Trova y algo más...

domingo, 7 de marzo de 2010

Los amorosos...

Los amorosos callan.

El amor es el silencio más fino,

el más tembloroso, el más insoportable.

.

Los amorosos buscan,

los amorosos son los que abandonan,

son los que cambian, los que olvidan.

.

Su corazón les dice que nunca han de encontrar,

no encuentran, buscan.

.

Los amorosos andan como locos

porque están solos, solos, solos,

entregándose, dándose a cada rato,

llorando porque no salvan al amor.

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Les preocupa el amor. Los amorosos

viven al día, no pueden hacer más, no saben.

.

Siempre se están yendo,

siempre, hacia alguna parte.

.

Esperan,

no esperan nada, pero esperan.

.

Saben que nunca han de encontrar.

.

El amor es la prórroga perpetua,

siempre el paso siguiente, el otro, el otro.

.

Los amorosos son los insaciables,

los que siempre —¡qué bueno!— han de estar solos.

.

Los amorosos son la hidra del cuento.

Tienen serpientes en lugar de brazos.

Las venas del cuello se les hinchan

también como serpientes para asfixiarlos.

.

Los amorosos no pueden dormir

porque si se duermen se los comen los gusanos.

En la obscuridad abren los ojos

y les cae en ellos el espanto.

Encuentran alacranes bajo la sábana

y su cama flota como sobre un lago.

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Los amorosos son locos, sólo locos,

sin Dios y sin diablo.

.

Los amorosos salen de sus cuevas

temblorosos, hambrientos,

a cazar fantasmas.

Se ríen de la gente que lo saben todo,

de las que aman a perpetuidad, verídicamente,

de las que creen en el amor

como en una lámpara de inagotable aceite.

.

Los amorosos juegan a coger el agua,

a tatuar el humo, a no irse.

.

Juegan el largo, el triste juego del amor.

Nadie ha de resignarse.

Dicen que nadie ha de resignarse.

.

Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.

Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,

la muerte les fermenta detrás de los ojos,

y ellos caminan, lloran hasta la madrugada

en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,

a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas,

a arroyos de agua tierna y a cocinas.

.

Los amorosos se ponen a cantar entre labios

una canción no aprendida.

Y se van llorando, llorando

la hermosa vida.

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Jaime Sabines

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