Trova y algo más...

viernes, 5 de octubre de 2012

La ópera echa raíces en la Universidad...



En 1995 cantaron por primera vez en Sonora, al abrir el Festival de Álamos, los artistas cubanos Jesús Li, tenor, y Marybel Ferrales, soprano, acompañados al piano por Isir Almaguer. Las autoridades universitarias se interesaron en estos artistas, dado que a raíz de la muerte de la profesora Emiliana de Zubeldía, el maestro David Camalich se había hecho cargo de la dirección de los Coros, pero se había ausentado para cursar estudios superiores, primero en el Conservatorio de las Rosas, de Morelia, y luego en la Universidad de Arizona, hasta graduarse en dirección de orquesta. Los tres artistas cubanos volvieron al Festival de Álamos en 1996 y entonces los esposos Li-Ferrales fueron contratados por la Universidad y establecieron su residencia en Hermosillo. Desde luego, tomaron a su cargo los Coros Universitarios y se incorporaron al cuerpo docente de la Licenciatura en Arte Opción Canto. La aportación histórica de estos maestros fue la producción de óperas con cantantes, escenógrafos, etcétera, de Sonora.

En mayo de 2000 el maestro Li pereció en un incendio que estalló en su casa. Pudo salvar a sus hijos pero se le agotaron las fuerzas y no pudo ponerse a salvo él mismo. Su esposa Marybel se hallaba ese día en Guadalajara, cumpliendo un compromiso artístico. El golpe fue terrible para su familia y para la comunidad universitaria. En los funerales, Marybel cantó para despedir a su esposo, y en los años sucesivos le ha rendido tributo al continuar con empeño la tarea que juntos comenzaron.

A un año y medio de haberse incorporado a la Universidad, los maestros Li y Ferrales ya habían logrado preparar un grupo de jóvenes cantantes para llevar a escena la ópera Cavallería rusticana, de Pietro Mascagni. Se cantó en concierto el 6 de diciembre de 1996, con el acompañamiento al piano de David Camalich e Isir Almaguer en el Teatro Emiliana de Zubeldía. Los maestros hicieron los papeles de Santuzza y Turiddu, y en los restantes probaron alternadamente a varios alumnos: para Lola, las sopranos Trilita Ruiz, Susana Salcido, Alma Delia Peralta y María del Carmen Burruel; para Alfio, los barítonos Carlos Aguirre, Manuel Acosta y Rodolfo Covarrubias; para Mamma Lucia, las mezzos Altagracia Córdova, María Teresa Navarro y Cecilia Payán.

La función formal tuvo lugar en el Auditorio Cívico del Estado el 17 de mayo de 1997, con la participaron del Coro de la Universidad y la Orquesta Juvenil Sinfónica de Sonora, para la cual se volvió a abrir el viejo foso del Auditorio. La dirección general estuvo a cargo del maestro Li; la orquesta, del doctor Gastón Serrano; la escenografía, de Emilio Valdez. Los alumnos seleccionados fueron, en los papeles de Alfio, Lola y Lucia, Carlos Aguirre, Trilita Ruiz y Altagracia Córdova.

Esta fue la primera producción operística lograda en Sonora, pero a pesar de la importancia histórica del acontecimiento sólo se dio una función. Fue repuesta el 22 de marzo de 2002 con la Orquesta Filarmónica de Chihuahua, bajo la dirección del maestro Carlos García.

Los días 23 y 25 de febrero de 2000 se puso en escena La Traviata, producción de la Universidad y el Instituto Nacional de Bellas Artes, que apoyó con el vestuario y el director de escena Enrique Rodríguez. Una vez más vino a tocar la Orquesta Filarmónica de Chihuahua y estuvo al piano el maestro David Camalich. Los roles principales los desempeñaron el tenor Jesús Li (Alfredo) y la soprano Marybel Ferrales (Violetta), mientras que el de Giorgio, padre de Alfredo, lo hizo el barítono Jesús Suaste contratado en la ciudad de México. En otros papeles estuvieron estudiantes avanzados de la Universidad: Manuel Acosta, Octavio Moreno, Juan Pablo Aguirre, Gloria Alicia Cortés. Fue la última ópera que cantó el maestro Li.


Con elevado profesionalismo se puso en escena Madame Butterfly el 31 de mayo y 10 de junio de 2001, con el apoyo, una vez más, del INBA, que prestó el vestuario, solistas que cantaron con el Coro Universitario y la dirección escénica de Enrique Rodríguez; además, la Orquesta Sinfónica de Chihuahua con el director Carlos García. La maestra Marybel Ferrales hizo el rol principal; la mezzo Adriana Díaz de León, muy conocida por sus brillantes actuaciones en el Festival de Álamos, cantó la Suzuki; Eduardo Romero e Ignacio Mondaca se alternaron el Goro. En el elenco también destacaron Karina Romero y Manuel y Adrián Domínguez. El periodista Armando Zamora escribió que Marybel había sido una hermosa Cio Cio San y que el público había sufrido con ella cuando dejó brotar el canto de su amor pobremente correspondido (El Imparcial, 24 de junio de 2001).

Del 3 al 8 de junio de 2003 se agregó a la lista Dido y Eneas, de Henry Purcell. Echamos mano de una reseña periodística para dejar constancia del acontecimiento: No hay orquesta, con lo que nos perdemos la mitad del encanto de esta ópera (la música es hermosa): la introducción y algunas partes fundamentales se escucha en grabaciones, y el resto corre a cargo del piano o clavecín de la maestra Marina Tcheresova, que sale avante con su talento y experiencia. El papel femenino principal lo canta Beda Moreno, de bella voz, a quien habíamos oído en otras producciones operísticas de la Universidad. Tiene, además, sentido dramático y buena presencia. El Eneas se lo repartieron tres funciones Tadeo Ramírez, y tres, Luis Padilla; igual que el de Belinda, tres noches Claudia Valenzuela y tres, Saharí Salgado.

Me tocó la función en que cantaron Luis Padilla y Saharí. Cuando se trata de cantantes nuevos (éstos pertenecen a la segunda generación de la Licenciatura en Arte Opción Canto, en proceso de graduación) uno vacila entre expresar juicios negativos que pueden desanimar a los aludidos o dorar la píldora. Opino que debe decirse la verdad, sobre todo cuando se trata de fallas que pueden corregirse con el estudio. Luis Padilla no da el tipo de Eneas, lo cual sería lo de menos; además, su voz carece de volumen y su inglés (en inglés está escrito el texto) es pobre. Quizás esto explica cuando menos parte del problema.

Un aplauso incondicional a la maestra Mónica Preux, directora musical y de escena, que además diseñó la escenografía y el vestuario (Crítica, 9 de junio de 2003).

Los días 29, 30 y 31 de octubre de 2004 se puso en escena El elíxir de amor, de Donizetti, que la compañía dedicó a la memoria del maestro Jesús Li. De la reseña de prensa se toman estos párrafos:

Los papeles protagónicos los compartieron Marybel Ferrales y Glenda Landavazo (el de Adina) y Jesús León y Guillermo Ontiveros (el de Nemorino). Octavio Moreno, barítono formado en la Universidad, excelente voz, es un diamante al que hay que pulir en otras latitudes; hizo las tres noches el Belcore, militar apuesto y fatuo. Arturo López Castillo, bajo, que vino de México invitado para interpretar al astuto y tramposo doctor Dulcamara, satisfizo las expectativas.

Me tocó la función que cantó Marybel Ferrales, de voz madura y ágil vocalización, que actúa muy bien el papel de muchacha juguetona y coqueta cuyo romanticismo la lleva a tomar la decisión más afortunada. Jesús León posee una dulce voz que tal vez con la edad adquirirá mayor volumen. Aunque actúa bien en su papel de muchacho modesto, apocado ante la desenvoltura de su amada y la insolencia de su rival, no habría sido mala idea que calzara botas o zapatos de tacón alto para que alcanzara la estatura de Marybel-Adina.

Esta conocida obra ofrece muchos espacios a los coros, bien aprovechados por el de la Universidad, especialmente en la parte que cantan diez mujeres en el segundo acto.

¿Estuvo todo perfecto? Al menos en el estreno hay siempre fallas. Por ejemplo, la iluminación (Jorge Ferro, con el apoyo del Oso Francisco González) fue perfecta, pero no por completo perfecta. El "pero" se interpone porque las lámparas colocadas en el plafón de la sala para reforzar la luz sobre la escena, impedían leer el texto traducido en la pantalla. En el segundo acto la falla fue en parte subsanada.


El vestuario, a cargo de Arturo Encinas (que se ha ocupado de ese rubro desde Cavallería), fue bien aceptado, pero quienes se acuerdan del excelente vestuario de Madame Butterfly, producción del INBA, no apreciaron el mérito. ¿Y la música? Al doctor Gastón Serrano le quedó grande el título de "director concertador" pues lo fue solamente de la Orquesta Filarmónica de Sonora, mientras el director de escena, Miguel Alonso Guerrero, hacía su trabajo por su lado (Crítica, 10 de noviembre).

En recuerdo a Emiliana de Zubeldía se puso Luisa Femanda en concierto, dirigida por la maestra Náyade Proenza, con los alumnos del Taller de Producción I y III, el 19 de noviembre de 2004. Hicieron los roles principales Denisse Z. Ramírez y Claudia Valenzuela (Luisa Fernanda); Octavio Moreno (Vidal Hernando); Guillermo Ontiveros y Bernardo Prado (Javier Moreno); Sonia Garay y Karen Reyna (Duquesa Carolina). Fue pianista acompañante Anush Balasanian y, director de coros, José Manuel Romero.

En el concierto de gala del Festival Dr. Alfonso Ortiz Tirado del 22 enero de 2006, el público aplaudió Amahal y los visitantes nocturnos, de Gian Carlo Menotti, dirigida por la maestra Mónica Preux. En Hermosillo se puso los días 26, 27, 28 y 29 del mismo mes en el Teatro Emiliana de Zubeldía, con el pianista Felizardo Andrade. Se alternaron el papel de Amahal, Lucía de Lara y María Elena Murillo; Denisse Ramírez fue la Madre; José M. Armenta y Abel Acosta Villa compartieron el Gaspar; Emmanuel Mayoral hizo el Melchor; Daniel Villegas, Baltasar.

El joven barítono Octavio Moreno se estrenó como director con Le villi, de Puccini, el 25 y el 26 de agosto de 2006 en el Teatro de la Ciudad. Con él completaron el elenco el tenor Stephen Costello y la soprano Ailyn Pérez, y lo auxilió como director de escena Jorge Rojas. Tocó la obra al piano el maestro Daniel Villegas. Esta ópera no tuvo buena crítica. Se le objetó que Le Villí es la peor obra del gran Puccini, o para decirlo con respeto, su obra de menor calidad (Crítica, 28 de agosto), y que es aconsejable dar al público lo mejor.

El 29 de abril de 2007 se incorporó a la lista de estrenos Cosí fan tutte, de Mozart, y hubo funciones al día siguiente, así como el l y dos de mayo. Escribí: Antes de ir a ver Cosí fan tutte, de argumento ligero y música maravillosa, creí que como en otras ocasiones, el pianista David Villegas estaría clavado en su instrumento para acompañar a los cantantes. Y resulta que él es cantante y actor, buen actor y buen cantante, y el acompañamiento fue de la orquesta de cámara que dirige Luis Enrique Téllez, y que no debe tener nombre aún, pues no se lo hallamos en el programa.

Hubo seis funciones en el Teatro de la Ciudad. Yo asistí a la del martes 29, con escaso público, lo cual es lamentable. Cantar una ópera implica, por añadidura, interpretar al personaje, moverse con propiedad, lucir el vestuario; no es fácil. Por eso, y para foguear a más jóvenes artistas, se programaron dos para cada papel y se fueron turnando, excepto el rol de Despina, la doncella pizpireta, que se asignó a tres sopranos. A mí me tocó escuchar y aplaudir con entusiasmo a Lucia de Lara.

Los jóvenes de la Licenciatura en Arte Opción Canto, bajo la dirección de la maestra y mezzo Gabriela Kopca, tienen que aprender muy bien los numerosos recitados que tiene esta obra y que deben decirse con rapidez y sin ayuda de la música, que siempre sirve de apoyo para recordar las letras. ¡Bravo, pues! Sólo faltan uno o dos publirrelacionistas, ¡uno siquiera!, que encuentren la fórmula para mover a los hermosillenses y a los sonorenses de fuera, para que asistan a las funciones (Crítica, 4 de junio de 2007).

En mayo del año siguiente, se puso una nueva versión de Luisa Femanda de Federico Moreno Torroba; la prensa opinó: Cumple modestamente el papel de Luisa Fernanda la soprano Claudia Valenzuela, cuya voz se pierde a menudo en las notas de la orquesta, y con señorío y prestancia el de la duquesa, la más experimentada Karina Romero, de estupenda presencia escénica. El barítono Emmanuel Mayoral es un buen Vidal Hemando, el valiente extremeño que muestra su generosidad al renunciar al amor de Luisa Femanda, y el tenor Everardo Tánori impone su hermosa voz en el papel del coronel.

La dirección general estuvo a cargo de Jorge Rosas Femández y Emmanuel Mayoral, el director concertador fue Luis Enrique Téllez, puntual y exacto. Salvó el espectáculo la hermosa música de Federico Moreno (Crítica, 26 de mayo de 2008).

La fina y conocida opereta La viuda alegre, de Franz Léhar, salió del Taller de Producción de la Licenciatura en Artes Opción Canto en noviembre de 2008, con el apoyo del Programa Integral de Fortalecimiento Institucional, PIFI. El maestro David Camalich asumió la dirección general-musical, coral, escénica, fue coach musical y pianista Héctor Acosta. El papel de Ana lo compartieron Karen Maresa Hernández y Natalia Rivera Brambila; el de Danilo, Jesús Ignacio Quijada y José Antonio Olivas; Fernando Gutiérrez hizo el Barón Zeta; Luz Elena Aranda y Gisela Guadalupe Machado se alternaron el de Valencienne; Rosillón fue Luis Adrián López; el Vizconde Cascada, Carlos Abel Torres; Brioche, David Armando Trujillo; el Negus, Iván Nodal Jiménez.

El canto coral en esta opereta es fundamental, por lo que hay que destacar la actuación del Coral Desierto, y la graciosa intervención de las grisetas: Denisse Méndez Morales, Berenice Agüero, Ana Carolina Madrid, Sara Eliza Robles, Susana Méndez, Estefanía Lagarda y Jessica Navarro.

La Serva Padrona, de Giovanni Battista Pergolesi, fue puesta por los alumnos de 8° semestre Juan Carlos Rodríguez, barítono bajo (Uberto); soprano aguda Ana Cecilia Cumplido (Serpina) y el bailarín invitado Gabriel Arellano (Vespone). Dirigió Gabriela Copca con la Orquesta de Cámara de Hermosillo. Se estrenó el 24 de enero de 2009 en el Festival de Álamos y se repuso en el Palacio de Gobierno, en Hermosillo, durante las Fiestas del Pitic.

--
Fuente:
Carlos Moncada. Historia General de la Universidad de Sonora. Tomo V.

--
--