Trova y algo más...

lunes, 29 de octubre de 2012

El diablo negociará con el diablo...


Jon Lee Anderson. Foto: Cuartoscuro.

Jon Lee Anderson es ante todo un periodista. Nacido en 1957 en California, su hogar es el mundo, aunque si alguien quisiera mandarle una carta podría hacerlo a Londres, la casa a donde llega y lo espera su familia, su esposa, sus tres hijos, después de recorrer los rincones del planeta.

Jon Lee Anderson no es sólo un periodista. Tal como está las cosas en el vapuleado oficio de los reporteros, casi podríamos decir que es EL Periodista por antonomasia, el tipo que construye su propio marco teórico y se debe al único amo posible: él mismo.
Curioso, discreto, sabe cómo cuidarse en los territorios de combate, sabe cómo no hacerse el loco ni el héroe; sabe, en definitiva, cómo hacer su trabajo.

Jon Lee Anderson, sin embargo, no es solamente, después de la muerte de Ryszard Kapuściński, el considerado mejor reportero del mundo. También es toda una celebridad en el ambiente intelectual latinoamericano. No es un famoso a quien la gente pararía para pedirle un autógrafo, pero su agenda, cada vez que llega a algunos de nuestros países, es demencial y no le da respiro.

Por eso, encontrarlo y poder hacerle una entrevista más o menos pausada en el fragor de un campo de batalla que es su intensa vida profesional (a veces, ese campo de batalla es literal), constituye un hecho de azar privilegiado que vive con gozo cualquier periodista que ame su trabajo, como es este caso.

Siempre hay cosas para hablar con Jon Lee. Y sus palabras representan siempre el testimonio de un hombre al que vale la pena escuchar.


 México y Colombia tienen algo en común y es en la dificultad histórica que ambos han tenido para crear legitimidad estatal. En parte, por su falta de legitimidad, por su consistente maniobrar en el mundo de la sangre, para mantenerse en el poder. Santos ha visto que este es el momento de extender la rama de olivo. El Estado colombiano ya es fuerte, puede hacerlo. No hay que ensañarse con la guerrilla, ya está debilitada. Sí hay en la guerrilla personas que han sido culpables de crímenes, pero también hay tanta gente en las esferas del Estado colombiano que son culpables de crímenes.

Diría que es distinta la guerra de México a la de Colombia. Es cierto que la guerrilla colombiana se ha convertido hasta cierto punto en narcoguerrilla, una etiqueta que no creo que ayude, pues cualquier guerrilla que se quede en medio del monte durante mucho tiempo tiene que recurrir a lo que sea para sobrevivir.

¿Quién les puede echar la culpa porque se metieron en el narcotráfico? ¿Acaso el Estado colombiano no lo hizo también? Bueno, no digamos todo el Estado, es algo muy fuerte de decir, digamos grandes personeros de ese Estado, ¿acaso todos los colombianos están totalmente seguros e informados de las filiaciones políticas del ex presidente Uribe con el narcotráfico?

La respuesta es no.

He visto papeles de los 90 donde la Agencia Central de Defensa de los Estados Unidos habla de las muy estrechas relaciones entre Álvaro Uribe y Pablo Escobar.  Volviendo a las diferencias entre México y Colombia. Las FARC, a pesar de que se han sustentado en el campo merced a los tratos con el narco, no son exclusivamente una banda criminal. No, son también todavía una guerrilla ideológica.

Muchos de los jóvenes que han sido voluntarios o conscriptos en los últimos años, creen en esa ideología, no están ahí para delinquir. Algunos no tienen opción, porque viven en alguna parte del campo colombiano donde las FARC son el ejército.

En México, en cambio, estamos hablando de bandas criminales nefastamente inmiscuidas con el Estado. Si miramos a los “zetas” o a otros carteles, si observamos su ADN, encontraremos policías, militares, hermanos de gobernadores, partidos políticos…a ver, a ver… ¿Qué es esto? Es un engendro nefasto, tóxico, ¿dónde comienza la banda criminal y dónde termina el Estado mexicano? O los Estados mexicanos, porque este ha sido un país de regiones y caciquismos, de los que han salido los caciquismos del narcotráfico.

No he reporteado tanto en México, un país al que vengo con asiduidad como observador, a dar talleres, y por eso no me atrevería a calificar a Felipe Calderón como el presidente de la sangre, del odio. Él no ha peleado en contra de una ideología, sino en contra de organizaciones mafiosas. ¿Acaso los narcos tienen ideología? ¿No son ellos acaso los representantes del odio y de la sangre? Eso no significa que yo defienda a Calderón, pues la forma en que ha llevado esa lucha es al menos turbia, poco clara, muy sangrienta y sin que se llegue ni remotamente a un fin, a una solución, de esa guerra por medio de la cual mueren muchos ciudadanos mexicanos en forma muy cruel. Eso no es justo. Ni los maleantes merecen morir así.

- ¿Crees que hay esperanza para este país con el regreso del PRI?
 Sé lo que dice todo el mundo: que el PRI va a negociar con el diablo y que se va a acabar la violencia. Si es así, México volverá a una paz atenuada, pero lo va a pagar luego, porque no se puede pactar con el diablo sin entregar algo.

Si el regreso del PRI implica un regreso al pasado, entonces se guardarán los diablos en el clóset, como se hacía antes. La verdad es que sería muy interesante saber cuál será la estrategia del PRI al respecto.

--
Mónica Maristain.

--
--