El otro día me preguntaron por un viejo amigo de farras y de letras, el Misael Santamaría, a quien desde aquí le deseo larga vida y gloria eterna. Yo dije que no sabía dónde estaba, que viento se lo habría llevado a los rincones más tristes del olvido, qué dolor callado se habría incrustado en sus ojos y su alma, qué silencio le habría roto la esperanza de nuevos amores, qué nostalgias se habrían apoderado de su visión de la cotidianidad, esa que nos dejó escrita no hace mucho en pequeñas cuartillas que llenaron de vida algunas soledades.
Gracias a la estulticia de nuestras figuras deportivas, políticas y faranduleras, hoy podemos traer aquí algunas pequeñas estrofas de aquel viejo amigo para dejar constancia de que la fe por el ser humano es lo último que debe perderse, sobre todo de aquellos seres que hacen que uno se sienta vivo de a poquito, en pequeños sorbos de felicidad, de esperanzas, de sueños, de humedades, de quejidos como ratón enamorado que hurga y hurga en las oquedades de la ternura:
1. Hay días que se te parecen: agradables, tibios, sencillos, largos y amarillos, callados, olorosos a zacate verde recién mojado; días en que uno podría morirse de felicidad, con el sol colgando en el centro de un universo café como tus ojos brillantes y limpios y de una profundidad transparente y cálida...
2. Hay días que toman tu figura acinturada por el viento de la media mañana, el viento azul que se lleva en sus bolsillos la fragancia de tu piel, de tus axilas húmedas y oscuras y acabadas de afeitar, de tu lánguida silueta de suave contorno moreno, la curvatura de tu barbilla, la adustez de tu pecho amortajado por la blanca camisa que te cubre, la ropa amontonada en el rincón lejano de tu bajo vientre, amable sombra que devora a bocanadas los suspiros de estos ojos que te buscan en silencio, de estos labios que babean tu nombre, de estas uñas que arañan el último gemido de la tarde, que se confunde con los ruidos multiplicados de la noche y de los gatos en estampida: estas manos que hurgan la vellosidad de los recuerdos para amorcillarte en la luna y flechar este estoque en forma de corazón...
3. Hay días que tienen tu rostro, tu rostro recortado en el gris ambiente citadino de camiones urbanos, de gritos de mercaderes, de bullicio de niños que pasan a la escuela, de estallidos de guerras remotas que deshacen cuerpos y almas y naciones que nos nutren con sus nombres de nostalgia y sus dialectos ancestrales y sus figuras heroicas llenas de desamparo, como tus manos pequeñas, como tu cabello endurecido por el polvo de las tardes, como tu piel hecha de todo lo que anhelamos para envolvernos y morir de lujuria una madrugada cualquiera a orillas de todo el odio que pueden acumular dos que se complementan...
4. Hay días como tus pies descalzos, que dejan huella en cada movimiento imperceptible del tiempo, en cada célula que nos conforma, en cada floración intestinal, en cada ruido impropio de los sueños; días que nos marcan de violeta y rojo, de amarillo y negro, de azul y gris, con rumbo al matadero de los sueños, al silencioso degollar de gemidos...
5. Hay días que se te parecen: agradables, tibios, húmedos como tu boca, profundos como los orificios de la felicidad, afelpados como la entrepierna de la esperanza; días para morirse de ti, para embriagarse de tus jugos, para masticar tus lechosas palabras, para lloverse de tu sudor y naufragar una y otra vez en el remolino del amor...
6. Llegó así, rápido, como llega lo que uno nunca espera, y se instaló justo en mi oreja izquierda. Me susurró palabras tibias y vocablos en francés que yo no comprendía. Me sopló obscenidades propias de mujer arrabalera. Me mordió el lóbulo jadeando de nostalgia. Me arrancó pedacitos de silencios que guardaba para esas tardes de lluvia otoñal. Me exigió que la estrechara hasta el asombro, y después rompió en un llantito de anciana desgajada por la soledad y los recuerdos. No pudo más: se desmoronó ante mi vista antes de que despertara.
7. La noche siguiente volvió a visitarme: lucía una belleza nuevecita, seguramente adquirida a plazos en alguna tienda departamental. Se acurrucó de inmediato entre mi sombra y la almohada y comenzó a babear un líquido gris oloroso a ternura. Deslizó su lengua por mi rostro y marcó cada arruga de mi piel con las mojoneras de sus labios. Succionó mis ojos evaporados y se alimentó de las saladas partículas que mi cuerpo emanó como orín que delimita el coto, el espacio que la humanidad no debe invadir, el límite azaroso que los animales salvajes no han de trasponer: huyó antes del amanecer.
8. Nunca más volvió. Mi cuerpo envejeció entre las s banas olorosas a ternura, y el cerco que traspaso cada noche, la tranca que quito para que entres como entonces, ya no soportan el peso de sus huesos, su silencio oceánico, su resequedad arenosa, su amargura de palo seco, su estar permanente en la agonía, como estos ojos, esta boca, este sueño que jamás te recuperó...
9. Camino por ti como caminar por la ciudad, por esta ciudad de mil nombres que se abre a mis pasos como mujer desnuda recién llovida, con olor a turbulencia y desesperación, a puertas enmohecidas por el tiempo, a ventanas empañadas por los jadeos, a escarceos furibundos en el filo de la medianoche...
10. Camino por ti como caminar por esas calles que me ofrecen sus rincones oscuros, sus madrigueras ocultas donde hampones de la muerte amenazan a los transeúntes con sus facas oxidadas, su tuétano virtual, su gangrena a flor de piel, y les hurtan el último centavo de esperanza, los aretes de fantasía, el anillo de cobre, el collar de chaquira con el que adornaban sus miserias...
11. Camino por ti como caminar por los callejones iluminados de rojo y amarillo donde las furcias del desconsuelo alimentan ese mínimo trozo de nostalgia con sus cuerpos cansados de entrar y salir del dolor, de la boca oscura de la madrugada sin mañana, del crucifijo que jamás les respondió, de la veladora siempre ahí, del pintarse a cada momento esa boca eternamente pintada en sus almas...
12. Camino por ti como caminar por las trastiendas de la felicidad, destapando depósitos de basura para buscar un reemplazo al mecanismo de plástico que se le ha quebrado a la alegría: botellas de licor a medio vaciar, cigarrillos a medio consumir, periódicos a medio leer, ropajes a medio usar, fotografías a medio llorar, recuerdos a medio morir, angustias a medio sufrir, amigos a medio olvidar, mujeres a medio amar...
13. Y camino por ti como caminar por esta ciudad de luces y sombras, de alegrías y fracasos, de un día tras otro, del volver a empezar, ciudad que nos acoge con su silencio de madrugada y su ruido pavoroso de la una de la tarde, como tu voz y tus besos, tus piernas que aprietan mis muslos, tus brazos que derraman mi sudor, tus uñas que arañan mi espalda, tu ir y venir en el mismo espacio, tus fluidos que humedecen mi extravío, tu dormitar después de la furia silenciosa de las almas, tu suave ronquido animal a la luz de la luna, tu aroma a vegetal recién cosechado, ciudad de colores múltiples, de nombres en expansión, de calles que se abren al misterio: como tú...
14. En este dolor hierático que carcome el fragmento de noche que habito, puedo escribir tu nombre, puedo dibujar tus rasgos pequeños, tus manos temblorosas, tu piel abierta a las estrellas profundas que me arrastran en su paso fugaz por cada poro de tu cuerpo, por el contorno de tu pecho, por la suavidad de tus caderas, por el secreto humor que despiden tus axilas después del aguacero de amor a que me condenas con sólo tocar mi piel...
15. En este dolor amarillento que la pepsina aviva en mi alma, puedo levantar un tótem con tu rostro, con tus ojos clavados en la medianoche, con tu mirada rasgada de melancolía, lluviosa mirada que humedece mis partes innobles en la hora más honda de la madrugada, en esa sima kilométrica de amor lodoso, sedimentado en la fosforescencia azulada de dos cuerpos arrebatándose la muerte, jaloneándose la vida, entrando y saliendo de la sofocada hendidura de un fondo marino desconocido incluso para los dioses de la alegría...
Hasta mañana, infelices… hasta mañana, locos… hasta mañana, amorosos, mmmm…
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