Hoy no fue un buen día.
Parece una queja general, algo epidérmico y simple, pero en realidad hoy no fue un buen día. Y todavía faltan 47 minutos para que termine este miércoles de perros en el que los gatos parece que triunfaron.
47 largos minutos como zarpazos en el desánimo.
Acaso por eso me siento viejo y triste.
¿Será porque en realidad soy un viejo triste que anda por ahí creyendo que puede, mejor dicho: que merece ser feliz...?
No lo sé.
Sólo sé que hay días como hoy en los que uno debería cortar el aire con una navaja, abrir una puerta a una dimensión donde no exista el tiempo y quedarse ahí 38.5 años.
Y nada más para dejar de sentirse como un náufrago a la deriva en busca de su isla, como un suicida en busca de su muerte, como una sombra en busca de su luz...
Tal vez sentirse como una boca en busca de su beso... porque pienso que cada boca en el mundo debe tener un beso que espera, un beso enamorado, como el de la canción, "como nadie me ha besado desde el día en que nací", dice el cantante mientras se estremecen los sueños y un sabor a caramelo, un dulce en forma de algo difuso y sin nombre se expande por entre las bocas, los dedos cruzando el rostro, el aliento acariciando los cabellos y los cuerpos diciéndose las cosas que se dicen los que se aman sin saberlo, sin aceptarlo, sin decírselo...
Y hoy fue un miércoles difuso, sin alma, sin rasgos...
Un miércoles que no tuve ganas de vivir... pero que tuve que sobrevivir simplemente para darle gracias a los ángeles por existir...
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