“No me hubiera imaginado que él hubiera estado tan seriamente enfermo… y pues descanse en paz ese gran mexicano”, dijo el Calderón sobre el deceso de Carlos Montemayor, y nosotros que andamos de la Ceca a la Meca, no nos hubiéramos imaginado que el Felipe hubiera dicho esas palabras tan hubiéricas, por calificarlas de un modo digamos que epidérmico.
Pues sí: Carlos Montemayor, escritor chihuahuense, nacido en Parral en 1947, falleció el domingo pasado víctima de cáncer. Con estudios de licenciatura en Derecho, maestría en letras iberoamericanas y Estudios Orientales en el Colegio México, dijo alguna vez que la economía mexicana se sostiene gracias al narcotráfico pero también a las remesas y el sector informal, los que han impedido que el país salte en pedazos, por lo que ve muy difícil que en el corto y mediano plazos se logre abatir el tráfico de enervantes en el territorio nacional.
Palabras al vuelo. Puñado de palabras. Palabras ciertas. Como se le llame, Montemayor puso el dedo en la llaga al señalar que México está en un proceso de involución y de empobrecimiento político y económico muy grave. El desmantelamiento de las empresas públicas. El desmantelamiento también de las instituciones que aseguraban un compromiso del Estado mexicano con la sociedad, ha provocado un descalabro continuo y que opera en cascada. México no tiene posibilidades de crecimiento económico en los próximos años.
En los últimos sexenios, ha habido un estancamiento económico que le ha impedido crecer. Es absurdo que mientras Venezuela, Brasil o Argentina tienen más de 6 o 7% de PIB de crecimiento, México esté a menos 7% de crecimiento. Esto ya no es un estancamiento. Esto es una recesión, muy grave. Lo que implica que no hay posibilidades de solucionar la pobreza, el desempleo. Esto lleva a México al sótano de todos los países de América Latina y a condiciones de gravedad política. De manera que vamos hacia más pobreza en términos precisos y breves.
La élite política y económica mexicana no se ha dado cuenta que éste es un modelo equivocado. Así que por el lado de la élite política no hay señales de cambio en México. Ahora, hay dos o tres válvulas de escape en la economía mexicana que han impedido que el país salte en pedazos. Una, las remesas. Que han sido una parte importante del paliativo económico. Y otra, el narcotráfico. Que es también muy importante por la aportación económica y aunque parezca paradójico, la seguridad social que le da a numerosísimas regiones del país.
Debemos agregar también un tercer elemento. Un tercer punto de escape. Que es el del sector informal. Nutrido básicamente a partir de productos piratas o de mercados ilegales que permiten poner ciertos artículos a la mano del bolsillo lastimado de la sociedad mexicana y a gran parte de la población económicamente activa disponer de un empleo que aunque carezca de seguridad, pensión, de seguro médico, permite también una válvula de escape. Sin esos tres fenómenos económicos, México ya habría estallado en muchos pedazos.
Mi argumentación, dijo Montemayor, sirve para otros aspectos también. Sirve para afirmar que va a ser imposible que desaparezca a corto o a mediano plazo el narcotráfico, el crimen organizado. Y la migración. Porque son necesarios para la economía del país. Ahora tenemos muchos riesgos. Si desapareciera el narcotráfico en México o desapareciera la migración y el comercio informal, entonces, seguramente México atravesaría por un proceso de irritación popular que llevar a una confrontación brutal de la sociedad mexicana. Pero ya con el deterioro que tenemos y la expansión del crimen organizado, ya hay suficientes datos preocupantes sobre la inoperancia de muchos elementos del Estado mexicano.
El Estado es inoperante para asegurar los sistemas de pensión del país. Es inoperante para asegurar los servicios médicos a la población del país. Es inoperante para adelantarse o responder con prontitud a las emergencias médicas o epidemiológicas. Es ineficiente, es impotente para impulsar ningún tipo de crédito ni persuadir a ningún banco de actuar, de una u otra manera, en beneficio de la economía nacional. Es incapaz de estructurar una policía a prueba de infiltraciones, a prueba de corrupción, a prueba de ineficiencia.
En este sentido, la estructura política o los valores políticos del país están en un severo déficit. Es un Estado sumamente vulnerable, que por supuesto, tiende cada vez más a criminalizar la inconformidad social y a buscar mecanismos de represión que provocan un riesgo más, el riesgo de socavar al ejército mexicano.
El empleo excesivo del ejército en tareas policiales, no solamente ha provocado la suspensión de garantías ciudadanas en muchas regiones del país, sino que también está poniendo en riesgo la integridad del ejército mismo y con ello, la integridad de la única institución de seguridad con que cuenta aún el Estado mexicano. En la medida en que el deterioro social vaya cubriendo también al ejército por su excesiva utilización, en tareas que no le corresponden, el actual gobierno está provocando un riesgo mayor.
Con la inutilización o desmantelamiento del ejército por su excesivo empleo en funciones ajenas a las castrenses, estaríamos poniendo en una condición muy delicada, muy peligrosa a la soberanía del país. Porque sin fuerza segura de contención pública, entonces pasaríamos a ser presa fácil de las estrategias de seguridad hemisférica de Estados Unidos. Y nuestras decisiones, incluso en el control de seguridad pública, se verían mermadas y modificadas en una manera brutal e irreversible.
Los proyectos legislativos o las iniciativas de reformas van encaminados a la criminalización de la inconformidad social. Pero si bien esto es un reflejo de la incapacidad política del sistema actual, será imposible que el ejército pueda ayudar a un gobierno así en todas las calles del país. Es notable que el auto denominado presidente legítimo pueda estar en cualquier calle y en cualquier plaza pública, y el llamado presidente constitucional no pueda poner un pie en ninguna calle y en ninguna plaza pública del país sin un estado de sitio material en varios kilómetros a la redonda.
Y ya en el campo de la educación superior en México, Montemayor también señaló las torpezas de un sistema que se obstina en subsidiar escuelas privadas y en reducir el presupuesto de las universidades públicas. De hecho, las escuelas privadas, como la Universidad del Valle de México en Hermosillo, viven en gran medida de los apoyos que las instituciones estatales le brindan indirectamente, sea de buena fe, sea de fe torpe y manipulada.
El chihuahuense subrayó en su momento que es absurdo plantear que haya subsidios para las universidades privadas, cuando las universidades privadas solamente atienden al 2% de la juventud que está en edad de recibir educación superior. Es aproximadamente el 17.2% de la juventud nacional la que está en institutos superiores de educación. De ese 17.2%, el 78% está en universidades públicas, y el 22% en universidades privadas.
Si el 22% de ese 100% que constituye el 17.2% está atendido en las universidades privadas, estamos hablando de una élite del 2%. Así, resulta absurdo que el Estado mexicano financie a las universidades privadas, cuando el peso fundamental de la educación superior lo lleva la universidad pública. De manera que todo lo que está ocurriendo desde Salinas de Gortari, Zedillo, Fox y Felipe Calderón es la continuidad de un proyecto que ha enfermado y desmantelado a la sociedad mexicana.
Quizá por eso, los absurdos dijeron: “No me hubiera imaginado que él hubiera estado tan seriamente enfermo… y pues descanse en paz ese gran mexicano”. Sí, que descanse en paz uno de los últimos grandes intelectos de México, un hombre realmente inteligente, sin poses ni influyentismos...
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