Nos
encontramos en plena Navidad. Una época del año en la que todo el mundo, de
manera directa o indirecta, se preocupa más por el prójimo y en la que parece
mas fácil perdonar que en cualquier otra época. Un claro ejemplo fue la tregua
de Navidad de 1914, cuando los soldados cambiaron las armas por el balón.
En
diciembre de 1914 ya se había iniciado la Primera Guerra Mundial. Miles de
soldados combatían por toda Europa en una contienda no había hecho nada más que
empezar. El frente belga de Ypres era uno de los tantos que había abiertos por
Europa. Un frente en el que cada día caían numerosos soldados. Cuando no eran
las armas, era una enfermedad y cuando no, el tremendo frío el que acababa con
la vida de muchas personas.
En esas
llegó la Navidad y los mandos alemanes, viendo lo bajo que estaban los ánimos
de sus soldados, decidieron enviarles para el 24 de diciembre ración doble de
comida, tabaco, alcohol, abetos y adornos navideños para que por unas horas
pudieran evadirse de su triste realidad.
Por
ello, aquel día 24 todo eran risas y cánticos en el frente alemán. Una escena
que cuando la vieron los aliados les dejó boqueabiertos. Sin embargo, éstos, en
lugar de aprovechar la ocasión para atacar a su enemigo, decidieron emularles y
se pusieron a cantar también villancicos en una bonita escena. Tal fue la cosa
que varios soldados de ambos bandos se atrevieron a salir de sus trincheras y
se desearon una feliz Navidad.
El día
25 el ambiente festivo siguió en el frente. De hecho, un soldado escocés sacó
un balón de fútbol y se disputó un partido que enfrentó a los soldados alemanes
con los aliados que acabó con victoria de los germanos. Una escena curiosa, ya
que durante el partido primó una gran deportividad cuando días antes se
disparaban los unos a los otros con balas y no con un balón de fútbol.
Los que
hasta hacía 24 horas eran enemigos dispuestos a matarse, ahora eran
contendientes en un partido de balompié. El encuentro transcurrió con una gran
caballerosidad, tendiendo la mano al rival cuando éste caía al suelo y
respetando el reglamento lo máximo posible. El choque acabaría 3-2 a favor de
los germanos.
Así lo
contó el propio teniente alemán Niemann en una carta: “Un soldado escocés
apareció cargando un balón de fútbol, y en unos cuantos minutos ya teníamos
juego. Los escoceses ‘hicieron’ su portería con unos sombreros raros, mientras
nosotros hicimos lo mismo. No era nada sencillo jugar en un terreno congelado,
pero eso no nos desmotivó. Mantuvimos con rigor las reglas del juego, a pesar
de que el partido sólo duró una hora y no teníamos árbitro.
Muchos pases fueron
largos y el balón constantemente se iba lejos. Sin embargo, estos futbolistas
amateurs, a pesar de estar cansados, jugaban con mucho entusiasmo. Nosotros, los
alemanes, descubrimos con sorpresa cómo los escoceses jugaban con sus faldas, y
sin tener nada debajo de ellas. Incluso, les hacíamos una broma cada vez que una
ventisca soplaba por el campo y revelaba sus partes ocultas a sus ‘enemigos de
ayer’.
Sin embargo, una hora después, cuando nuestro oficial en Jefe se enteró
de lo que estaba pasando, éste mandó a suspender el partido. Un poco después
regresamos a nuestras trincheras y la fraternización terminó. El partido acabó
con un marcador de tres goles a favor nuestro y dos en contra. Fritz marcó dos,
y Tommy uno”.
A aquel
partido y los hechos que sucedieron se les denominó como ‘Tregua de Navidad’.
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