Trova y algo más...

miércoles, 22 de agosto de 2012

Media hora de balazos...



Milton Hall murió acribillado a principios de julio por los disparos a quemarropa de seis policías al pie de un centro comercial: los genízaros gringos le pegaron más de 40 balazos uno tras otro, sin fallar, como si el Milton hubiera sido un cartoncillo con círculos concéntricos de esos del "tiro al blanco".

Irónicamente, Hall era negro.

Seis semanas después, su madre sigue esperando que las autoridades articulen una explicación sobre el fallecimiento de Hall (49 años), que sufría problemas mentales y vivía de la beneficencia del Estado en las calles de Saginaw.

“Fue un asesinato”, explica entre lágrimas desde su casa Jewel Hall.

“En este país uno paga un precio por hacer algo así. Se supone que los policías están ahí para protegernos. No para hacer una cosa así. Estas cosas pasaban en el siglo XIX. Los policías actuaron como un pelotón de fusilamiento y ahora deben pagar por lo que hicieron en la cárcel o en la silla eléctrica”.

Jewel es una afroamericana negra (entiendo que debe haber afroamericanos blancos, sobre todo después de que murió el appartheid en Sudáfrica, y que muchos güeros salieron huyendo de allá para acá, y no es de dudar que alguno de estos agentes sea uno de aquellos amantes del appartheid que llegó buscando el sueño americano: balear a un negro, según se ve en este episodio, propio de CIS) que ejerció como profesora hasta hace unos años y que ahora vive en un suburbio de Albuquerque (Nuevo México), a miles de kilómetros del lugar donde nació su hijo Milton y donde hace unos días volvió para celebrar su funeral.

“Acabo de cumplir 80 años y nunca había sufrido en mis carnes algo así”, explica con rabia. “Ningún policía me ha llamado para disculparse o para explicarme qué ocurrió”.

La muerte de Hall ha regresado a los titulares de la mano de un video grabado por un testigo y difundido por la CNN. Las imágenes muestran a seis policías acorralando al indigente y disparándole más de 40 tiros a plena luz del día junto a un centro comercial.

O sea, como diría Chava Flores en su canción "Dos horas de balazos", este episodio se tomó nomás como media hora: 

En las áridas regiones del América del Norte,
se agarraron a balazos polecías y ladrones:
Tom Mix, Buck Jones, Bill Boyd, Tim McCoy.


Habían robado la hacienda del papá de la muchacha,
burlaron a los sheriffes que andaban de mala racha;
mas llegaron los muchachos y a todos dieron pelea,
como se sentían muy machos empezó la balacera:
Tom Mix, Buck Jones, Bill Boyd, Tim McCoooooooooy...


Según la abogada de la familia, Hall tenía un cuchillo en la mano en el momento de su muerte y los agentes le perseguían por haberse llevado un café sin pagar en un establecimiento de la localidad.

“La policía había controlado la situación”, explicaba la letrada Debra Freid esta semana, “no había ningún signo de que fuera una amenaza inminente”. A los agentes implicados se les ha relevado de sus funciones mientras sus colegas investigan el incidente con la ayuda de la división de derechos civiles del Gobierno federal.

“Cuanto antes concluya la investigación antes podremos sacar conclusiones”, decía recientemente Phil Ludos, responsable de seguridad de Saginaw: una ciudad de Michigan que hace medio siglo llegó a rozar los 100,000 habitantes y cuya población se ha reducido a la mitad por los efectos de la reconversión industrial.

Jewel Hall reconoce que su hijo sufría problemas mentales desde hace años, pero asegura que vivía “en una pequeña habitación"” con unos amigos, y acusa a la policía de retratarle como un indigente para justificar el crimen.

“Nunca me dijo donde vivía, pero en Saginaw todo el mundo le conocía, y lo primero que hace la Policía en un caso así es decir que era una persona sin hogar. ¿Qué importa si lo era? ¿Lo mataron porque era una persona sin hogar? ¿Lo mataron porque era un enfermo mental? Claro que no. La pregunta que todos se hacen en Saginaw es cómo seis policías pudieron disparar a un hombre que tenía las manos en la cabeza”.

Jewel y Milton vivían lejos y no hablaban muy a menudo. Pero estaba tranquila porque su hermano vive en Saginaw y de vez en cuando le informaba de sus movimientos. “Era un espíritu libre, le gustaba llevar una vida nómada y vivía en Michigan desde hace casi 20 años”.

Milton Hall había nacido en Michigan y había pasado su adolescencia con su madre en Albuquerque. Luego se había matriculado en dos universidades de Tennessee y Nuevo México, pero nunca había llegado a graduarse.

¿Influyó el color de la piel de Hall en el incidente que lo llevó a la muerte?

“Muchos en Saginaw dicen que sí”, explica su madre, “los seis policías que lo mataron eran blancos y estas cosas han pasado otras veces”.


“¿Le gustaría ver a los asesinos de su hijo en la silla eléctrica?”, le han preguntado a Jewel, y ella responde con voz firme: “Yo lo único que quiero es que se aplique la ley. Esto fue un asesinato y los policías deberían ser condenados por asesinato. Y si la ley así lo exige, deberían ir a la silla eléctrica”.


Por lo pronto, los seis chotas han sido separados de su cargo y sacados de las calles. No vaya a ser que se encuentren a otro indigente por ahí y saquen a pasear su espíritu de pistoleros.


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