Trova y algo más...

miércoles, 8 de agosto de 2012

Las evocaciones de don Herminio...

Herminio Ahumada Ortiz

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A principios de 1979 entrevisté a Herminio Ahumada en Hermosillo para el semanario Tiempo de Sonora y B.C., y en 1982 para la revista Impacto, de la ciudad de México. Ambas aparecen, fundidas, en mi libro Cincuenta años en esto. Del texto transcribo lo que corresponde al tema de este Capítulo:

Herminio Ahumada viste de negro. Taladra con sus ojillos que han visto tantas cosas y sacude su melena blanca de león viejo, mientras recuerda entre frases poéticas y malas palabras, las mejores páginas de su vida. Pasan a nuestro lado jóvenes ignorantes de que a la garra de este político se debe la existencia de la Universidad de Sonora, y políticos acelerados que no reconocen, en nuestro compañero de mesa, al sonorense que hizo estremecer a la Cámara de Diputados y cimbrar al país, al contestar el informe del Presidente de la República con una seca y ruda relación de los males que todavía nos agobian.

Su nombre estará ligado para siempre a nuestra Universidad. El tema emerge por sí solo:

La creación de la Universidad de sonora en mi tiempo se nos ocurrió a sonorenses que vivíamos en la ciudad de México. ¿Cómo no se le ocurrió a uno de los hijos de la chingada que vivían aquí atender el asunto de la educación superior? Apenas pensaron en una preparatoria. Los estudiantes se iban a los Estados Unidos, bueno, los que tenían dinero, y volvían hablando un idioma que no les entendían allá ni les entendían aquí porque no era ni inglés ni español. Muchos se quedaban allá y hasta se naturalizaban gringos para gozar los privilegios de los americanos.


¿Y cómo tomó forma la idea? ¿Cómo dieron los primeros pasos?
—Yo la traía revoloteándome en la cabeza desde hacía años, y una vez me encontré a Gilberto Suárez haciendo antesala con Luis Chico Goerne, el rector de la Universidad Nacional.

¿Se lo encontró en la UNAM? ¿Y qué hacía usted allá?
—Yo era secretario del Departamento de Acción Social de la UNAM. El director era el licenciado Salvador Azuela. Suárez me dijo: ayúdame a que me reciba Chico Goerne. Él quería fundar una preparatoria que se integraría al sistema educativo. ¡Qué preparatoria ni que la chingada!, le dije, ¡vamos a crear una Universidad! El gobernador Yocupicio estaba allí, en México, hospedado en una casa de asistencia, y fui a verlo. Allí se arregló que me viniera a Sonora como magistrado pero con la condición de trabajar en la creación de la Universidad.

¿Hubo quiénes se opusieron a ese proyecto?
—Ah, sí, se oponían algunos, entre ellos, ese periodista que acaba de morir, que en paz descanse, Healy.

¿Don José Healy?
—Sí, Healy, nos echó mucho; y el mismo Ernesto Uruchurtu, en México. Y también se oponía, y no me lo van a creer, mi suegro, José Vasconcelos. Yo iba a Arizona a verlo, porque él no podía cruzar la frontera.

¿Seguía desterrado todavía en tiempos de Cárdenas?
—Sí, porque Cárdenas apenas comenzaba a quitarse la tutela de los callistas. Yo iba a verlo los fines de semana. Y ya con la aprobación de Yocupicio, procuré interesarlo en que participara en el proyecto. ¿Qué no es usted magistrado?, me dijo, ¡pues dedíquese a dictar sentencias! ¿Qué es eso de fundar una Universidad? Los pendejos de sus coterráneos, los sonorenses, no saben hacer primarias, ¡menos una Universidad! No, le dije, si ya está formado un Comité Administrativo y hay una ley.

¿A quiénes recuerda como miembros de ese Comité?
—Pues al frente estaba el doctor Domingo Olivares, y este ricachón… Carlos Tapia; y Felipe Ceceña Seldner, así, otros adinerados, todos muy chingones.

Bueno, usted convenció a Vasconcelos de que viniera a Sonora. ¿Cómo pasó la frontera?
—Pues ya con el convencimiento de Vasconcelos vine a ver a Yocupicio y le di el mensaje de mi suegro: “Yo no quiero comprometerlo, por eso le pido que hable con el general Cárdenas a ver si me permite entrar”. El indio (Yocupicio) me contestó: “Dígale al licenciado Vasconcelos que para entrar a Sonora nadie tiene que pedir permiso, es un Estado soberano, dígale que yo lo invito a venir”.


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El 10 de agosto de 1938, en un fogoso discurso ofrecido en el recinto del Poder Legislativo ante funcionarios, vecinos destacados y ciudadanos en general, Herminio Ahumada habló de las escasas oportunidades para educarse de los jóvenes, de los talentos, preclaros pero pocos, surgidos de Sonora, y de la urgencia, en fin, de crear la Universidad:

Si queremos transformar el medio ambiente nacional, si queremos cambiar el sino de nuestra historia, eduquemos a nuestra juventud. Para ello es necesario, por lo menos, que contemos con una Universidad de Sonora hecha con el esfuerzo, con el sacrificio de cada uno de sus hijos. Universidad de Sonora, viejo anhelo romántico de mis años estudiantiles, santo anhelo que hoy veo surgir apenas como un intento y que mañana será realidad, hermosa realidad que premie el esfuerzo unánime de los hombres desinteresados que en la junta de esta noche memorable, han sabido marcar en los anales de nuestra provincia, la fecha más gloriosa en su historia contemporánea, porque en ella se inicia una conquista que abrirá, ante la conciencia de nuestros hermanos, horizontes de luz que presagian un triunfo de paz y de trabajo; una victoria grande en su modestia; magnífica en su humanidad, victoria sin intrigas mezquinas ni simulaciones políticas; victoria sin espada y sin antorchados; triunfo de la cultura, triunfo del espíritu.



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Fuente: Carlos Moncada Ochoa. Historia General de la Universidad de Sonora. Tomo I.


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