareas tan diversas como la coordinación de una revista, la redacción de artículos y reseñas de libros y la distribución de propaganda y carteles en las calles. Entonces se vivía en la Universidad un gran despliegue cultural. En el plano de las ideas se estaba dando un replanteamiento teórico del modelo socialista ortodoxo y una serie de cuestionamientos ideológicos de toda naturaleza. La situación crítica de Chile provocó la llegada de muchos chilenos a México y lo mismo sucedió después con Argentina. Fue un período explosivo que lo marcó definitivamente.


Posteriormente, a mediados de 1976, regresó a Sonora, en parte para elaborar su tesis de licenciatura. Casi recién llegado comenzó a impartir una clase de Sociología Política en la escuela de Economía de la Universidad. Era la época de la expropiación agraria del Valle del Yaqui, fenómeno que le interesó, por lo que se informó más y en 1977 consiguió un trabajo en el Banco Nacional de Crédito Rural en Ciudad Obregón, en donde laboró un año y medio. Posteriormente se tituló y decidió otorgarse un regalo: un viaje a Europa. Mochila al hombro, visitó España, Francia, Suiza, Italia y Bélgica. Fue el primer gran gusto que pudo proporcionarse, por lo que disfrutó mucho la experiencia. A su regreso, decidido a buscar nuevas alternativas de formación, volvió a la Ciudad de México y se inscribió en la maestría en Ciencia Política en la UNAM, a la par que trabajaba en el departamento jurídico del DIF. Luego participó en un concurso por una plaza de maestro en la Universidad Autónoma Metropolitana y lo ganó. Era el año de 1979. Entonces la UAM era un proyecto joven. La actividad era muy fuerte y había mucho entusiasmo entre autoridades, funcionarios y profesores. Tuvo como compañeros a gente muy talentosa que lo apoyó. "Ahí comencé a adquirir una autonomía intelectual, empecé a organizar mi pensamiento en forma más elaborada, incentivé mi capacidad de investigar y escribir ensayos, artículos y ponencias, acudí a congresos nacionales e internacionales y eso me dio la oportunidad de iniciar una fructífera carrera académica". Entre las temáticas que estudiaba se encuentran la Teoría Política, la relación entre Derecho y Estado, la regulación de la propiedad agraria, de la propiedad pública y el sistema político mexicano.
Durante su estancia en la Ciudad de México inició un noviazgo con quien sería su esposa, Mónica Galaviz Otero. Contrajeron matrimonio en agosto de 1982. Tienen tres hijos: Mónica, Jorge Baltazar y Luis Fernando. Su familia, dice, es su gran soporte espiritual y lo que le da sentido profundo y consistencia a su vida. Su esposa ha sido un gran apoyo, en lo personal y para el cumplimiento de sus metas profesionales. Además es una solidaria compañera y una gran madre de sus hijos.
Después de descartar la posibilidad de irse a Francia con una beca que le había otorgado el gobierno francés, y de declinar su decisión de estudiar el doctorado en Historia en el Colegio de México, donde había sido admitido, decidió aceptar, en octubre de 1983, una oferta de trabajo en El Colegio de Sonora para fundar la maestría en Ciencias Sociales, que fue el primer programa de posgrado en esa disciplina en el noroeste del país. En 1988 se convirtió en director académico de la institución y ese mismo año fue nombrado rector, cargo que ocupó hasta junio de 1993.
El inicio de su rectorado fue difícil pues, entre otras cosas, el Colegio estaba pasando por una complicada situación financiera. Había que hacer esfuerzos muy grandes para reestablecer la comunicación y dinámica internas y recuperar la confianza entre los miembros de la comunidad. Afortunadamente, el gobierno del estado accedió a establecer un subsidio regular para la institución, lo que contribuyó a su estabilización y consolidación. Su cargo en El Colegio de Sonora le permitió conocer a fondo la gestión y conducción de un organismo de investigación y de educación superior y adquirir la experiencia y relaciones necesarias para aspirar al puesto de rector de una institución mayor como la Universidad de Sonora.


Su reto inicial como rector de la máxima casa de estudios consistió en hacer viable una reforma que estaba en construcción a partir de la aprobación de una nueva Ley Orgánica, manteniendo la gobernabilidad interna. También había que hacer avanzar académicamente a la institución, reconstruir el tejido interno y reconciliarla con la sociedad.
Entre los proyectos y logros destaca el haber ampliado la oferta educativa, al incrementar significativamente el número de opciones con programas académicos de calidad en todos los niveles: ocho programas de licenciatura, entre los que destacan el de Medicina, Arquitectura y Artes; nueve de posgrado, entre los que sobresalen el doctorado en Física, las maestrías en Ciencias de la Ingeniería, en Innovación Educativa y en Lingüística.
Fue notable también el crecimiento de la infraestructura física de la institución. En ocho años la obra construida aumentó en forma ordenada, armoniosa y estética. Sobresale el complejo del Centro de las Artes, el Gimnasio Universitario, los complejos de Derecho y Ciencias Sociales, y de Contabilidad en la Unidad Regional Centro, y la ampliación y renovación de los campus de Navojoa y Caborca. Asimismo, se llevaron a cabo acciones para espacios descubiertos tales como estacionamientos, áreas peatonales, canchas y espacios de estudio y esparcimiento. También se destaca la adquisición, por donación, de terrenos para la Universidad en Hermosillo, Navojoa, Cd. Obregón, Magdalena y Nogales que suman 120 hectáreas.
Sin embargo, lo más importante para él fue la recuperación de la confianza de los universitarios en sí mismos y de la sociedad hacia la universidad.
Después de concluir su segundo período como rector en la Universidad, en 2001, fue nombrado secretario general de la Asociación Nacional de Universidades e Institutos de Educación Superior (ANUIES).
Actualmente es el Secretario de Educación y Cultura del Gobierno de Sonora.

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Principales avances de la Universidad de Sonora
durante el rectorado de Jorge Luis Ibarra Mendívil

• Se elevó la oferta educativa de licenciatura y pos grado de 38 a 55 programas.
• Se estableció el examen de ingreso como medida general para los aspirantes a todas las carreras de la Universidad.
• Se aprobaron 11 nuevos instrumentos normativos y se estableció el examen de ingreso general para los futuros alumnos.
• Se elevó el promedio general de los estudiantes y se redujo la reprobación.
• La institución se posicionó entre las primeras cinco universidades públicas estatales del país, por los apoyos extraordinarios del gobierno federal en relación a programas FOMES, PROMEP y FAM.
• Se construyeron 54,308 metros cuadrados de infraestructura, que representan más del 50 por ciento de lo construido en los primeros cincuenta años de vida de la institución. Entre las obras más sobresalientes destacan: el complejo del Centro de las Artes, el Gimnasio Universitario y los complejos de edificios para el departamento de Derecho y la división de Ciencias Sociales y para el departamento de Contabilidad en la Unidad Regional Centro. Se ampliaron y renovaron los campus de Navojoa y Caborca.


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Fuente:
Guadalupe Beatriz Aldaco. Nuestros Rectores. Edición conmemorativa del 61 aniversario de la Universidad de Sonora.

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