Por las versiones que se cuentan, la muerte de “El Lazca” fue una acción fortuita en que los marinos no le dieron chance ni de voltear. Lo que pasó después estuvo muy lejos de una acción profesional, fue una comedia de horrores y errores. Nada tuvieron que ver los servicios de inteligencia, más bien lo fortuito les permitió llegar a un hombre buscado afanosamente, por lo menos eso dicen las autoridades de México y Estados Unidos.
Imaginemos una vez más la escena:
Tres tipos armados se encuentran viendo un partido de beisbol local en tierras beisboleras como es Sabinas, Coahuila. “Alguien” que también ve el juego se da cuenta de que están armados y da el “pitazo”.
Los jugadores están intentando sacar un out o tratando de meter carreras, no se dan cuenta de nada. De repente, llegan los marinos que se van encima de los tres personajes sin saber quienes son, lo único que saben es que están “fuertemente armados”. Dos de los tres corren en direcciones similares, el tercero se mete en la maleza y logra huir, obviamente no se sabe nada de él y por las versiones oficiales no va lesionado; se les peló.
Lo que pasó a partir de ese momento fue tragicómico y es la prueba más acabada de la descoordinación y de cómo la Marina y la PGJ de Coahuila se están echando la bolita. Como el MP local no tiene el instrumental para la autopsia, se lo llevan a una funeraria de la localidad –sólo hay dos en Sabinas, la otra por cierto es del ex gobernador Enrique Martínez y Martínez.
El dueño de la funeraria empieza su trabajo; en eso, entre la una y la una y media de la mañana, llega un grupo otra vez “fuertemente armado” con pasamontañas y se llevan en la carroza los dos cadáveres con todo y dueño, a quien se llevan de chofer. Siete horas más tarde aparece el improvisado dueño-chofer ante las autoridades para declarar lo que hoy todo sabemos.
Mientras esto sucedía, “alguien” se da cuenta que el muerto era ni más ni menos que “El Lazca”. Las razones para suponerlo eran las primeras pruebas de la autopsia, huellas dactilares y por la forma en que se llevaron su cadáver.
El siguiente capítulo es todavía más tragicómico, por decirlo de alguna manera. La procuraduría local asegura que no era su responsabilidad proteger los cadáveres en tanto que la Marina dice que tampoco es cosa de ellos.
El resto han sido más dimes y diretes. Que si “El Lazca” se había operado las orejas; que si les harán análisis de ADN a sus familiares; que si había secuestrado hace por lo menos 10 años a una joven que era su pareja; que “La Ardilla”, compadre de “El Lazca”, se ha dedicado a soltar la sopa y que ya confirmó que el muerto es “El Lazca”; que si ya lo enterraron en el muy fotografiable mausoleo en Hidalgo, más todo lo que está por venir.
Está claro que no fueron los servicios de inteligencia y que todo fue fortuito; digamos que puede pasar, lo fortuito también juega. La muerte de “El Lazca” se puede explicar porque quizá andaba a la baja, estaba disminuyendo su peso e influencia al frente de los Zetas; porque se pudo haber confiado sin darse cuenta de que se le estaban acabando sus complicidades y “arreglos” con las autoridades; porque lo pusieron o porque lo mato su afición al beisbol.
Sea lo que fuere todo parece indicar que está muerto y ahora habrá que esperar lo que viene a futuro porque en una de esas puede estar una nueva producción de la SSPF y nos aparece el cadáver.
Lo que no es fortuito son las voluntaria e involuntaria bolas que se han hecho la Marina y la PGJ de Coahuila. Como si no fuera posible que hubieran hecho una conferencia de prensa al alimón, o por separado poniéndose previamente de acuerdo, para tener un discurso común y no andar echándose lamentablemente la bolita.
Pasaron de lo fortuito a la improvisación, de la desinformación a la descoordinación y al final un hecho sin duda importante termino como tragicomedia digna del extraordinario trabajo cinematográfico de Luis Estrada.
--
Javier Solórzano.
--
--